Don Aníbal de los Santos está arraigado a su tierra. Cultiva guandules, maíz y auyama.  Vive en las faldas de la Cordillera Central, en la zona montañosa de Padre las Casas, donde el Sur y el Cibao se empiezan a unir y los acentos se entremezclan hasta fundirse.

Mientras sostiene una pancarta con la que exige la construcción de la carretera que conecta a Constanza con Padre las Casas y un liceo para la comunidad de El Tetero, don Aníbal dice: “La vida de nosotros en esta loma es este camino. No tenemos acceso al transporte, la carretera está en estado crítico, queremos que, como dominicanos que somos, se nos dé apoyo, que nos den un liceo. Como todos somos dominicanos y a todos nos pertenece…”

Detrás de él, una loma verde y un letrero que indica que estamos a 30 kilómetros de Constanza nos recuerdan que nos encontramos en plena Cordillera Central. A su lado, otros campesinos y campesinas cantan, aplauden y de vez en cuando se toman de las manos para formar una cadena humana con el fin de exigir a las autoridades la construcción del puente de El Gramazo, y se esfuerzan por explicar a los periodistas que en estos pueblos poco visitados por los citadinos se necesitan clínicas rurales, enfermeras, médicos y caminos vecinales, es decir, se  necesita que llegue al menos un poco  de la prosperidad que dice tener la economía dominicana.

En algunos tramos de la cadena humana cantan el Himno nacional, como para enfatizar que ellos aportan con su trabajo a este país, que este suelo les pertenece y merecen educación, salud, transporte y programas agrícolas y forestales coherentes para vivir y preservar sus montañas, que son también nuestras, aunque muchos solo conozcan el asfalto de la Capital. Entre estas lomas nacen ríos, arroyos y lagunas. Se necesitan políticas que cuiden a las personas para que ellas, a su vez, protejan nuestros bosques.

Pero aquí se cuentan una y otra vez las historias del abandono. Doña Francia de los Santos, de la comunidad La Fortuna, pancarta en manos, también le habla a los periodistas que han llegado desde Santo Domingo para cubrir la protesta.  “Exigimos carretera, agua y luz, porque somos unas personas olvidadas las que estamos en este lugar”, dice y luego explica los peligros de transitar en la única vía para llegar a Padre las Casas o a Constanza, y en la que vecinos y amigas han perdido la vida.

“Tenemos tantas víctimas en este chin de carretera, de Constanza al Sur hemos perdido personas en este poquito de camino”, se lamenta y sigue animando la protesta. Así exigen derechos en la Cordillera. Se toman de las manos y cantan canciones religiosas y de protesta.

La carretera de la que hablan es, en algunos tramos, un estrecho camino pedregoso al borde del precipicio. Solo expertos conductores conocedores de estos caminos, en vehículos todoterreno, pueden aventurarse a manejar con relativa seguridad y solo si no llueve. Las motocicletas y los caballos también son opciones arriesgadas.

Cerca de El Gramazo, a la orilla de un río al que algunos por aquí llaman el Río Grande, un joven protesta con un puente de cartón en las manos. Lo construyó para que, por fin, se haga el puente real, con varilla y cemento. Lideresas explican que con el puente se evitaría que en épocas de lluvia algunas comunidades queden aisladas, además se facilitaría el camino a la escuela de niños y niñas que crecen en estas montañas.

La educación, las ganas de aprender, la necesidad de tener más escuelas y maestros es aquí un tema de conversación constante. Aulas y caminos, aulas y carreteras para avanzar, para conectarse fácilmente con el sur y el norte, con todo su país.

Virginia Santos y Natalia Sánchez, dos adolescentes de Las Lagunas, llevan una pancarta para exigir la construcción de su escuela, porque reciben clases en una vieja iglesia de madera y en casas prestadas que ya son reclamadas por sus dueños.

“Queremos nuestro liceo”, dice Virginia, frente a una vieja iglesia de madera donde imparten docencia.  Y don Aníbal, a quien también le preocupa la educación de los jóvenes de estas comunidades, también demanda que se construya un liceo en el Tetero.

Sobre la protesta

La cadena humana se realizó el 19 de julio y abarcó a 22 comunidades, desde Las Lagunas hasta La Paila, donde el río Yaquecillo une a Padre las Casas con Constanza, al Sur con el Cibao. Fue coordinada por las comunidades con sus organizaciones sociales y el apoyo de la Congregación de las Hermanas Apostólicas del Cristo Crucificado y otras entidades religiosas.

Un paréntesis: el puente sobre el Yaquecillo fue construido por hombres y mujeres de las comunidades en 2014 y así quedó escrito. “Obra construida gracias al esfuerzo, la unión, el trabajo voluntario, los aportes de instituciones y personas particulares y la oración y perseverancia de las comunidades”, se lee en la tarja.

Aquí cada pequeña obra tiene una historia de trabajo colectivo, protestas o solidaridad. Esta no es la primera cadena humana que se realiza en la zona montañosa de Padre las Casas.  En 2016 las comunidades hicieron una protesta parecida y en 2018 organizaron una caminata. Gracias a esas protestas se colocaron algunos tramos de asfalto.

Don Aníbal, acostumbrado a batallar, espera que esta vez al menos terminen la carretera y el puente de El Gramazo para intentar vender sus guandules y sus auyamas en los pueblos cercanos. Doña Francia espera también que llegue, por fin, la electricidad a aquellas zonas donde todavía las noches se viven a la luz de las velas.

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*La Canoa Púrpura es la columna de Libertarias, espacio sobre mujeres, derechos, feminismos y nuevas masculinidades que se transmite en La República Radio, por La Nota.

Riamny Méndez Féliz

Periodista

Periodista e investigadora. Coordina Libertarias, el segmento sobre mujeres, feminismos, derechos y nuevas masculinidades de La República Radio.

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