El cariño se teje
con detalles cotidianos,
se sostiene
con lealtad compartida,
perdura
con la confianza básica,
se renueva
con simpatía liberadora,
muere
con la desconfianza,
se afirma
con fe transformadora,
se acrisola con el amor.
El Señor da testimonio
de amistad,
la suscita con vehemencia,
para expandir
la comunión humana
y construir relaciones sin violencia.
Gracias, Señor, por
la energía que alientas en la amistad,
el amor que multiplicas como don,
la afición natural que produce aprendizajes,
las conversaciones que resaltan tu simpatía,
el aprecio a las experiencias
que te hacen presente en la vida.
Compartir esta nota