Como afirma el filósofo Michael Sandel en su libro La tiranía del mérito, transcurren tiempos peligrosos para las democracias actuales.Vivimos un renovado ascenso de líderes populistas que cultivan la xenofobia, así como el más descarado desconocimiento de los derechos humanos y de los principios básicos de la convivencia democrática.
A la referida situación, se une la negligencia e incomprensión del fenómeno por parte de los partidos tradicionales. Preocupados de manera exclusiva por sus proyectos electoralistas, dichos partidos son indiferentes a la “nueva derecha”. Minimizan la articulación pública de la misma, sus manifestaciones de odio y de violencia, pensando que se trata de un movimiento neutralizable, o peor aún, aprovechable como objeto de capital político.
La postura de muchos comunicadores e intelectuales con respecto al fenómeno es de desprecio y ridiculización. Asumiendo posturas intelectualistas, creen que la falta de educación formal y cívica de los líderes populistas, su incapacidad para elaborar discursos con un mínimo de coherencia, sistematicidad y fundamentación, basta para descalificarlos y derrotarlos en el espacio público.
Aunque suene paradójico, dichas debilidades los fortalecen ante un segmento importante de la población, aquella que ha sido excluida del sistema educativo, de la cultura democrática y cosmopolita. Esto no significa que estemos solo ante un problema reducible a la falta de educación y de cultura democráticas. Hay un problema más complejo relacionado con la exclusión social y el resentimiento.
Como señala Sandel, una gran parte de los excluidos por el modelo de la globalización se encuentran resentidos contra las élites tradicionales a quienes ven como responsables de su marginación económica y social; al mismo tiempo, se sienten desplazados por los emigrantes que laboran en una economía de mercados abiertos.
No es de extrañar que, en diferentes países, liderazgos populistas hayan logrado éxitos electorales articulando un discurso xenófobo y sintonizando con las emociones de los derrotados por la globalización. Esta situación puede servirnos de experiencia para la sociedad dominicana.
También nuestro pais vive “dias de ira” en que un peligroso movimiento de naturaleza antidemocrática sintoniza contra los resentidos de un modelo económico que ha enriquecido a las oligarquías tradicionales mientras ha excluido de modo sistemático y durante décadas a millones de personas.
Este movimiento venera tiranos y líderes autoritarios, enarbola un discurso de odio y cristaliza en nuestras calles actos de violencia física y psicológica con la indiferencia o la complicidad de las autoridades públicas y los principales partidos de la oposición.
La contabilidad electorera estimula a la “negociación” o a la concesión de espacios de poder a un conjunto de bandas con vocación paramilitar que no se sentirá satisfecha hasta que logre su propósito de asaltar las instituciones democráticas y doblegarlas en nombre de la patria o del futuro de la nación dominicana.
Hoy, los enemigos de estos grupos son la migración haitiana, así como los dominicanos que no comparten su paranóica idea de la identidad nacional y los confrontan en los medios y en las calles. Mañana, será cualquiera que contradiga sus ideas e intereses.
Nunca como hoy, el famoso poema del pastor protestante alemán Martin Niemöller, atribuido al dramaturgo Bertolt Brecht, debe servirnos de advertencia:
“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
Porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no portesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío,
Cuando finalmente viniero a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera protestar”.
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