A Radhamés Polanco, como testimonio de vida. De mi vida.

Yo tengo una frase que he construido con el tiempo y la experiencia: Los seres humanos somos un setenta por ciento líquido y un 30 por ciento materia, pero en realidad somos cien por ciento utopía; quien no sueña no vive.

El oficio del arte requiere tiempo, perseverancia, entrega y, sobre todo, talento; ese talento solo algunos seres pueden darse el lujo de tenerlo realmente.

El talento no se adquiere con el tiempo ni con el trabajo; el talento es algo innato. Un “creador” no talentoso puede lograr, con técnica, con tecnología, con trucos, con recursos, crear momentos de belleza que siempre serán ficticios, hechos, creados artificialmente, pero nunca serán duraderos y siempre les faltará algo, ese hálito de vida que imprime el talento a la obra del verdadero artista.

Cuando la vida se paseaba misteriosa por nosotros, cuando el movimiento cultural en San Francisco de Macorís respiraba arte por muchas aristas, a uno de nuestros más talentosos artistas se le ocurrió, junto a su mujer, hacerse mecenas del arte. Con Charo, Radhamés Polanco creo, en el patio de su casa, el “Teatro del Arte”, que ha sido, sin lugar a dudas, la obra más desprendida y certera de un artista, de esos que miran más allá de sus narices y que, comprometido como es, decidió dejar su impronta, su talento y sus recursos —pienso que magros, como eran los de todos nosotros— en la conformación de este teatro popular que nos enseñó que la vida nace en la representación teatral y que el teatro puede inventar vida y soñar, siendo el más sagrado de los ejercicios humanos.

Confieso por vez primera de manera pública y a voz en cuello que yo no sabía ver teatro, que me aburría por demás. Cinéfilo como era, prefería la magia del celuloide, los efectos especiales y la música estridente de las películas, que no está mal para disfrutar del arte escénico, pero no conocía el clímax que imprimía el teatro al arte de la representación.

Cuando este proyecto se inició, a su alrededor se desarrollaron a su vez gente que puso a prueba el arte del que eran poseedores y el talento que destilaban: Noe Zayas, Ramón Matrillé, Yeyé Concepción y un largo elenco de jóvenes francomacorisanos que sintieron el impulso que daba a su incipiente carrera el Teatro del Arte.

Alrededor de Radhamés y su teatro se concentraban nombres de artistas de otros géneros, así no era raro ver en la Calle La Cruz al poeta Cayo Claudio Espinal, Orlando Morel, Manolito Mora, Ricardo Rojas. Allí conocí a un magnífico fotógrafo argentino que luego se convirtió en mi maestro y gran amigo: Héctor Capelletti. Los pintores Papi Peña, Pedro Mata, Rolando Cortorreal, Minelli, entre otros no menos importantes. Ese poco espacioso pero acogedor espacio que crearon Charo y Radhamés marca un hito en nuestra historia cultural.

Con el tiempo, el Teatro del Arte sucumbió a la partida de su creador; los que quedamos no fuimos capaces de prolongar la vida de un proyecto que auguraba futuro promisorio para el arte y la cultura de este acogotado pueblo, sumido en la diatriba que nos proveen a diario las redes sociales, inmerso en la ingesta etílica, que ha creado falsos artistas arropados de “talentos” espurios y desconocimiento de su “arte”, como dicen por ahí: La ignorancia es atrevida.

Radhames Polanco es hoy por hoy uno de nuestros más importantes teatristas; abrevado en el conocimiento que le brindó una escuela europea y con varios premios nacionales e internacionales de teatro, sigue siendo el talentoso muchacho con “colita” que se marchó de aquí para desandar otros caminos, más comprensivos y con mejor recepción de esa locura interminable que es el arte, el arte inenarrable de hacer soñar.

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El autor es abogado y periodista francomacorisano, conductor y productor de radio y TV, ex ministerio público y docente universitario con más de cuarenta años en las aulas.  Ha colaborado con algunos medios periodísticos nacionales y publica frecuentemente en el periódico El Jaya de su ciudad natal.

Amado José Rosa

Abogado, periodista y escritor

Amado José Rosa, es abogado y periodista francomacorisano, conductor y productor de radio y TV, ex ministerio público y docente universitario con más de cuarenta años en las aulas. Ha colaborado con algunos medios periodísticos nacionales y publica frecuentemente en el Periódico El Jaya de su ciudad natal.

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