
En el artículo anterior hablé —entre otras cosas— del cambio de signo de los planetas generacionales: Plutón, Neptuno y Urano. Estos cuerpos celestes, por su movimiento extremadamente lento, permanecen muchos años en cada signo del zodíaco. Eso los convierte en marcadores de época, ya que no describen eventos individuales, sino transformaciones sociales, culturales y espirituales que impactan a generaciones enteras.
Este segundo texto nace como una invitación a seguir analizando este tiempo tan cambiante. Si aún no has leído el primero, te invito a hacerlo para tener un panorama más amplio del momento actual y los movimientos planetarios que lo acompañan.
Aquí me enfoco en un aspecto clave de este gran viraje de energía, que es el cambio de elementos. Estamos dejando atrás una temporada dominada por signos de tierra y agua —energías tradicionalmente asociadas a lo “femenino”, lo receptivo, lo que sostiene y nutre— para pasar a una etapa marcada por signos de fuego y aire, considerados “masculinos” por su cualidad activa, expresiva y mental.
¿Cómo se transforma la experiencia colectiva en este paso de lo interno a lo externo, lo lento a lo rápido, lo contenido a lo expansivo? ¿Cómo va a afectar la manera en la que sentimos y vivimos estos próximos años, tanto a nivel personal como colectivo?
Tierra y agua: Lo que nos sostuvo
Durante los últimos años, la energía predominante en el cielo ha estado marcada por los elementos tierra y agua. Plutón ha transitado Capricornio desde 2008, Neptuno ha estado en Piscis desde 2011 y Urano en Tauro desde 2018. Esto significa que, durante siete años, los tres planetas generacionales han estado en signos asociados a lo receptivo, lo lento y lo interior. Y por más de una década, los dos más influyentes por su lentitud —Plutón y Neptuno— han venido sembrando una narrativa colectiva desde la tierra y el agua.
La predominancia de estos elementos nos empujó a mirar hacia adentro. El mundo incluso se detuvo —literalmente. Esa parada forzosa que fue la pandemia, que nos encerró en lo doméstico, nos enfrentó con la fragilidad del sistema que supuestamente nos sostiene y nos llevó a repensar qué es lo que verdaderamente cuida, nutre y da sostén. Nos obligó a habitar el cuerpo, la casa, la memoria, el miedo, lo esencial. Aprendimos sobre el duelo, la transformación y los límites (Plutón en Capricornio), sobre la disolución, la fe y la rendición (Neptuno en Piscis), y sobre cómo lo material también puede ser territorio de resistencia (Urano en Tauro).
Ahora, con el cambio de elementos, puede ser buen momento para preguntarnos con qué nos queremos quedar de esa etapa. ¿Qué formas de sostén, de cuidado, de interioridad no deberían perderse mientras la velocidad y el impulso se apoderen de este nuevo clima astral?
Fuego y Aire: Activación colectiva
Ahora, con estos tres cuerpos celestes envolviendo nuestro sistema solar desde las energías del fuego y el aire, el mundo está a punto de volverse mucho más rápido. Piensa en la velocidad del viento, con la volatilidad del fuego.
Plutón, que es el planeta más lento y estuvo en Capricornio (tierra) casi 16 años, una energía que representa el tiempo lineal y las estructuras jerárquicas, una energía enraizada, ahora pasa a Acuario (aire), una energía que rompe con lo establecido, que piensa en red y colectividad, y que siempre busca moverse hacia lo nuevo, hacia el futuro.
Plutón ingresó por primera vez en Acuario en 2023 y estuvo entrando y saliendo entre Acuario y Capricornio hasta noviembre de 2024, cuando finalmente se asentó en este signo. Desde entonces, hemos visto cómo la inteligencia artificial comenzó a volverse de uso común, y cómo el avance de esta tecnología ha sido tan veloz, pero también disruptivo y difícil de contener.
Esto nos habla de una parte de los cambios que empezamos a habitar, donde todo parece volverse más impredecible, más difícil de asir, de asimilar, de procesar. Como si la experiencia del tiempo, tal como la conocíamos, estuviera distorsionándose, estirándose, perdiendo sus bordes.
Y luego Neptuno, que viene de Piscis —el signo de su domicilio, asociado a la disolución, la espiritualidad, la nostalgia y la entrega—, entra en Aries, el primer fuego, el fuego cardinal que abre caminos. Este tránsito puede ayudarnos a no quedar atrapados en la niebla, a no ser arrastrados por la ola de los acontecimientos, sino a montarnos en los cambios. Porque Aries activa el cuerpo, y lo hace desde lo que sentimos, lo que creemos y lo que anhelamos. Neptuno en Aries va a impulsar a accionar desde el alma.
Y Urano, el planeta del cambio súbito, la disrupción y la invención, que estuvo en Tauro desde 2018, agitando lo estable: la tierra, el cuerpo, el dinero, la seguridad. Ahora en Géminis, signo de aire mutable, curioso, rápido, vincular, también va a impactar las tecnologías, trayendo saltos inesperados, nuevos códigos de comunicación, y también desafíos para discernir qué información es real, qué es exceso, qué es genuino.
La atención se vuelve más fragmentada. Pero también se abre una puerta hacia la posibilidad de pensar distinto, de comunicar de otras formas, de abrir nuevas rutas neuronales, sociales, imaginativas.
A todo esto se suma Saturno, que si bien no es un planeta generacional, sí es un planeta social que tarda alrededor de tres años en cada signo y acaba de entrar también en Aries. Su presencia allí agrega estructura al fuego, poniendo a prueba nuestra capacidad de sostener el impulso con compromiso, de hacerle forma al deseo, de encarnar lo que intuimos como inicio.
¿Cómo nos preparamos para un tiempo que se acelera sin avisar?
Estamos en el umbral
Todo esto suena desafiante y puede sentirse abrumador, pero tanto Neptuno como Saturno en Aries nos están ofreciendo la capacidad de actuar en función de los cambios, en lugar de sentirnos simplemente a su merced. También es importante recordar que todos estos movimientos todavía están en fase de transición. Aún estamos saliendo de la energía tierra/agua para terminar de asentarnos en fuego y aire.
Plutón ya se asentó definitivamente en Acuario desde noviembre del año pasado. Pero Neptuno y Saturno están actualmente retrógrados, y Urano comenzará su retrogradación en septiembre. Cada uno de ellos volverá momentáneamente al signo anterior, lo que quiere decir que estamos en una especie de período de prueba, un ensayo colectivo compartido. Será recién en mayo de 2026 cuando los tres planetas generacionales ya entren para quedarse en sus nuevos signos de fuego y aire.
En esta primera etapa, Júpiter y los nodos lunares nos ofrecen un sostén valioso desde los elementos tierra y agua: Júpiter en Cáncer, el Nodo Norte en Piscis y el Nodo Sur en Virgo. Estas energías nos ayudan a que no todo sea hipermental o impulsivo, manteniéndonos cerquita de nuestro cuerpo y nuestras emociones, y recordándonos de enraizar antes de lanzarnos al vértigo de lo nuevo.
Pero ya a partir de julio de 2026, todos los planetas generacionales (Plutón, Neptuno y Urano), los planetas sociales (Júpiter y Saturno), y los nodos lunares estarán en signos de fuego y aire. ¿Qué nos traerá ese año? Ya lo iremos explorando.
En los próximos artículos seguiremos esta serie profundizando en cada uno de estos planetas en sus nuevos signos, y en el triángulo menor del que hablé en el primer texto. Poco a poco iremos desmenuzando lo que nos traen estas nuevas energías.
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