“Por todas partes se advierten indicios de que la naturaleza protesta cuando se le viola y no se le ama. Si esto sigue adelante, la víctima puede morir de amargura e indignación, y con ella todos aquellos a quienes alimenta.” —Peter Tompkins

Cuando tu Tierra llora, tus ríos y tus bosques agonizan en silencio….

Con gran amargura y pesar estamos convenciéndonos de que esta sociedad involutiva no ha tocado fondo. Creíamos que habíamos llegado a las entrañas del lodo y que podíamos comenzar a pensar que ya se vislumbraba un ascenso, mediato o inmediato a los aires puros del progreso, del desarrollo y de la felicidad. Craso error. Toda esta actividad soñadora no ha sido más que una actividad ilusoria en el mundo de las ideas y de los sueños del optimismo y del idealismo que mantenemos en nuestro espíritu.

En la tierra de Duarte y Luperón, ningún ser humano consciente debería permanecer indiferente ante los crímenes ambientales que se están cometiendo en nombre del desarrollo y la codicia. La República Dominicana atraviesa hoy una crisis ambiental sin precedentes: nuestros ríos se extinguen, nuestras reservas naturales son cercenadas, nuestros bosques urbanos desaparecen, y lo que antes era orgullo nacional, hoy es amenaza silente.

Cotuí: El río Naranjo ya no existe por la codicia minera

Barrick Gold, protegida por militares y policías, ha llevado a cabo múltiples oleadas de tala en la cabecera del río Naranjo —dentro de áreas boscosas protegidas— para abrir paso a maquinaria pesada y construir una presa de relaves tóxicos, denominada TCF Naranjo. Esta intervención ha provocado la desaparición del cauce, la contaminación de las aguas subterráneas y la desesperación de comunidades como Zambrana, El Naranjo, El Rayo, La Laja y Las Tres Bocas.

Campesinos han realizado bloqueos pacíficos y acampan a orillas del río para detener la tala. Han sido ignorados, reprimidos y despojados de sus derechos. Con incredulidad hemos visto que esos campesinos no han sido tratados como seres humanos y se les han violado, con prepotencia. sus derechos fundamentales. Sus denuncias han caído en el vacío y la respuesta ha sido la represión militar. Mientras tanto, materiales pesados transitan por vías y puentes construidos directamente en zonas de recarga hídrica. Y en esta provincia de Sánchez Ramírez, lo impensable ocurrió: el río Naranjo, fuente de vida para más de mil familias, ha sido prácticamente exterminado.

Ya no hay agua en sectores enteros. Ganado muerto, cosechas arruinadas, niños con afecciones cutáneas y respiratorias, y la amarga certeza de que el oro importa más que la vida. Hasta el momento, ni el Ministerio de Medio Ambiente ni autoridad alguna ha intervenido. La población ha quedado desprotegida y abandonada a su suerte.

Villa Jaragua: El sur en peligro y la sombra de Unigold

En el municipio de Villa Jaragua, al suroeste del país, opera Unigold, empresa socia de Barrick. Allí, la pesadilla comienza a repetirse: escasez de agua, desecamiento de fuentes, afecciones a la salud, disminución del caudal en pozos artesanales y un creciente temor por una explotación minera a gran escala que podría comprometer de forma irreversible el Parque Nacional Jaragua, una Reserva Mundial de la Biosfera.

Por ahora, solo están en fase de exploración. Pero si pasaran a la explotación, ¿quién protegerá ese ecosistema único? ¿Quién responderá por el daño irreversible?

Parque Nacional Jaragua: ¿Patrimonio o botín?

Intereses espurios consiguieron la aprobación de reformas legales que redujeron áreas protegidas, y se ha intentado justificar intervenciones en territorios que gozan de protección internacional. La UNESCO, a través de su representante Herman Van Hooff, advirtió claramente que ningún desarrollo debe comprometer la categoría de Reserva de Biosfera, y que cualquier obra debe ser sometida a estudios rigurosos y avalada por la comunidad internacional.

Esa advertencia ha sido ignorada por las autoridades, pasadas y actuales. El “progreso”, disfrazado de desarrollo, se impone sobre la legalidad y la ética ambiental. Si no se actúa con firmeza, el Parque Jaragua será otra Cotuí: una zona sin alma, despojada de su diversidad única. Estos intereses económicos se han impuesto sobre los compromisos internaciones, quizás ignorantes de que ellos son vinculantes.

Santo Domingo: árboles cercenados en la ciudad

Ni siquiera los árboles urbanos están a salvo. En sectores como la Zona Colonial, patrimonio de la humanidad, árboles centenarios han sido derribados sin contemplaciones para dar paso a remodelaciones, cables, y asfalto. Esta deforestación urbana elimina sombra, rompe con la estética histórica y empobrece aún más la calidad del aire.

El Jardín Botánico Nacional, orgullo verde y gran pulmón del Gran Santo Domingo, también ha sido amenazado por proyectos viales que buscan recortar sus límites y afectar zonas emblemáticas como el Jardín Japonés, que alberga especies endémicas y es refugio vital para la educación ambiental.

El Centro Olímpico con su frondosidad ayudaba a oxigenar la ciudad, ha dejado de respirar. Se han cercenado miles de árboles sin ninguna justificación. Los ecocidas no dieron explicación alguna ni hicieron estudios de impacto ambiental. En silencio, cercenaron con furia lo que nos pertenece a todos.

Se impone necesario denunciar, además, que muchas de nuestras playas han sido usurpadas a la vista de todos. Son muchos los hoteles y complejos turísticos que han cercado extensiones de costa y hermosas arenas blancas, y se han apropiado de ellas impidiendo el acceso al dominicano de a pie violando la Ley 305-68 que protege la zona marítimo-terrestre como bien público. Esta ley establece una franja de 60 metros desde la línea de pleamar (la más alta de la marea) hacia tierra que es considerada propiedad pública y de libre acceso y no puede ser privatizada ni restringido su libre acceso. Son verdaderos piratas.

Violadores del patio

Sí, hay quienes, con razón, denuncian las incursiones ilegales de nacionales haitianos sobre nuestras áreas protegidas en la frontera. Pero tan urgente como esa defensa, lo es identificar y detener a los violadores del patio: inversionistas locales o extranjeros, políticos permisivos, y funcionarios que han convertido nuestros recursos naturales en un botín de concesiones, exenciones e impunidad.

El medioambiente dominicano no está solo bajo amenaza externa, sino desde adentro, por quienes tienen el deber de protegerlo y prefieren mirar hacia otro lado como el avestruz.

Balaguer y el medioambiente

Del enigmático Joaquín Balaguer, debemos decir, que como todo ser humano tuvo sus luces y sus sombras. Esas tenebrosas sombras de los doce años tiñeron de sangre nuestra amada patria y fueron cientos los jóvenes idealistas que desaparecieron en ese difícil período de la historia dominicana.

Sin embargo y en honor a la verdad, también debemos decir y reconocer que el presidente dominicano que más protegió y fomentó mejor el medioambiente en nuestro país fue este inmanejable y estudiable personaje dominicano. Cerró todos los aserraderos y persiguió sin tregua a los depredadores. Creó muchos parques y reforestó el país de punta a punta. Ningún otro presidente ha sido tan celoso y casi obsesivo con nuestro ecosistema como Balaguer.

Por un verdadero ministerio de medio ambiente

En este panorama, urge un cambio radical. Necesitamos un Ministerio de Medio Ambiente que esté dirigido por alguien con vocación, conocimiento, amor por la naturaleza y valor para enfrentar los intereses corporativos. No un burócrata ni un cómplice; necesitamos un defensor real. Por no dispensarle el cuidado necesario la historia les pasará factura.

Desde hace mucho tiempo las granceras han venido depredando nuestros ríos y nuestras autoridades callan y nada han hecho por impedir esta iniquidad ecológica. Se pueden observar camiones sacando la arena de los ríos y nadie dice nada.

A los ministros de medioambiente debemos decirles que no se trata solo de aplicar leyes, sino de tener la sensibilidad para entender que este patrimonio no nos pertenece: que es legado de nuestros hijos y nietos. Cuidarlo no es un favor, es un deber sagrado y una obligación impostergable.

Mi compromiso inquebrantable

Mientras me quede un hálito de vida, no me cansaré de alzar la voz por la defensa de nuestros ríos, nuestros árboles, nuestras playas y nuestros parques. No es romanticismo, es sobrevivencia. Y si el Estado olvida que esos bienes -regalo del creador- son bienes públicos, inalienables y no privatizables, seremos nosotros, el pueblo, quienes los estaremos reclamando de por vida.

Unámonos todos, como una sola voz, por una sanidad ambiental que el mundo entero agradecerá.

Rafael Augusto Sánchez

Licenciado en Derecho: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). Maestría en Diplomacia y Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Colegio Dominicano de Abogados. Colegio Dominicano de Notarios. Ex secretario general de la Fundación Testimonio, Inc. Abogado, notario público, exdiplomático, colaborador del periódico Hoy.

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