Las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) de Sudán tomaron la ciudad occidental de Al-Fashir, donde se reportan violencia extrema y asesinatos masivos. La captura de esta ciudad clave en la región de Darfur representa un triunfo estratégico para el grupo paramilitar y genera temores de que la guerra civil en curso en Sudán entre en una nueva fase de escalada. Este nivel extremo de violencia podría marcar “un punto sin retorno”, advierten expertos.

Los reportes que surgieron la noche del martes 28 de octubre desde la ciudad de Al-Fashir, en el oeste de Sudán, tras su toma por las FAR, describen niveles de derramamiento de sangre sin precedentes en un conflicto ya marcado por la violencia extrema.

En tan solo 48 horas, los ataques de las FAR habrían dejado más de 2.000 civiles muertos, según grupos armados aliados del Ejército sudanés. La ONU citó informes creíbles sobre “ejecuciones sumarias, ataques contra civiles en rutas de escape, redadas casa por casa y obstáculos que impiden que los civiles lleguen a lugares seguros”, además de una violencia sexual generalizada contra mujeres y niñas.

Mientras tanto, el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale encontró evidencia que sugiere “asesinatos masivos sistemáticos” de tal magnitud que las manchas de sangre en el suelo eran visibles en imágenes satelitales. El informe también señaló ataques contra instalaciones y trabajadores de salud, pacientes y personal humanitario.

Los principales objetivos de las FAR serían grupos no árabes, entre ellos los pueblos Fur, Zaghawa y Masalit. La ONU informó que unos 177.000 civiles permanecen atrapados dentro de la ciudad por un bloqueo de 56 kilómetros establecido por las FAR, que impide el ingreso de alimentos, medicinas y que cerca las rutas de escape.

Se estima, además, que unas 26.000 personas han huido en los últimos días, muchas a pie hacia la localidad de Tawila, 70 kilómetros al oeste de al-Fashir, donde hicieron relatos “horribles” de “asesinatos generalizados con motivaciones étnicas y políticas y violencia indiscriminada”, según la ONU.

Conflicto en curso

La toma de Al-Fashir por parte de las FAR es el capítulo más reciente en la turbulenta historia de Sudán. Las tensiones resurgieron tras la destitución en 2019 del presidente Omar al-Bashir, quien gobernó el país durante 30 años.

La actual guerra civil comenzó en abril de 2023 como una disputa entre dos poderosos generales: Abdel Fattah al Burhan, jefe de las Fuerzas Armadas del país, y su antiguo adjunto Mohamed Hamdan Dagalo, líder de las FAR.

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El conflicto ha estado marcado por una violencia extrema: poco más de un año después de su inicio, ya había cobrado unas 150.000 vidas. Para julio de 2025, 12 millones de personas habían sido desplazadas y partes del país sufrían hambruna. Ambos bandos fueron acusados de atacar a civiles y de cometer graves violaciones del Derecho Internacional.

Antes de la toma por las FAR, Al-Fashir había estado bajo un asedio de 18 meses, marcado por la hambruna y los bombardeos. En la ciudad, “los civiles ya estaban debilitados por el hambre y sufrieron bombardeos intensivos del Gobierno, además de un prolongado sitio impuesto por las FAR”, afirma David Keen, profesor de estudios de conflicto en la London School of Economics (LSE).

Actualmente, el Ejército controla gran parte del norte y este de Sudán, incluyendo la frontera con Egipto, uno de los principales aliados de Burhan, además de centros urbanos en Port Sudan (sede del gobierno reconocido por la ONU) y en la capital, Jartum, recuperada de las FAR en marzo.

Por su parte, las FAR controlan casi toda la región occidental de Darfur, incluida ahora Al-Fashir, gran parte de Kordofán central y una franja en la frontera con Libia y Egipto. El Ejército afirma que las FAR cuentan con el apoyo de Emiratos Árabes Unidos, algo que el Gobierno emiratí niega.

“La pieza clave de Darfur”

Tomar el control de Al-Fashir es un avance significativo para las FAR. Desde el punto de vista logístico, la ciudad se encuentra en una encrucijada de rutas comerciales, incluidas rutas de contrabando para obtener combustible, municiones y armas desde Libia y Chad.

Políticamente, la captura otorga a las FAR casi el control total del oeste de Sudán, dividiendo de hecho al país en dos territorios. “Al-Fashir es la pieza clave de Darfur, la última gran ciudad que no estaba bajo control de las FAR y el centro político de los grupos armados no árabes”, explica Matthew Sterling Benson-Strohmayer, director de investigación sobre Sudán en la LSE.

“La caída de la ciudad otorga a las FAR un dominio casi total sobre el oeste de Sudán, probablemente neutralizando a sus rivales y transformando a Darfur de una periferia rebelde en el corazón de un Estado paramilitar”, añadió.

Las FAR anunciaron en abril la formación de un gobierno paralelo, lo que aumenta la posibilidad de que Sudán se divida por segunda vez, tras la secesión de Sudán del Sur en 2011. En tal escenario, “los patrones de las FAR durante los últimos veinte años sugieren que su gobierno se definirá por la coerción”, sostiene Benson-Strohmayer, refiriéndose a “sistemas de impuestos, saqueos y ayuda humanitaria controlada estrictamente”.

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“Un punto sin retorno”

Expertos temen que el dominio de las FAR en el oeste del país les otorgue vía libre para eliminar a los grupos no árabes que viven allí. El grupo paramilitar desciende de las milicias Janjaweed, acusadas de cometer genocidio en Darfur entre 2003 y 2005.

En 2023, las FAR fueron acusadas de llevar a cabo masacres en al-Geneina, capital de Darfur Occidental, donde habrían asesinado hasta 15,000 personas del grupo Masalit.

“En muchos aspectos, las actuales masacres reflejan las de al-Geneina”, advierte Keen. “Se esperaba ampliamente que ocurrieran asesinatos de represalia una vez que las FAR tomaran Al-Fashir y ahora están ocurriendo a una escala espantosa”.

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“Hemos sido advertidos de que los asesinatos masivos de civiles probablemente seguirían a la caída de Al-Fashir”, coincidió Alex de Waal, director de la organización de investigación World Peace Foundation. “Todas las señales de advertencia de una masacre genocida están en rojo”.

Este nivel de violencia podría marcar “un punto sin retorno”, advirtió De Waal, ya que “profundizará la polarización en Sudán y pondrá en riesgo cualquier posibilidad de paz o reconstrucción del Estado”.

Actualmente, hay poco interés en negociar entre el Ejército y las FAR.

“Las perspectivas de paz son mínimas”, expresó a AFP la analista sudanesa Kholood Khair. “Ni el Ejército ni las FAR, por razones estratégicas o militares, están dispuestos a comprometerse con un alto el fuego o conversaciones de paz genuinas”.

“Normalmente, cuando un bando sufre una derrota, busca vengarse antes de negociar. Y cuando uno gana, intenta aprovechar su impulso antes de hablar”, añadió De Waal.

“Eso ha sido, desde hace mucho, una fórmula para la guerra interminable".

Este artículo es una adaptación de su original en francés.

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