Ahora hay una fuerte corriente de opinión que plantea que las mujeres no son discriminadas, que no hay violencia contra ellas, que esos problemas los inventó el feminismo.
Para popularizar esas ideas, los conservadores recurren a la “posverdad”, dicho llanamente, a presentar la mentira como verdad.
En el mundo de la posverdad es posible negar o tergiversar la subordinación, la discriminación, la exclusión. Es posible decir que nada de eso existe, aunque todo eso exista.
No obstante, si bien es cierto que las mujeres siguen siendo discriminadas en la economía y la política, en los últimos 50 años se han producido grandes cambios y se han abierto puertas en la educación, el mercado laboral y la política.
Muchas mujeres han salido al mercado de trabajo (por necesidad o deseo), y eso permite el acceso al ingreso y la ejecución de actividades fuera del espacio doméstico.
Actualmente, en muchos países hay más hembras que varones en las escuelas y las universidades. Ese deseo de aprender de las mujeres es transformador. Así que, aunque muchas continúan atrapadas en el tradicionalismo de género, la educación ofrece nuevos conocimientos y abre la posibilidad a la criticidad.
Junto con la educación formal, muchas mujeres han desarrollado el gusto por la lectura. ¡Eso es fabuloso! Según estudios en Estados Unidos y Europa, las mujeres leen más libros de literatura que los hombres y pertenecen más que los hombres a clubes de lectura. Ambas cosas forjan la imaginación, la creatividad y expanden el horizonte. También ayudan a fomentar solidaridad entre las mujeres.
Por ende, así como a muchos hombres les está resultando difícil entender a las mujeres y relacionarse con ellas, a muchas mujeres también les está resultando difícil entender a los hombres y relacionarse con ellos. Porque, aunque prevalezca el tradicionalismo, la educación y la lectura ayudan a las mujeres a comprender mejor su realidad social y descifrar su propio destino.
Muchas mujeres han salido al mercado de trabajo (por necesidad o deseo), y eso permite el acceso al ingreso y la ejecución de actividades fuera del espacio doméstico.
Donde más rezagadas están es en la política. Pero aun ahí han comenzado a ganar posiciones y experiencias.
Por eso, uno de mis mayores asombros es ver tantas mujeres políticas en la República Dominicana defendiendo valores tradicionales patriarcales y negando el feminismo. Sin las luchas feministas no fueran diputadas, ni senadoras, ni alcaldesas, ni regidoras, ni juezas, ni ministras, ni vicepresidentas, y mucho menos presidentas (que no ha habido dominicana).
A pesar de la subordinación persistente de las mujeres, la lucha por los derechos en el último medio siglo está produciendo nuevos sujetos femeninos con nuevas ilusiones, nuevas experiencias y valores.
Siempre es posible volver hacia atrás, al confinamiento en el espacio doméstico, y no faltan gobiernos y religiones interesadas en hacer recular. Por eso precisamente las mujeres están hoy en el epicentro del proyecto autoritario-conservador que busca arrancar derechos conquistados en las últimas décadas.
Pero quiérase o no, se acepte o no, se valore positivamente o no, las mujeres son hoy más libres que hace cincuenta años y tienen más acceso al desarrollo personal. Se vencieron muchos obstáculos, ¡cierto!, y hay que vencer muchos más.
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