Un suizo entra al país cuando quiere y se queda el tiempo que quiere, vacaciona, trabaja, estudia, hace negocio, sin que eso constituya un problema para nadie.

Y no solo un suizo, puede ser de otra nacionalidad que no sea haitiana.

Podría siempre argumentarse que una persona más en un país de once millones de habitantes no representa un problema, que el problema son los haitianos, que ya son más de medio millón, según la ENI-2017, y cuatro millones, según la algarabía antihaitiana.

Pero el número no parece ser todo el problema, porque cómo explicar que los venezolanos (que no han venido a realizar los trabajos desechados por los dominicanos, sino a competir con ellos en el mercado laboral) ya sean más de cien mil y no representen un problema, ni se piense realizar redadas de deportaciones indiscriminadas contra ellos.

El problema son los haitianos, que ciertamente son muchos, pero sobre todo son negros y pobres, y, pese a ser culturalmente parecidos a los dominicanos (perdónenme el insulto), se ha construido socialmente una frontera étnica para separarse de ellos más grande que la valla fronteriza de 164 kilómetros que se está levantando a lo largo de la frontera.

Repito, es, además de ser muchos, por el imperdonable pecado de ser negros, pobres y haitianos que el gobierno ha decidido repatriarlos a razón de diez mil por semana.

Como se asume que casi todos son “ilegales” (incluyendo más de tres generaciones de personas nacidas y socializadas en el país), el medio millón que registró la ENI-2017 estará de vuelta en Haití en algo menos de un año, o los cuatro millones que dice la algarabía antihaitiana en un poco más de siete años y medio. En ese caso, habrá pues denuncias de atropellos y acusaciones de violaciones de derechos humanos para rato. Justamente la campaña publicitaria que necesita el país para seguir atrayendo turistas y posicionarse internacionalmente como una potencia caribeña, que ya es la séptima economía más grande de América Latina, pero sin el peso político y diplomático de Uruguay, que ocupa la posición número trece, por ejemplo.

Voy al grano. Las redadas y deportaciones indiscriminadas de haitianos ya han comenzado a dar sus frutos.

Obviaré el impacto social y psicológico de esta medida sobres los inmigrantes (separación de familias, niños abandonados, pérdida de sus pequeños bienes, la errancia que le espera en el país de origen, donde no tendrán donde vivir ni mucho menos donde ganarse la vida, estrés, traumas), porque eso solo importa a los pocos dominicanos despojados de prejuicios y armados de un cierto humanismo o compasión cristiana, no al gobierno dominicano.

Me limito pues a comentar cómo esta medida está impactando los sectores productivos. Los titulares de la prensa, están rindiendo cuenta de ello: “peligra la cosecha de bananos”, “construcción paralizada”, “arroceros se quedan sin haitianos”. Y es apenas el comienzo, primera semana de puesta en marcha de la medida.

No tardará en comenzar a sentirse la escasez de productos agrícolas, subida vertiginosa de los precios, freno de las exportaciones, desaceleración de la construcción (uno de los sectores más dinámicos de la economía), dificultad para cubrir puestos de guachimanes, servicio doméstico, entre otros. En fin, desorganización de los sectores productivos y de la vida de mucha gente que cuenta con esa mano de obra para procurarse diferentes servicios.

Lo lógico sería que, en lo que llegan los suizos (los inmigrantes deseados para realizar los trabajos que los dominicanos rechazan hacer), se haga algo.

No me cansaré de repetirlo.

Señor presidente:

Deje a un lado sus irracionales arrebatos nacionalistas y ponga los pies en la tierra.

-Concentre sus esfuerzos en la vigilancia de la frontera para que no sigan entrando más.

-Reconozca que hay alrededor de doscientos cincuenta mil dominicanos de origen haitiano que, en la práctica, son tan dominicanos como usted y yo, aunque el Estado dominicano, con sus leyes y sentencias, les niegue el derecho de serlo.

-Ponga a sus ministros (Economía, Trabajo, Dirección de Migración, entre otros) a precisar con los sectores productivos del país cuántos de esos inmigrantes necesitan en sus respectivos sectores.

-Como estos sectores económicos están en crecimiento, y lógicamente las necesidades de mano de obra también, oblíguelos a ir aumentando gradualmente los salarios, para motivar a los dominicanos a integrarse a tareas que hoy rechazan y no depender eternamente de mano de obra extranjera.

-Resuelva la condición legal de todos los trabajadores migrantes, que tienen varios años en el país vinculados a actividades productivas, y otorgue carnés de trabajador temporal a los de más reciente establecimiento, que solo laboran en cierto período del año, como es el caso de algunas tareas agrícolas.

-Expulse a todo aquel que durante su estadía en el país no haya estado vinculado a actividad productiva alguna.

Esto, señor presidente, solo en lo que llegan los suizos.