El pasado 22 de mayo, el dominicano Tiberio Castellanos puso en circulación, en la Biblioteca Nacional, su libro vivencial El coraje de vivir: descargas y divagaciones de un hombre afortunado.
Con casi un siglo de edad, resulta comprensible que el luchador antitrujillista, nacido en Pimentel en 1926, haya olvidado momentos diversos de su dilatada existencia, zarandeada por persecuciones y largos años de exilio.
Comoquiera, su memoria luce acuciosa en la presentación de detalles incluso baladíes; de ahí que resulte extraño que haya olvidado vivencias de grueso calibre.
En el ámbito de lo baladí entra la insistencia en presentar sus creencias cristianas como aval ajeno a la mitología, con lo cual no contribuye a la superación del oscurantismo religioso.
Notoriamente, las supersticiones bancadas en la Biblia subyacen como una constante en las evocaciones de Castellanos.
Es la confirmación de lo dicho por el ingeniero Cayetano Rodríguez del Prado en sus Notas autobiográficas: recuerdos de la legión olvidada, a propósito de los fundadores del Movimiento Popular Dominicano en Cuba, 1956.
“El grupo de los primeros miembros del MPD -dice Rodríguez del Prado- era tan heterogéneo que incluía, además de elementos marxistas provenientes del PSP, a hombres de reconocidas convicciones cristianas, como Julio César Martínez y Tiberio Castellanos”. (3ra. ed., p. 44).
Con sus “convicciones cristianas” a cuestas, el autor de El coraje de vivir… renunció a sus veleidades izquierdistas de juventud, por él mismo confesadas; no así a las fábulas e ilusiones cristianas.
En 1946, en Santiago -explica-, “yo me involucré en aquellas aventuras del PSP y la JD (Partido Socialista Popular y Juventud Democrática -HMF). Yo, católico; mis camaradas del PSP, marxistas. Y…eran los tiempos del tirano Stalin…” (p. 239).
Evidente, Castellanos halló bienaventuranza al revelarse como un conservador consumado. Al hacerlo, ejerció el derecho a conducir su larga vida en el sentido que las circunstancias y conveniencias le aconsejaron. Razones de sobra para considerarse en “un hombre afortunado”.
¿Molesta que ahora aparezca un provocador a requerir “descargas” olvidades, de las que son parecidas “un poco al piropo”, salidas de la “emoción”, atinentes al papel del añoso autor del lado del invasor norteamericano, durante la Guerra Patria de Abril de 1965?
Solo se trata de saber por qué el nonagenario no las incluye en la obra recién publicada.
No concurre en absoluto el afán de seguir los pasos del polígrafo ecuatoriano Juan Montalvo, en su obra póstuma Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895).
Montalvo escribió toda una novela, con nuevas aventuras de Don Quijote, donde desfilan Dulcinea del Toboso, Sancho Panza, Urganda la Desconocida, el Caballero de los Espejos, etc..
Para el luchador antitrujillista (para sus lectores), solo breves preguntas.
¿Ofende el interés en saber dónde duermen las “descargas” olvidadas; las vivencias concernientes al activismo de Tiberio como locutor situado en la fila del frente, al servicio del invasor del ’65?
Castellanos expresa que “a veces (,) de tanto conocer las cosas nos olvidamos de ellas” (p.174) ¿Habrá olvidado su rol en La Voz de la Zona de Seguridad, La Voz de la OEA, La Voz de los Estados Unidos, …, en contra de los constitucionalistas?
¡No es olvidar, caballero; es esquivar; es rehuir, ya que en ocasiones el texto apunta claramente hacia los momentos silenciados, y a seguidas se descarría por peteneras!
Ángela Peña apunta (29 de julio, 2006) que la “participación de Tiberio Castellanos en La Voz de la OEA ha sido calificada de contrarrevolucionaria…”.
¿Alguien lo duda?
“…me tocó en suerte -dice el nonagenario- vivir bajo tres dictaduras: Trujillo, Batista y Castro, y una corta guerra civil, la de abril de 1965. En todos estos eventos murieron compañeros y amigos míos. Sé que la mano de Dios, en más de una ocasión…me libró de la suerte que otros corrieron”. ( p. 122)
¿La mano de Dios, o los yanquis que, en la Guerra de Abril, impusieron a sangre y fuego el llamado Corredor de Seguridad que unía la Base Aérea de San Isidro, el Puente Duarte, el Hotel Embajador y la Embajada USA?
¿Qué hacía el dominicano Castellanos los días 15 y 16 de julio, cuando las tropas invasoras atacaron Ciudad Nueva violentamente, e hirieron mortalmente al poeta haitiano Jacques Viau Renaud, del Comando B-3, mientras defendía la soberanía del pueblo dominicano?
¿Estaba protegido y al servicio del invasor?
¿De quién era la voz del altoparlante de las tropas interventoras que pedía la rendición de los combatientes de Ciudad Nueva?
¡Sin duda, fue una vaina del gobierno revolucionario de Cuba apresurarse en dar trato de gusano (p. 95) al cristianísimo Tiberio Castellanos, un dominicano llamado a tener tan larga vida “descargando” como “piropos” andanadas anticastristas!
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