El Instituto Duartiano ha separado de su dirección al doctor Julio Manuel Rodríguez Grullón, reconocido médico pediatra, hematólogo e historiador. Como diríamos en mi barrio, Julio Manuel no es un aparecido, es un ciudadano con una larga hoja de servicios a su país que ha merecido ser escogido en vida para designar con su nombre el hospital pediátrico de la Ciudad Sanitaria Luis E. Aybar. De repente escuchamos ha sido destituido de la dirección del susodicho organismo y podríamos entender se trata de un “réprobo”. Es lo deplorable del caso, por aquello de calumniáis que algo queda…
Esa institución nunca ha sido de nuestro agrado, porque su creador se proclamaba biógrafo de Juan Pablo Duarte para denostarlo de manera solapada, cuando insistía en ubicarlo como un “Cristo de la libertad”. Es decir, que Duarte los problemas políticos sociales los enfrentaba orando, cuando sabemos que fue un intransigente combatiente por la independencia absoluta de los dominicanos. Nunca fue un fanático antihaitiano, como pretenden algunos colocarlos en la realidad dominicana de hoy.de
Duarte fue el joven que a su regreso de Europa sentenció lucharía por implantar los fueros y libertades de Barcelona. Entendía se debía exigir la autonomía dominicana al Gobierno haitiano, como también predicó Pedro Francisco Bonó. Se convenció de que ante la tiranía de los vecinos no era posible ese tipo de organización federativa, como se lo manifestó a su compañero José María Serra y decidió crear un movimiento para separarnos de los haitianos y fundar un país libre e independiente, advirtiendo no los odiaba, pero que ellos habían hecho imposible la fusión:
“Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo cómo los vence y cómo sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor; pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre, ¿lo habrán hecho para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano? ¡No más humillación! ¡No más vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la Republica Haitiana, ¿por qué han de estar los dominicanos sometidos, ya a la Francia, ya a España, ya a los mismos haitianos, sin pensar en constituirse como los demás? […].
Formada la Sociedad Trinitaria y en los momentos activos de la lucha contra los dominadores, no vaciló en unirse a los haitianos liberales Hérard Dusmele y David Saint Preux, quienes organizaban la revolución de la Reforma para derrocar al tirano Boyer. Tras La Reforma, junto a sus compañeros participó en un organismo mixto dominicano-haitiano, pero ante la insistencia tiránica de la clase gobernante haitiana entonces dirigida por Charles Hérard, se hizo inevitable el rompimiento.
Tras la fundación de la República, cuando de modo aleve se pretendía entregar la nueva nación a Francia, fue la actitud rebelde de Duarte que frustró ese proyecto antinacional en la asamblea pública del 26 de mayo de 1844, esto le costó la expatriación permanente.
Durante la anexión a España, toda la prensa colonial condenó su decidida voluntad de participar en la lucha por la Restauración de la República, su integración como combatiente fue frustrada por los baecistas infiltrados, bajo la dirección de Pepillo Salcedo, que apelaron al subterfugio de obligarlo a salir como diplomático.
Luego cuando Báez trataba de anexar el país a los Estados Unidos, nos dejó clara su posición sobre el particular:
[…] protesto y protestaré siempre, no digo tan sólo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquier otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y cercenar nuestro territorio contra cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano”.
Desde que la institución de referencia fue creada, se hizo con la intención de desvirtuar el anticolonialismo de Duarte y presentarlo como un prócer antihaitiano. Además de disputarle su liderato de Padre de la Patria, colocándole dos acompañantes, cuando él fue creador del proyecto de nación de modo exclusivo y su máximo defensor en los momentos críticos La triada de los padres de la patria fue un inventó de Lilís en 1893 para complacer al hijo de Sánchez que era funcionario de su Gobierno y a Manuel de Jesús Galván un furibundo santanista, compensándolo integrando a un correligionario. Posteriormente Trujillo la aumentó, ellos eran los padres de la patria vieja y Trujillo el padre de la patria nueva. Tras el ajusticiamiento del tirano, solo quedó la antigua triada.
La entidad tiene esa histórica responsabilidad, salvo los momentos que fue orientada por historiadores como Emilio Rodríguez Demorizi y Vetilio Alfau Duran, quienes desarrollaron una labor doctrinaria con múltiples publicaciones y conferencias proyectando el pensamiento democrático promovido por Duarte. Fuera de este espacio, reiteramos la institución ha devenido en promotora de la triada y lo peor generadora de una imagen de un Duarte racista, que auspiciaba eliminar todos los haitianos.
Con estas posiciones retardatarias facilitan falsos argumentos a los enemigos del Duarte anticolonialista, para que no solo aquí sino en el exterior se pretenda imputarle el sambenito de xenófobo. Argumento aprovechado por sectores haitianos racistas, para propagar calumnias contra nuestro Padre de la Patria. Ya hace varios años intentaron que se derribara su estatua en New York, bajo esa falsa reconvención.
Cual ha sido el pecado de Rodríguez Grullón, manifestar que tenemos que convivir con los haitianos. ¿Eso es mentira? No, no solo porque ellos con su fecundación alegre (la plaçage) apuestan a ser mayoría en nuestro territorio en el futuro, podemos pensar en exterminarlos, eso es para mentes trogloditas como Trujillo. Con los haitianos hay que ordenar su presencia, no permitirles desarrollen con éxito la invasión de los úteros. Pero tendremos que hablar con sus gobiernos, con sus grupos organizados y tolerar la presencia de los regularizados. Decir que tenemos que convivir con los haitianos no puede ser un delito, es una realidad insoslayable, solo los intolerantes proceden de esa manera. Si debemos dosificar esa presencia.
Julio Manuel es un dominicano harto honorable, que pudo permanecer en el exterior realizando medicina en centros de salud muy modernos, eso me consta. Prefirió regresar con sus conocimientos y buena voluntad a su país, a ponerse a disposición de los necesitados en hospitales de pobres, como el Reid Cabral y Luis Eduardo Aybar.
Cuando llegué al Colegio Médico en 1981 como un aguerrido dirigente estudiantil desde la UASD, de inmediato entré en contradicciones con los dos presidentes de la época, Pablo Yermenos Forastieri y Julio Manuel Rodríguez Grullón, estar cerca de ellos me valió conocerlos y entender sus afanes por la salubridad del pueblo dominicanos, mucho me ayudó a comprenderlos Nelson Astacio el patriarca del Luis E. Aybar y gran líder gremial.
Julio Manuel, primero se enfrentó a la multitud que a diario satura las consultas de mi hospital Robert Reid Cabral, pasó al Luis E. Aybar a organizar un servicio de pediatría que en principio solo lo tenía a él como médico, luego consiguió dos ayudantes.
Dentro de las precariedades y las múltiples demandas asistenciales, con los médicos internos y pocos médicos ayudantes organizó un servicio de pediatría moderno, que presta atención e internamiento durante las 24 horas del día a todos los barrios humildes desde Guachupita a Gualey. Esa labor portentosa ha llevado que en vida se reconozca su labor y el hospital pediátrico de la Ciudad Sanitaria Luis E. Aybar, ha sido designado con su nombre. No es un premio a su parecido a un aristócrata como me decía un médico ya fallecido, sino al entusiasmo desarrollado por este médico tratando de servirle a su sociedad desde uno de los sectores más empobrecidos.
Como aficionado a la escritura, no puedo dejar pasar por alto, otro de los enormes aportes de Julio Manuel Rodríguez Grullón, la codirección de la prestigiosa revista Acta Médica Dominicana, junto a mi querido maestro Mariano Defillo, uno de los más rigurosos científicos dominicanos. Sus ejemplares ratifican este testimonio.
Su labor no queda ahí, como docente ha sido una estrella. Por eso, el Colegio Médico Dominicano y la Sociedad Dominicana de Pediatría lo han designado Maestro de la Pediatría Dominicana. La Universidad Autónoma de Santo Domingo lo ha distinguido con su máximo grado académico, Profesor Meritísimo. ¿Esto ha sido por demagogia? No, por su labor oportuna en protección de la sociedad. Al país no se le defiende saliendo con banderitas dominicanas a decir que debemos extirpar a todos los haitianos, se le ampara de todo corazón aportando nuestro trabajo para el feliz desarrollo social.
Julio Manuel es tan dominicano como el que más, reflexivo, no es intolerante. He considerado pertinente escribir estas líneas, que me traerán un seguro disgusto con el maestro, lo conozco muy bien. Pero estoy acostumbrado a contender con él, como lo hicimos en el pasado junto a Morocho, César Gómez y José Miguel Ferreras, cuando éramos sus adversarios gremiales. Maestro a usted también la historia lo absolverá.
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