“El error no es ceguera, el error es “cobardía” (Friedrich Nietzsche)
¿Usar la comida como carnada para cazar y matar seres humanos, es propia de seres humanos civilizados?
Las generaciones de líderes desde Moisés hasta Josué han marcado la cultura y el ser hebreo, en la búsqueda de la tierra prometida capitaneada por un Dios guerrero, Yahvé.
Tierra prometida habitada por los cananeos. Jericó, ubicada en la región de Palestina conocida como la ciudad de las palmeras, codiciada por la calidad de sus tierras y sus manantiales, hoy llamada “Las Vegas en el Mar Muerto”. La historia la coloca como la ciudad más antigua y hermosa del mundo antiguo, cuna de la civilización con un nivel de más 250 metros por debajo del mar: único y privilegiado que mueve a la codicia de Israel para poseerlo y controlar el Mar Mediterráneo. Veamos que dice el libro de Josué:
20 Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó sin detenerse y tomó la ciudad. 21 Mataron a filo de espada a todo hombre y mujer, joven y anciano. Lo mismo hicieron con las vacas, las ovejas y los burros; destruyeron todo lo que tuviera aliento de vida. ¡La ciudad entera quedó arrasada! (Josué 6,20-21).
La maldición del anatema de hace más de 10 mil años, se ensaña por nueva vez contra los niños y niñas de Palestina. En el pasado la premonición al derribar las murallas de Jericó hecha por Josué, fue matar a todo ser viviente en Jericó y de manera preferente los niños por ser el anatema de destrucción al ser ofrecidos al dios Moloc vivos por los habitantes de Jericó en sus ceremonias. La forma de silenciar el llanto y la desesperación de los niños era con música disipadora del ruido estridente.
Hoy, el dios Moloc se reencarna en el ejército de Israel, que trata de terminar el trabajo trazado por el Gabinete de Guerra Israelí como objetivo militar de la invasión a la actual Palestina: asesinando todos los niños y niñas, exterminando la población de Palestina con un horroroso genocidio. Con la mayor crueldad arrasar con un miserable y masivo crimen de guerra, con un holocausto asqueroso y; una abominable carnicería humana que niega la condición humana de quien la ejecuta y la lleva a cabo.
La población palestina, la Palestina agredida, inicia su proceso educativo a los 2 años y lo concluye a los 18 años, esto, antes de la guerra y la invasión a sus territorios. Para entonces, la población infantil de Palestina tenía el más bajo nivel de no escolaridad, un 2 %, de esa región del Medio Oriente.
Esta realidad alcanzada para los niños de Palestina explica el por qué matar con el arma de destrucción masiva más miserable los niños y las niñas de Gaza, el hambre. Explica, también, la saña al destruir de forma total y brutal las infraestructuras escolares y universitarias, hospitales y refugios. Más que nada, explica, la intención en el plan de guerra que subsiste oculta, cuyo objetivo verdadero y propósito único, es devastar desde sus cimientos su existencia como pueblo con derecho a la vida y a un territorio que les pertenece.
Los muertos en túneles inundados, bombardeos indiscriminados, tanquetas militares, ataques navales y aéreos, francotiradores, ofensiva terrestres y hambre como arma de guerra, ha tenido un costo en vidas humanas palestinas asesinas de más 450 mil, de las que se han recuperado 60 mil cuerpos (según Universidades prestigiosas). “No matarás”, es el 5to mandamiento de la ley de Dios entregada a Moisés en la que prohíbe el homicidio voluntario y quitar la vida a inocentes.
Concluyo con el llamado hecho en su momento por el presidente John F. Kennedy, quien, para mí, junto Thomas Jefferson, son dos de los grandes presidentes estadounidenses. En su llamado Kennedy reflejaba su preocupación por la guerra: “Si el mundo no para la guerra, la guerra destruirá el mundo".
Otras publicaciones sobre el tema:
Compartir esta nota