El intercambio entre pueblos y naciones, que durante miles de años ha contribuido a la formación de riquezas y desarrollo, es hoy satanizado por los nuevos inquilinos de la Casa Blanca, que tienen la intención de derrumbar todo un ordenamiento internacional.
En este plan demencial, Trump y su equipo parten del supuesto de que su país cuenta con “recursos ilimitados” y por tanto no necesitan nada del mundo, aunque el mundo sí necesita de ellos.
“Disponemos de recursos ilimitados, deberíamos fabricar nuestros propios autos, tenemos la madera que jamás podríamos utilizar”, anunció el mandatario esta mañana (domingo 2) en un mensaje publicado en su red Truth Social, como respuesta a la reacción de Canadá a sus decretadas tarifas arancelarias de 25 % a casi la totalidad de sus exportaciones y un 10 % a sus productos energéticos, petróleo y gas.
Contradictorio, disparatado, como siempre, en ese mismo mensaje, reitera su invitación a Canadá para que devenga el “bienamado” Estado 51 de la unión americana.
Caben pues tres simples preguntas:
-¿Si nada necesita de Canadá, por qué desea anexarlo a su país?
-¿Por qué no comienza por anexar a Haití, país del que lógicamente necesita aún menos?
-¿Por qué elige golpear primero a su vecino más cercano, mejor amigo y aliado, que lo acompañó en las dos guerras mundiales, Corea y Afganistán, y es el primero en socorrerlo en todas sus catástrofes naturales, incendios forestales, inundaciones, etc.?
Creo que quiere enviar un mensaje claro al resto del mundo: si este es el tratamiento que doy a mi “mejor amigo”, prepárense.
Argumentos infundados
Por razones históricas y geográficas (Canadá y Estados Unidos comparten la frontera más larga del mundo), cada día más de dos millares de intercambios comerciales se producen en esta frontera, y miles de personas la atraviesan por razones de trabajo o placer.
Es un comercio de cientos de millares de dólares anuales. Las exportaciones canadienses a Estados Unidos se cifran en 415 millares de dólares y las importaciones en 350 millares.
Es ciertamente un intercambio favorable a Canadá, los productos energéticos (esencialmente petróleo y gas), que representan alrededor de dos tercios del conjunto del comercio internacional de Canadá, son los responsables de esta ventaja.
Pero, contrario a lo que dice Trump, Canadá importa más bienes de Estados Unidos que lo que exporta. Las inversiones canadienses en los Estados Unidos también superan a las americanas en Canadá. También calla que el petróleo que compra a Canadá es a precio reducido, lo que al final equilibra la balanza.
Su acusación de que Canadá es responsable de la crisis sanitaria provocada por el fentanilo que entra por la frontera norte y de la entrada de inmigrantes indocumentados (sus dos otros argumentos para proceder a la imposición de estos aranceles), es insostenible. La frontera canado-americana es una de las más seguras del mundo. Solo el 1 % del fentanilo que entra a Estados Unidos pasa por ahí, y la inmigración irregular es infinitamente inferior a la que se produce en la frontera con México. El movimiento inverso, demandantes de asilo que vienen de Estados Unidos a Canadá, es mucho mayor.
La réplica canadiense
La respuesta canadiense no se ha hecho esperar. Ayer mismo (sábado 2), el primer ministro Justin Trudeau anunció que un gran número de productos americanos serán golpeados con tarifas de 25 %. Esta tasa se impondrá a un total de 155 millares de dólares de productos exportados a Canadá por los Estados Unidos, de los cuales, 30 millares a partir de este martes y 125 millares dentro de los próximos 21 días. Todas medidas consensuadas con las diferentes provincias y territorios.
Por el momento, se excluye de estos aranceles el petróleo y el gas, por la resistencia del gobierno de Alberta a que este recurso (principal riqueza de esta provincia) entre en esta guerra comercial. El gobierno federal puede utilizar este recurso como arma de represalia, independientemente de la voluntad del gobierno de Alberta, pero en aras de preservar la unidad nacional, en estos momentos turbulentos, prefiere guardarlo como último recurso.
Las consecuencias de esta guerra comercial
Las tarifas arancelarias impuestas por la administración Trump tendrán un efecto desastroso en el vecino país, reducción de las exportaciones, y, ligado a ello, pérdida del valor del dólar canadiense, desempleo, volatilidad de los mercados.
La Banque du Canada (Banco Central), evalúa que el PIB canadiense podría reducirse este año en 2.4 puntos porcentuales. Una reducción de 100 millares de dólares.
Se perderán muchos puestos de trabajo. De un desempleo de 6.5 % podría pasarse rápidamente a un 9 %.
El impacto sobre la economía americana, inmensamente más grande, será menos desastroso. Pero también le tocará su parte, por su interdependencia con la economía canadiense.
Contrario a lo que dice Trump, la economía americana necesita de muchos productos canadienses, energéticos (petróleo, gas, electricidad), aluminio, cobre, uranio para alimentar sus centrales nucleares, semiconductores, etc.
Para comenzar, gran parte del aluminio que consume proviene de Quebec, material que entra en la fabricación de muchos componentes, desde latas de cerveza hasta aviones. Y es impensable que los precios de estos productos permanezcan inalterables.
Vendrá más inflación y perturbación en la cadena aprovisionamiento de las empresas en ambos lados de la frontera.
¿Podrá Trump doblegar a los canadienses, rendirlos a sus pies, forzarlos a suplicar su adhesión a la unión americana?
Creo que subestima su capacidad de resiliencia, a mantenerse en pie, y, sobre todo, su orgullo de ser, si no el mejor, uno de los mejores países del mundo.
Contrario a Trump, los canadienses no pretenden tener recursos infinitos, pero sí saben que tienen inmensos recursos, comenzando por una población educada, con capacidad de innovación, que es en definitiva lo que más cuenta. Tienen además una economía bastante robusta y recursos para auxiliar empresas e individuos hasta que pase la tormenta Trump, siempre que su reino no sea infinito, como los recursos que pretende tener.
A la larga, el país saldrá fortalecido, se reforzará la unidad nacional y la capacidad de tenerse de la mano unos y otros. También se acelerará la eliminación de las barreras que obstaculizan el intercambio entre las provincias, se consumirá más productos Made in Canada y se explorarán nuevos mercados. No hay mal que por bien no venga.