Hay obras que, por su escasa o ninguna calidad, pasan con mucha pena y sin ninguna gloria ante el ojo escrutador de la opinión pública ya que no tienen fundamento y carecen, por consiguiente, de rigor lógico.
Justamente por eso, en todo caso, son de mal gusto y duración fugas.
Nadie, en su sano juicio, sentiría curiosidad de leerlas siquiera superficialmente.
Los tienen la osadía de leerlas por vez primera no tendrían el ánimo necesario para pensarlas o leerlas por segunda vez.
Debido a ello, irían a parar, más temprano que tarde, al abismo del olvido. Por eso, nadie las tendría en cuenta, ni, mucho menos, las extrañarías.
Sus orientaciones, confusas y nada claras, conducirían la razón por senderos angostos, de tinieblas e incertidumbres.
Con la obra “El discurso para edificar a la nación” ocurre todo lo contrario, porque es novedosa, creativa, plural y agradable lectura, por su gran calidad histórica, política, estética y sociológica.
Su contenido, sobrio, sustancioso y coherente, no podía ser mejor, en tanto ofrece interpretaciones inteligentes y prudentes sobre importantes discursos que, las más de la veces, han dejado su impronta en la conciencia colectiva.
Agustín Cortés Roble, medita y reflexiona varias piezas discursivas. Lo hace de manera razonable y, sobre todo, sin prejuicio alguno.
Y lo más importante: no se distrae con los adornos metafóricos de algunos de esos discursos, ya que penetra sus sentidos más ocultos y descodifica la intención de sus mensajes y metamensajes.
Muchos desdeñan la historia. No les interesa para nada, motivo por la cual estarían, quizás sin quererlo, condenados a repetir muchos deslices del ayer.
Cortés Robles, en cambio, si valora la historia y reconoce su gran importancia para aprender de ella y evitar equivocidades sobre el pasado.
Solamente así y no de otra manera, se avanzaría por caminos de bien, progreso y desarrollo.
La primera edición de la obra” Discurso para edificar la nación”, recibió el apoyo entusiasta e incondicional de la Universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU).
La misma fue acogida con beneplácito por el rector de esa alta casa de estudio: el Arq. Miguel Fiallo Calderón y el Dr. José Chez Checo, coordinador del Consejo Editorial y sus distinguidos miembros (Eugenio Pérez Montás; Herber Stern; Alejando Aguilar y Eloísa Marrero Sara).
Cortés Roble agradece profundamente a todos el noble gesto de asumir, con mucho júbilo y sin otro interés que no fuera el de publicar la obra, proyectarla y darla a conocer.
Además, con palabras claras, diáfanas y comprensivas, diría:
“Analizar la vida política dominicana después de descabezada la dictadura trujillista el 30 de mayo de 1961, es una tarea que apasiona a quienes asumen ese enorme proyecto de jornadas cíclicas en la búsqueda de la libertad y la estabilidad de los habitantes del país”.
“Es muy satisfactorio- sigue argumentando – compartir con los lectores del país y del mundo, este compendio de la historia reciente de la República Dominicana, el que en su contenido comprende 17 discursos de toma de posesión, uno (1) de entrega del poder y 16 procesos electorales”.
Tales discursos, Cortés los reúne y analiza, si se quiere, con entero rigor lógico.
Esa, más que cualquier otra, habría de ser la razón fundamente de su admirable objetividad y profundas convicciones sobre hechos y acontecimientos del pasado.
Jorge Luis Borges, escritor de elevados vuelos creativos, escribiría, alguna vez, con certeza incomparable:
“Cambiamos incesante mente y es dable afirmar que cada lectura de un libro, que cada relectura, cada recuerdo de esa relectura, renuevan el texto. También el texto es el cambiante río de Heráclito”.
Ciertamente, es así y no podría ser de otro modo. Cada vez que leo y releo el mismo libros, lo percibo algo diferente. La razón: siempre no soy el mismo, ya que, como todo cuanto existe, no podría sustraerme de la ley del cambio.
La realidad, como tal, no es estática, ya que cambia incesantemente. A cada momento, es y no es. Su ser identitario se traduciría en su ser otro; es decir, en su no ser.
Por tanto, habría que decir, sin más, que esa realidad no es sino la esencia de su propia mismidad dialéctica.
En verdad, cada vez que leo y releo la obra” El discurso para edificar la nación” la veo con nuevos ojos y capto algunos detalles que se me escaparon en la primera lectura.
Releer tan magnífica obra no es, en modo alguno, ningún sacrificio. Al contrario: es grato placer porque aprendo mucho , al tiempo que disfruto toda su riqueza conceptual, lingüística, epistémica, histórica, política y sociológica.
Roland Barthes, pensador y magnífico escritor, quien falleciera en trágico accidente, resalto, con visible claridad, la experiencia placentera no simplemente de posar la mirad sobre el texto, sino, más bien, de leerlo.
La lectura del texto, siempre y cuando sea reposada y desprejuiciada, es, en gran medida, infinitamente placentera.
Pensar lo contrario, habría de ser un absurdo, que solamente un pesimista, sesgado por la cerrazón, haría de buena gana.
Diríase, por tanto, que ”El discurso para edificar la nación” es fuente de placer (por su contenido variado y estilo sobrio, claro, elegante y fluido) y sabias enseñanzas.
El veterano periodista Ramón Diloné, quien tuvo a su cargo la corrección y prólogo de la obra, no falta a la verdad cuando habría dicho:
“ La obra, pionera en su género, es de vital valor para que las presentes y las futuras generaciones de dominicanos, conozcan el pensamiento y el proceder de aquellos que dirigieron el Estado dominicano entre 1962 y el 2020”.
“Debido a su gran valor histórico- sigue explicando-, el libro es una guía de consulta permanente para todos los que en República Dominicana sueñan con una sociedad basada en valores, pese al descalabro moral del país y el mundo actual”.
Dichas palabras, además de certeras, tienen mucho peso moral, en tanto hacen justicia a una obra novedosa, creativa y bien escrita, la cual, por tales razones, no dejaría de ser valiosa y de lectura imprescindible para todos los interesados en forjar una visión objetiva sobre importantes piezas discursivas pronunciadas en distintos momentos histórico de nuestro país.
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