En mis dos intervenciones anteriores hablé del prócer intelectual dominicano, el doctor Pedro Mir. En esta ocasión, identificaré las causas y razones que motivan al colectivo de alumnos, amigos y académicos a gestionar un decreto presidencial que disponga el traslado de sus restos al Panteón Nacional o Panteón de la Patria.
El doctor Roberto Cassá, historiador y director del Archivo General de la nación, dijo “Pedro Mir es grande como historiador porque confecciona un discurso propio, impregnado de la magia de la poesía, sin afectar la veracidad y el rigor del análisis materialista.” Y el reconocido historiógrafo, don Emilio Rodríguez Demorizi, destaca la labor investigativa de Mir en torno al intervencionismo extranjero y la cuestión nacional.
Su obra ha sido destacada por intelectuales y poetas latinoamericanos. El ensayista mexicano Jaime Labastida escribió que debió haber sido conocido ya en la década de los cincuenta, y que las grandes editoriales latinoamericanas le habrían podido dar la trascendencia de la que gozan sus hermanos mayores, Nicolás Guillén y Pablo Neruda. Que aunque fue un autor de nivel continental, corrió con cierta mala suerte porque su país no lo proyectó.
Por su parte, el reputado escritor cubano Juan Marinello, dijo que tiene una voz potente y digna, y lo colocó junto a figuras como José Martí, César Vallejo y Nicolás Guillén. Tanta trascendencia alcanzaron sus poesías —la mayoría escritas a manos, con sus bellas letras Palmer— que prestigiosas instituciones, como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Casa de las Américas en Cuba, grabaron sus poemas fundamentales en la propia voz del autor.
Igualmente, intelectuales y críticos dominicanos han reconocido su significación para la cultura nacional. Don Héctor Inchaustegui Cabral decía que su poesía tenía una consciencia histórica y social y defendía quienes padecían injusticia. Marcio Veloz Maggiolo, reconocido antropólogo y escritor, destacó su capacidad para vincular sus escritos desde una óptica crítica y nacionalista. Miguel ángel Fornerín sostiene que Pedro Mir propone, en su obra, la búsqueda de una estabilidad social y política para el país. Manuel Matos Moquete, al estudiar la dimensión ideológica de su poesía y ensayos, lo cataloga como un pensador comprometido con las causas sociales. El intelectual Tony Raful lo considera el más grande de nuestros poetas, y fue de los impulsores de que el Congreso lo declara Poeta Nacional, en 1984. El poeta Mateo Morrison lo sitúa como una de las cumbres de toda la historia cultural dominicana. Mientras que el periodista Ramón Colombo lo considera el único poeta nacional, por haber escrito Hay un país en el mundo.
Como pensador e intelectual, Pedro Mir planteó ideas revolucionarias en el campo de la filosofía y la estética. Sostenía que la belleza y las razas eran juicios de valor relativos; que no existía una belleza absoluta ni una raza superior, sino que se trataba de convenciones establecidas por las élites dominantes. Estos criterios han sido confirmados por los avances científicos recientes, especialmente mediante la descodificación del genoma humano, que confirmó que los seres humanos tenemos el 99.98 % de nuestros genes idénticos, y nos diferenciamos de los animales mas cercanos en un 0.02 %.
En el ámbito político, defendía la consigna "Patria y vida", y no "Patria o muerte". Consideraba que el método más adecuado para establecer una sociedad justa y democrática debía ser la vía política, y no la lucha armada. Se oponía a las dictaduras, tanto de derecha como de izquierda, y defendía los derechos humanos y la propiedad privada.
Por último, es urgente rescatar y enaltecer figuras como la maestra Ercilia Pepín, el general Juancito Rodríguez y el prócer Pedro Mir, por lo que colocarlos en el Panteón Nacional, junto a la ilustre Salome Ureña de Henríquez, es un gesto de justicia y patriótico, y un homenaje merecido.
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