La Ley General de Educación No. 66-97 vigente en la República Dominicana contempla, en el Título VI De la Profesionalización, El Estatuto y La Carrera Docente, el Capítulo I De la Formación y la Capacitación (SEEC, 1997: 49). Este capítulo explicita, en los artículos 126-131, la diversidad de acciones y procesos que el Estado Dominicano desarrollará para fomentar y garantizar la formación de los docentes en el ámbito de la educación superior. Incluso, el Artículo 131 indica que “El sistema de formación y capacitación permanente ofrecido por la Secretaría de Estado de Educación y Cultura será gratuito para todos los docentes” (SEEyC, 1997). Esta política tiene un valor incalculable. Evidencia que el Estado Dominicano no es indiferente al desarrollo humano, intelectual, profesional y cultural de los docentes.

Un bien, como es el apoyo del Estado a la formación de los docentes del Nivel de Pregrado, se ha convertido en una barrera para que los docentes de ese nivel asuman con la responsabilidad debida su propia formación, sin abandonar la recepción y la participación en los programas estatales de formación y de capacitación. En la sociedad del conocimiento, en la era de la cultura digital y, sobre todo, en los tiempos de la Inteligencia Artificial, los docentes del nivel indicado deberán tomar una decisión más comprometida con su propia formación. Es inadmisible que sólo dependan de lo que aporta el Estado. La intención de este artículo está orientada al fortalecimiento del compromiso de los docentes con su desarrollo integral.

Es tiempo de que los docentes indicados inviertan en su formación humana, intelectual y profesional. Es hora de que le pongan atención a una formación sociopolítica fundamentada, para que puedan conocer e interpretar adecuadamente el contexto histórico en el que interactúan. El apoyo a su propia formación le exigirá una organización presupuestaria y una inversión sostenida en programas y procesos que van a reconfigurar su mentalidad, su cultura y su intervención social. Es inconcebible que la formación del docente de la educación preuniversitaria dependa sólo de lo que el Estado aporta. Vivir de la dádiva ha bloqueado el pensamiento y la definición propia de muchos dominicanos.

Es legítimo que el Estado apoye la formación de los docentes. Pero, no es formativo que los docentes asuman que su formación sólo es viable desde la oferta del Estado. Esto evidencia una deformación. Los docentes del Nivel de Pregrado deben analizar sus necesidades formativas, diseñar su programa de formación y ponerlo en ejecución con parte de sus ahorros. La disciplina en este renglón es necesaria y oportuna. La denuncia y el malestar permanente por la fragilidad de la formación docente se pueden disminuir, si estos se comprometen con su propia formación; si cuidan la calidad y la actualización de la misma. Avanzar en esta dirección fortalecerá, en los docentes, el interés por el estudio; y desarrollará su capacidad de pensar y de argumentación fundamentada. Además, desarrollará su libertad para tomar decisiones; y para definir y asumir opciones razonadas y con criterios claros.

La sociedad dominicana y el sector educación demandan docentes capaces de desempeñar su profesión con dignidad y respeto. Para ello, es imprescindible la formación consistente y sistemática. Este tipo de formación no sólo puede depender de lo que el Estado ofrezca. Es un acto responsable y comprometido asumir la renovación, así como el seguimiento a la calidad y pertinencia de la misma. Estas tareas deben ser asumidas por los propios docentes. No se puede ejercer una función a expensa de lo que otros aporten. Los sujetos implicados deben comprometerse y activar sus propias estrategias, su planificación personal; y avivar su deseo de tener más capacidad de desarrollo y una representación dignificante en la sociedad.

La sociedad está cansada de la mediocridad de la formación de los docentes. Estos pueden coadyuvar para que su formación sea más completa y coherente con los avances de la educación, de las tecnologías y de la cultura digital. Un docente con dificultades para leer, para expresarse y para intervenir proactivamente en los desarrollos sociales, políticos y culturales, forma parte de un mundo obsolescente. Este docente debe estar lejos de un centro educativo y mucho más lejos del aula. La época actual ofrece oportunidades múltiples y diversificadas para la formación personal y colectiva. A su vez, el contexto local, regional y mundial demanda un docente comprometido con su desarrollo. Esto es posible sólo si el docente adopta una firme decisión contra la dependencia formativa y se implica en la fundamentación y modernización de su propia formación.

Dinorah García Romero

Educadora

Investigadora del Centro Cultural Poveda - Directora  del Proyecto: Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. - Titular de Formación continuada en el Centro Cultural Poveda. - Docente del  Máster en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales,  Universidad de Valencia-Universidad Autónoma de Santo Domingo. - Co-Directora de Tesis en el Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Valencia-Universidad-Autónoma de Santo Domingo.  

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