Antes de iniciar, agradezco la invitación de presentarme hoy ante ustedes, pero… me apresuro a advertirles que si hay algún responsable de ese error… no es mío, sino de quienes tuvieron la osadía de invitarme a hablarles de ese gran rompecabezas que son los flujos migratorios que se esparcen a lo largo y ancho de la geografía e historia universal.

Con la premura con la que exculpo mi atrevimiento, la de presentarme ante ustedes para hablar de asuntos de los que no soy especialista, paso a exponerles cómo procederé.

Primero, presentaré a uno de los actores que encarnan un papel protagónico en el mundo de las migraciones contemporáneas.

Luego resumiré, en apretados párrafos, cuáles son los principales conflictos que uno de esos actores suscitas en diversos ámbitos nacionales.

Tercero, les presentaré un axioma que da cuenta de las realidades y contradicciones que la migración genera en el ámbito nacional y en el internacional.

Y, por último, aplico ese enunciado teórico para, como propósito de mis palabras, someter a discusión la conveniencia o no de diversas líneas de acción que permitan, en el terreno de los hechos, que nuestra civilización supere un proceso de nacionalismo rancio, estéril, que la lleva a su propio proceso de aislamiento e involución o endogamia cultural.

  1. El actor protagónico: el inmigrante 

A lo largo de la historia universal, se pueden identificar cuatro grandes categorías de migrantes: el invasor, el deseado, el tolerado y el intruso.

2.a El inmigrante invasor es aquel que irrumpe por la fuerza en un país que asedia por motivos geopolíticos, económicos y/o militares. Ejemplo clásico de lo dicho son los ‘bárbaros’ euroasiáticos que un día ya lejano osaron traspasar las fronteras del imperio romano, y cuyos descendientes hoy se encuentran entre los habitantes más civilizados de Europa. La clave de tal transformación reside en la capacidad de los vencidos, en asimilar y aculturar a los vencedores.

Obvio, ese modelo es traumático, en su inicio, pero no necesariamente en su desenlace histórico.

2-b El inmigrante deseado es aquel que ostenta alguna calificación de interés para la sociedad que lo necesita y recibe. Esa calificación puede ser, desde algún conocimiento o dominio científico de punta, hasta posesión de capital financiero o simple dominio profesional o de alguna destreza técnica. Por eso, diversas entidades interesadas de la sociedad receptora lo procuran y, por ende, resulta ser un inmigrante poco o nada problemático.

En tales circunstancias, tanto al inicio, como al término, este inmigrante es bienvenido en el núcleo social que lo recibe en medio de un proceso migratorio recíprocamente beneficioso y nada traumático.

1.c El inmigrante tolerado –sea por motivos políticos o, mayoritariamente, económicos- es aquel que entra y/o permanece en el país de acogida de manera documentada, es decir, legal.

Con su estancia migratoria en regla, tiene acceso regulado al mercado laboral, lo cual le garantiza mayor seguridad de sus derechos civiles, económicos y humanos. Igualmente, siguiendo una normativa preestablecida, en un lapso de tiempo predeterminado, ve –al alcance de su esfuerzo– las puertas de la asimilación definitiva por medio de la nacionalización o naturalización en el país en que reside.

1.d El otro, el inmigrante intruso, es indocumentado. Llega sin papeles, acompañado de expectativas de mejoría imaginarias, aumentando una presión demográfica que añade penuria y malquerencia en la sociedad a la que se adhiere, y cargado de una pobreza material y cognoscitiva que lo encadena laboralmente.

Por supuesto, el intruso viene motivado -al igual que los anteriores- por su interés individual, solo que en su travesía y establecimiento en suelo ajeno, violenta el ordenamiento del Estado de derecho en el que pretende instalarse –como antaño el invasor– en una condición migratoria irregular.

Esa contrariedad –entre su interés individual y la obligatoriedad universal del derecho de la sociedad que lo acoge—mantiene al intruso generando riqueza ajena, dada su condición de mano de obra barata que acapara las actividades económicas más duras y peor remuneradas en la sociedad receptora. Y, así, su desempeño laboral beneficia los intereses de uno o más sectores económicos de la parte que los acoge, al tiempo que beneficia a los que, arropados por la complicidad, participan de una lucrativa modalidad moderna de tráfico de personas.

En resumen, de esos cuatro grupos de migrantes –el invasor, el deseado, el tolerado y el intruso– este último, así como sus descendientes en iguales condiciones, son  los más vulnerables a la hora de materializar sus aspiraciones más legítimas y usufructuar los derechos humanos, migratorios y civiles que formalmente lo amparan. Y, al mismo tiempo, no dejan de ser, entre los lugareños con los que cohabitan, los más controvertidos. 

  1. El contrariado fenómeno migratorio

En verdad, la problemática migratoria se centra hoy día en el migrante intruso. Si bien contribuyen a la generación de riqueza en el país en que se insertan, no por eso se les deja de tener como una carga al fisco, como un usurpador de puestos de trabajo en el mercado laboral y, peor aún, como el enemigo número uno de la patria que los soporta.

2.a Una carga al fisco, porque al intruso se le tiene en condiciones irregulares como un peso muerto para el presupuesto público (salud, educación, alojamiento y seguridad).

Pero, ¿por qué tanta ojeriza y oposición a dichos inmigrantes, si existen sobrados estudios que demuestran todo lo contrario, pues ellos son los que ocupan las plazas más inhóspitas que los locales abandonan, trabajan más horas que los lugareños y dependen menos de los servicios sociales gubernamentales?

La respuesta llega arropada por dos motivos viscerales.

2.b La población oriunda del país receptor percibe al inmigrante intruso en condición migratoria irregular, al igual que a sus descendientes en idénticas condiciones, como un usurador, pues priva de sus puestos de trabajo a la población local.

2.c Al mismo tiempo, enciende las pasiones y la inquina de las disputas, cuantas veces se les percibe con ojeriza como enemigos de la patria. El presupuesto genera es que los intrusos e indocumentados son una verdadera amenaza real a las costumbres, valores, tradiciones e identificaciones nacionales de los lugareños. Por tal motivo, suscitan continuos dime y direte de repulsas, recriminaciones y divisiones entre ellos y los decepcionados nacionales u oriundos del país de acogida.

Lo más paradójico de ese reflujo de incriminaciones es que la soga siempre rompe por lo más débil. No suelen ser enjuiciados los intocables, –es decir, los funcionarios, autoridades gubernamentales o señores particulares en general– que los traen, los ponen y/o dejan trabajar,  en violación de las leyes migratorias y laborales vigentes e, incluso, de los derechos –humanos o no– contenidos en acuerdos y pactos internacionales de los que el país de acogida es signatario. Nada de eso, por algo, son intocables. De modo que las víctimas –transformadas en agresores e invasores, por efecto de la retórica y de las pasiones encendidas— son las únicas alcanzadas por la mano de la justicia o de cualquier disposición normativa de índole laboral o migratoria.

  • Axioma migratorio

En medio de la maraña de malquerencias suscitada por el fenómeno migratorio contemporáneo, –debida excepción de sociedades como la rusa, la china u otras pocas que no parecen atraer inmigrantes, y menos si son intrusos–, la solución no es ni debe ser la expulsión masiva e indiscriminada, tampoco la regularización sin control, de legiones de inmigrantes, fundamentalmente, intrusos.

Pero entonces, respetando ambos parámetros, ¿cómo concebir y vislumbrar un plan de acción para superar tantos inconvenientes y desafueros?

Las naciones y los Estados de derecho necesitan una política salomónica, firme y responsable, que respete los derechos humanos y tantos otros como los laborales, migratorios, económicos y civiles, sin por ello sacrificar la legalidad ni la identidad nacional.

De dicha necesidad surge un axioma migratorio inapelable en sus tres ámbitos de incidencias:

Cada Estado nación (1ro) tiene derecho pleno a establecer y aplicar sus leyes y regulaciones migratorias;

pero, (2do) no imponiendo su propio orden institucional de forma antojadiza, es decir, en contra de la realidad socioeconómica de un aglomerado de migrantes intrusos e indeseados de cuya existencia y reproducción él es corresponsable, sino

(3ro) garantizando la universalidad normativa de su estamento institucional por medio del aval de un ordenamiento global compartido que, contando con la libre adhesión a él de cada nación en particular, sea constitutivo de la integridad de cada Estado de derecho a nivel nacional.

De no ser así, la máxima de Benito Juárez —“entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”– un burdo hazmerreír

Pero si el axioma es verdadero, tal y como sostengo, es urgente diseñar, implementar y evaluar eficientes y suficientes planes de acción, país por país, capaces de solventar las más intricadas contrariedades y divisiones migratorias.

Por ejemplo, presuponiendo que la política migratoria vaya de la mano con el funcionamiento del mercado laboral en la gran mayoría de los países hoy día, las líneas de acción -imprescindibles- son,

1ª Reformar y/o aplicar la política migratoria, en el contexto de los compromisos internacionales asumidos por cada país, y articularla en función de los requisitos y las necesidades de su aparato productivo;

2ª En lo que al buen funcionamiento del mercado laboral de cada país se refiere, definir, a partir de la mano de obra ya existente en ese mercado, la que se requiere, para regularizar la ya disponible y, de ser necesario, autorizar nuevos ingresos. De manera concomitante, evaluar e implementar opciones de mecanizar diversas labores que mitiguen la dependencia de mano de obra suplida por migrantes intrusos; y, entonces,

3ª Velar, por el más fiel cumplimiento del orden establecido por medio del reforzamiento de su régimen de consecuencias.

  1. La pregunta

Ahora bien, en el antedicho contexto axiomático del fenómeno migratorio, finalizo dejándolos con una cuestión que, ojalá, cada uno de ustedes decida responder:

¿Qué haría usted para corregir o completar lo hasta aquí dicho y, así, evitar que cada país termine aislado en sí mismo, como si pudiéramos darle marcha atrás al reloj de la historia y retrotraernos a los períodos ya idos de imperios antagónicos entre sí, a la época feudal con terruños independientes, o antes al tiempo de las bandas familiares, guarecidas en sus cavernas? ¿Cómo evitar la tentación del pavo rea,  y, por fin, ser capaces de materializar una normalización más sostenible y culturalmente más enriquecedora de la migración en todas sus dimensiones, nacionales e internacionales?

Así, pues, allanado el camino a la pregunta migratoria crucial, les cedo la palabra a cada uno de ustedes, en busca de mejores análisis conceptuales y de respuestas prácticas más funcionales que las mías; pero no sin antes desearles –a los estudiantes aquí presentes– éxitos en su formación y a todos decirles: muchas gracias, por su presencia y atención. 

Fernando Ferran

Educador

Profesor Investigador Programa de Estudios del Desarrollo Dominicano, PUCMM

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