Hemos venido hablando de que somos un cuerpo/espiritual; poco a poco iremos viendo detalladamente por qué y cuál es la base de esta realidad vital. El cuerpo tiene tres componentes: cabeza, tronco y extremidades. La persona tiene cinco componentes: dos trascendentes, la vida, la fe, y tres inmanentes: racionalidad, afectividad y relaciones.

Ahora, por la lógica que llevamos en el desarrollo de los temas vistos, nos vamos a fijar en la FE, segundo componente trascendente de la persona.

LA FE:

“Lo que uno más lejos tiene es lo que más cerca ve.” Así es la realidad y esa es la vida. Al hacer un análisis de mi propio cuerpo, caigo en la cuenta de dos características básicas de mi vida: 1.ª. Mi vida es donación y 2.ª. Descubro la existencia de un Ser Trascendente dueño de mi vida en quien creo y aparece la Fe, como donación igual que mi vida. Tengo fe porque creo en Alguien que no veo, no toco, no oigo, no siento, no huelo, y no lo puedo negar. Negarlo sería creer en el absurdo de negar mi existencia…

Como hemos visto, podemos relacionarnos con ese Ser Trascendente y mantener una relación personalizada, de tú a tú, llamada espiritualidad, así como podemos mantener una amistad con otro ser como yo. Somos cuerpo/espiritual.

El Ser Trascendente, Dios: nos invita, nos propone, nos llama a nivel personal y comunitario; asumimos un compromiso, una obligación que uno mismo se impone, y nos lanzamos a caminar en la vida; la fidelidad personal al motivo que nos impulsa, Valor Originario, nos fortalece y nos hace crecer en nuestras relaciones personales con el Otro, con la Naturaleza y con el Ser Trascendente.

La fe asumida libremente es para agradecer, alabar, bendecir y así continuar la obra de salvación humana iniciada por Jesús de Nazaret.

Ordinariamente, creemos que la fe es para pedirle a Dios lo que necesitamos porque él todo lo puede, y nos olvidamos de preguntarle: "¿Qué quieres de mí?"; nuestra actitud tiene que ser: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Hacer la voluntad de Dios, Lc. 22, 42.

 El no racionalizar nuestra fe, saber por qué creemos, nos lleva a una individualización sincrética de creencias supersticiosas, que nos llevan a negar al Ser Trascendente y creamos dioses falsos como la materia o la ciencia: materialismo dialéctico o transhumanismo, +H… Es decir, nos vamos haciendo un dios a nuestra medida e intereses, que piense como yo y haga lo que yo quiera. Nos olvidamos del Otro poniendo el YO como centro de mis relaciones… “Yo primero y el Otro después”, egoísmo. El yo encerrado en sí mismo muere vano, vacío, irremediablemente, como el grano de trigo que no se siembra en la tierra… El YO que no se trasciende a sí mismo no da vida, como el grano de trigo que no se siembra…, Jn. 12,24.

 Como hemos visto, la fe no es un invento mío para justificar tal o cual realidad en la vida, ni para justificar la vida misma.

La fe tiene su fundamento, tiene su raíz en mi propia vida; no tenemos que ir muy lejos para encontrar su fuente de nacimiento, está cerca, está en mí mismo, no porque yo le dé origen, sino porque el que me da la vida está en mí y para encontrarme con Él me basta concentrarme, ver mi interior con los ojos de la racionalidad y de la afectividad, que me hacen consciente de haber recibido la vida de alguien diferente a mí y, al encontrarme con Él, yo me sorprendo porque aparece, veo y siento una actitud de agradecimiento: por la vida propia, por la vida que está fuera de mí y por la fe, que son las mejores donaciones, regalos, que hayamos podido recibir. “Lo que más lejos uno tiene es lo que más cerca ve…”

No puedo más que dar gracias, alabar y bendecir a Quien se ha ocupado de mí dándome tantas maravillas internas y externas para que yo pueda vivir, disfrutar la vida, compartirla y reconocerlo como fuente de vida…

Además, me encuentro con mi vocación personal, lo que me gusta, y si me dedico a ello, puedo desarrollar mi personalidad; mi vocación es la semilla de Dios, lo que Él me propone para que viva y ofrezca un servicio a los demás y me trascienda a mí mismo…

Esa semilla de Dios es mi Valor Originario, el que me saca de mi casa para dedicarme a cultivarlo con fidelidad creativa, que me exige entrega solidaria en la cotidianidad…; esta entrega, donación, es una decisión libre, personal y solidaria; es un compromiso, una obligación, asumida sin presión, correspondiendo al amor del Creador. Solo sé que es lo mejor para mí por ser la voluntad del Ser Trascendente para mí, quien me conoce más que yo mismo…

Este compromiso no es un invento mío; ni un “para que la gente diga…”. Unido a este compromiso personal está el compromiso comunitario: servicios que podemos ofrecer a los demás, tratando de ser como Él, quien me da generosamente sin exigencias…, y yo quiero dar como Él, sin esperar recompensa; nosotros queremos dar como Él para corresponder a tanto bien recibido, haciendo presente su Reino en la comunidad humana.

Así como está presente en mí el Ser Trascendente, así también se hace presente el Otro en mí, ambos presentes en mí: uno por la existencia dada y el otro por la relación de tú a tú que nos da identidad de género. Necesariamente nos necesitamos mutuamente: yo sin ti y tú sin mí… ¿Qué? Adquirimos un compromiso mutuo por la relación personal con el Otro, que nos da una nueva identidad: NOSOTROS, la Comunidad, que ofreciendo servicios solidarios hace presente el Reino de Dios: Carisma.

Los servicios financiados para la sostenibilidad personal y comunitaria se justifican en la medida en que prevalezca la justicia, la legalidad y el sentido de humanidad: Status social… Ideologías, que nos ayudan a convivir. No hay convivencia sin ideologías. Nuestra Misión de Fe no es legitimar ni demonizar ideologías, sino vivir en Fidelidad Creativa a la Comunidad Humana, según el valor que sustente nuestra Opción Vital…

Hoy en día, vemos cómo las élites de la sociedad gastan el dinero y los bienes del Pueblo en propaganda de descrédito de tal o cual ideología…; lo que defienden las élites e Iglesias no son los intereses del Pueblo, sino su bienestar, su seguridad y privilegios… A eso hemos llegado: vivir instalado en la seguridad…

La fe se fortalece con la oración coherente, los sacramentos y el discernimiento. La fe se mantiene con el servicio solidario, que es lo único que nos llevamos el día de nuestra despedida de este mundo. Así damos respuesta a las invitaciones, propuestas y llamadas personal y comunitaria del Ser Trascendente. La fe es para continuar la obra de salvación de Jesús.

La Oración Coherente es una actividad solidaria, cotidiana, activa o pasiva, que genera una relación con el Ser Trascendente (espiritualidad) y con el Otro (amistad); define un estilo de vida y nos desarrolla una personalidad: EL SIERVO-LA SIERVA. Is. 42,1-9”.

El Sacramento, bautizo, confirmación, eucaristía, penitencia, matrimonio, orden sagrado, extremaunción, es una actividad puntual con sentido eclesial, hecha en nombre de Cristo, que significa más de lo que veo y me ayuda a vivir teniendo en cuenta “al Otro como a mí…”.

El discernimiento es un proceso de búsqueda en mi interior, para “caer en la cuenta” de qué es lo mejor de lo bueno para hacerlo. Así identifico cuál es la voluntad de Dios para mí.

Por tanto, vamos a ver que lo decisivo, lo importante en mi opción de vida consagrada por la fe que tengo, en el matrimonio o en la vida religiosa, es definir una espiritualidad, un modo, una forma de oración: que me relacione con Dios, con los demás y con la naturaleza permanentemente en la cotidianidad y que de verdad beneficie al otro y a la naturaleza, que no sea puro idealismo.

En este sentido explicado, tenemos que mantener una actitud de humildad, de disponibilidad solidaria. Tendremos que profundizar en mí mismo y descubrir mi Valor Originario para fundamentar y fortalecer la entrega personal al Otro y vivirla en comunidad… Esto me exige abrirme a Alguien que me trasciende y solo decir: AQUÍ ESTOY, SEÑOR. ¿QUÉ QUIERES DE MÍ? ¿CUÁL ES TU INVITACIÓN, AHORA, Y CÓMO VIVIRLA?

Regino Martínez S.J.

Sacerdote

El sacerdote Regino Martínez es el coordinador del Servicio Jesuita para los Migrantes Refugiados en Dajabón.

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