Al igual que Antonio Guzmán en 1978 el slogan de Luis Abinader se centró en el cambio, el problema, desde mi punto de vista, es que el presidente no nos dijo en qué iba a consistir ese cambio y peor aún, no sabíamos hasta qué punto él había profundizado en la visión sociológica o filosófica del cambio.

El cambio es un fenómeno multidimensional: filosóficamente implica cuestionar la naturaleza del ser y del tiempo; sociológicamente revela cómo las estructuras humanas se adaptan, resisten o se descomponen frente a las nuevas condiciones históricas.

Comprender el cambio permite interpretar las tensiones actuales entre tradición y modernidad, estabilidad y fluidez, orden e innovación. Pero también invita a asumirlo no solo como algo que nos ocurre, sino como un proceso en el que participamos mediante nuestras decisiones, valores y acciones colectivas. El cambio, es una oportunidad para repensar quiénes somos y quiénes aspiramos a ser.

Desde la sociología, el cambio se observa como un fenómeno colectivo que modifica las instituciones, las relaciones de poder y los modos de vida.

Así las cosas, se podría preguntar uno ¿en qué ha consistido el cambio de Luis Abinader? Si bien es cierto hay cosas que se pueden resaltar como positivas, cuando miramos casos como el de SeNaSa nos hace pensar en que el presidente no analizó bien su slogan o no entendió que para que haya cambio hay que rodearse de personas que estén comprometidas con ello.

Cada día vemos escándalos de corrupción que superan los anteriores y los propios lo que provoca que el cambio fuese un discurso suyo, pero no de sus funcionarios.

Al inicio se acusó de popis al gobierno porque habían decidido nombrar funcionarios con bolsillos responsables, por lo que era imposible que cometieran indelicadezas con los recursos ajenos, pero no, este es el peor y más vil escenario: gente sin necesidad de corromperse, de apellidos sonoros y sin cuchara atrasada haciendo lo mismo que le criticaban a los que llegaron en chancletas y salieron en yipetas.

Lo que hoy está en juego no es solo la reputación de funcionarios: es la confianza en la seguridad social pública. Y esa confianza, una vez quebrada, es difícil de recuperar.

Ese quiebre de la confianza hizo su asomo en las elecciones pasadas cuando se registró el porcentaje más alto de abstención jamás registrado en la República Dominicana y con este escándalo la confianza termina de quebrase porque no se trata de algo simple, se ha jugado con la salud de los más vulnerables.

Lo de SeNaSa no es cambio, es pasado. Es una de las mayores traiciones al contrato social en décadas recientes. No es solo corrupción: es despojo de derechos, de expectativas, de salud para millones y esa afrenta no merece indulgencia.

El cambio que realmente queremos ver no puede ser cosmético, porque este país necesita valentía institucional, integridad moral, liderazgo responsable. Necesita dejar atrás la costumbre de lo impune, de lo tolerable, de lo invisible. Y necesita reconstruir sus sistemas públicos comenzando por lo más básico que es la confianza, porque el robo de la salud de un pueblo no se mide en dinero: se mide en vidas.

Rafael Alvarez de los Santos

Escritor y educador

Escritor y educador. Autor de las obras, Vivencias en broma y en serio y La Sociedad de la Nada. Twitter: @locutor34 Facebook: vivencias en broma y en serio

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