En el horizonte de la teoría estética contemporánea, la obra crítica de Odalís G. Pérez despliega una escritura que no se conforma con describir el arte, sino que lo piensa como proceso. Sus artículos La germinación poética: aspectos y singularidades (Pérez, 2024a) y Estética de los organismos (Pérez, 2024b), publicados en Acento, constituyen una dupla de reflexiones que, aun siendo autónomas, dialogan de manera fértil. En ellos, la poesía y el arte son concebidos como fenómenos en permanente devenir, como organismos que brotan, respiran y se transforman en contacto con el lenguaje, la naturaleza y la conciencia humana. Este ensayo propone una lectura crítica de ambos textos, explorando sus coincidencias, sus proyecciones y las posibilidades que abren para la crítica de arte, el cine y la gestión cultural en el Caribe contemporáneo.
La germinación poética: palabra que brota
En La germinación poética, Pérez (2024a) utiliza la metáfora de la germinación para describir el modo en que el poema surge como un acto de nacimiento incesante. La poesía no es un objeto acabado, sino un proceso de emergencia en el que el lenguaje se despliega más allá de su función comunicativa. El autor convoca a filósofos como Heidegger y a poetas como Joumana Haddad o Seferis para mostrar que la palabra poética habita en un espacio liminar: entre el silencio y la voz, entre el vacío y la plenitud. El poema es una semilla que germina en el terreno de la hermenéutica, siempre abierto a nuevas interpretaciones.
Esta visión coincide con la idea de que la poesía no solo representa el mundo, sino que lo crea. Pérez señala que el acto poético “germina en la lengua y en la conciencia, generando sentidos que no se agotan” (2024a). La germinación, entonces, es un modo de pensar el tiempo: un presente en constante ebullición que rehúye el cierre definitivo. En un contexto dominicano y caribeño, donde la oralidad, el ritmo y la hibridez cultural marcan las prácticas artísticas, esta metáfora adquiere una resonancia particular. La poesía germina en la música popular, en el habla cotidiana, en los imaginarios mestizos que desafían las categorías rígidas.
La estética de los organismos: naturaleza como fundamento
En Estética de los organismos, Pérez (2024b) amplía el campo de la reflexión hacia lo orgánico. Aquí la estética no se limita a las obras de arte, sino que abarca los procesos vitales, los cuerpos, los sistemas naturales y cósmicos. El autor recurre a la tradición filosófica clásica —de Aristóteles al logos presocrático— para situar la percepción estética en un terreno más amplio: la sensibilidad hacia la vida misma. Los organismos, desde los más diminutos hasta los astronómicos, revelan estructuras, proporciones y ritmos que el arte puede capturar, reinterpretar o prolongar.
Esta propuesta resuena con corrientes contemporáneas como la estética ecológica o el nuevo materialismo, que buscan superar la separación entre cultura y naturaleza. Para Pérez (2024b), “el arte se vincula a la energía de lo vivo”, reconociendo que la experiencia estética se alimenta de la materialidad del mundo. En un momento de crisis ambiental global, pensar el arte como organismo no es solo una metáfora poética, sino una urgencia política. La estética de los organismos invita a considerar cómo las prácticas artísticas pueden contribuir a la conciencia ecológica, a la preservación de ecosistemas y a la reconfiguración de nuestra relación con el planeta.
Puntos de convergencia: proceso, vida y devenir
Aunque La germinación poética se centra en el lenguaje y estética de los organismos en la naturaleza, ambos textos comparten una ontología del devenir. Tanto la germinación de la palabra como el crecimiento de los organismos implican movimiento, transformación, apertura. Pérez rechaza la idea de la obra como producto cerrado y propone entender el arte como un proceso vital, siempre en gestación. En este sentido, la poesía y la naturaleza no son esferas separadas, sino expresiones de una misma dinámica de creación.
Esta perspectiva tiene implicaciones profundas para la crítica de arte y para la gestión cultural. En lugar de valorar únicamente los objetos terminados —el poema publicado, el cuadro colgado, la película estrenada—, se invita a reconocer los procesos de creación, los estados intermedios, las relaciones que se tejen en el camino. La germinación y la organicidad se convierten así en criterios para evaluar la vitalidad de una obra o de un proyecto cultural.
Resonancias caribeñas: lo germinal en la cultura dominicana
Llevar estas ideas al contexto dominicano abre un campo fértil de exploración. La cultura caribeña, marcada por el mestizaje, la improvisación y la resistencia, se presta a ser pensada en términos de germinación y organicidad. La poesía de autores como Pedro Mir o Frank Báez germina en la calle, en la música, en la memoria colonial; su vitalidad no depende de una forma pura, sino de la capacidad de absorber y transformar influencias. Del mismo modo, las artes visuales dominicanas han experimentado una apertura hacia materiales y procesos que dialogan con la naturaleza, desde las instalaciones con elementos vegetales hasta el cine documental sobre ecosistemas costeros.
La gestión cultural puede encontrar aquí una guía. Proyectos como rutas de cine itinerante, festivales de arte ecológico o residencias en entornos naturales encarnan la idea de que el arte es organismo: se mueve, respira, se adapta a los territorios. Una “estética de los organismos” no se limitaría a exponer obras sobre la naturaleza, sino que integraría la sostenibilidad en la logística, en los materiales, en la relación con las comunidades.
Crítica y proyección
Si bien la profundidad filosófica de Pérez es indudable, su enfoque deja abiertos algunos desafíos. Por un lado, la referencia constante a pensadores europeos puede generar la sensación de una teoría “deslocalizada”. Sería estimulante articular más explícitamente estas nociones con las tradiciones afrocaribeñas, taínas o afroatlánticas, donde la idea de lo orgánico y lo germinal posee connotaciones propias. Por otro lado, en Estética de los organismos, la dimensión política de la crisis ecológica aparece solo de manera tangencial. En un momento en que el arte ecológico se vincula con luchas territoriales y derechos ambientales, cabría preguntarse cómo esta estética puede traducirse en prácticas concretas de resistencia.
No obstante, estas ausencias pueden leerse como invitaciones. La germinación poética, al ser un proceso inacabado, reclama la intervención de nuevos lectores y contextos. La estética de los organismos, al poner el acento en la vida, nos convoca a extender el pensamiento hacia el activismo, la educación y la gestión de políticas culturales sostenibles.
Arte, cine y tecnología: nuevos organismos
En el terreno del cine, las propuestas de Pérez dialogan con las tendencias del llamado “cine de lo real” y las prácticas experimentales que privilegian la atmósfera, el ritmo y la materialidad por encima de la narrativa lineal. Películas dominicanas recientes que trabajan con paisajes, cuerpos y silencios pueden leerse como organismos en germinación, donde la experiencia sensorial es tan importante como el argumento. Incluso el cine digital, con su capacidad de manipular texturas y tiempos, puede entenderse como un nuevo organismo: un híbrido de naturaleza y tecnología.
Asimismo, la noción de organismo se expande en la era de la inteligencia artificial y la biotecnología. ¿Cómo germina la poesía en un entorno donde las palabras pueden ser generadas por algoritmos? ¿Qué estética de los organismos emerge cuando lo “vivo” incluye sistemas híbridos, máquinas que aprenden, redes neuronales artificiales? Las preguntas de Pérez, lejos de cerrarse, se multiplican.
Conclusión: hacia una cultura que respira
Los artículos de Odalís G. Pérez ofrecen, en suma, una invitación a pensar el arte como un ser vivo. La germinación poética nos recuerda que la palabra es semilla, que el poema nunca termina de nacer. La estética de los organismos nos lleva a reconocer que la sensibilidad artística se nutre de la materia, de los cuerpos, de la energía de la vida. En un tiempo marcado por la crisis ambiental, la aceleración tecnológica y la fragmentación cultural, estas ideas adquieren una potencia renovadora.
Para la crítica de arte, implican valorar los procesos tanto como los productos. Para la gestión cultural, sugieren modelos de trabajo que integren sostenibilidad, diálogo con la naturaleza y apertura a lo inesperado. Para el cine, ofrecen claves para explorar formas narrativas que respiren, que se expandan como organismos.
En el Caribe, donde la historia misma es un continuo de germinaciones —de lenguas, de pueblos, de imaginarios—, estas reflexiones pueden convertirse en motor de proyectos que celebren la vida en todas sus formas. Pensar el arte como organismo no es solo una metáfora; es una estrategia para habitar un mundo que, como la poesía, siempre está naciendo.
Referencias
- Pérez, O. G. (2024a). La germinación poética: aspectos y singularidades. Acento. https://acento.com.do/opinion/la-germinacion-poetica-aspectos-y-singularidades-9539026.html
- Pérez, O. G. (2024b). Estética de los organismos. Acento. https://acento.com.do/opinion/estetica-de-los-organismos-9542267.html
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