Luces y sombras. En Cuajimalpa de Morelos, una de las 16 alcaldías de Ciudad de México, comerciantes, mujeres y jóvenes caminan con tranquilidad por las calles. El centro de la ciudad está monitoreado por cámaras de seguridad y patrullas que rondan por la zona. Esa alcaldía se posicionó como la segunda más segura de la metrópolis, según la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, ENSU, del INEGI, publicada en septiembre.
El alcalde de Cuajimalpa, Carlos Orvañanos, hizo de la seguridad su principal bandera política. En su primer informe de gobierno, presentado ante una explanada abarrotada de seguidores, celebró el dato. “En nuestro primer eje, Cuajimalpa Segura, no hay nada más importante que su seguridad y su tranquilidad”, repetía.
“Hoy la seguridad se hace con tecnología, no con garrotes”, afirmó. Prometió convertir a la demarcación en la alcaldía con mayor número de cámaras de videovigilancia de la ciudad, respaldadas por un nuevo centro de monitoreo, llamado Base Plata, equipado con tecnología de punta. Durante su discurso, aseguró que el avance en seguridad fue posible gracias a una estrategia de prevención, mejora del alumbrado público, coordinación interinstitucional y un relevo en la policía local.
Pero a media hora al sur, la realidad cambia. En Xochimilco, conocida por sus canales y trajineras turísticas, el 77% de los residentes se siente inseguro, según la misma encuesta, que sirve para orientar el diseño y evaluación de políticas públicas en esta materia.
“Hemos sabido de negocios de por aquí cerca que han cerrado porque han querido sufrir extorsiones. Entonces la verdad prefieren mejor cerrarlo”, afirma el comerciante Víctor Maldonado. El hombre, que desde hace 10 años maneja un puesto callejero de tacos, relata que ha sido testigo del constante actuar delictivo en la zona.
“Nosotros hemos visto varios casos, no es solamente que se escuche, lo hemos vivido. Las patrullas sí pasan de vez en cuando pero cuando uno les pide el apoyo nunca pueden”, afirma.
La zona se ha consolidado como un foco de delitos como el narcomenudeo, homicidios, secuestros y extorsiones. Coberturas periodísticas vinculan estos hechos a la operación de células criminales locales, que según las autoridades, mantienen nexos con estructuras de mayor alcance, entre ellas el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG, quienes buscan ampliar su influencia y disputar el control territorial de distintos puntos de la capital.
Por su parte, Luis García, que se dedica al transporte en la zona, afirma que los vecinos se han organizado en grupos de Whatsapp para coordinar apoyo con las fuerzas del orden. “Contamos con el apoyo de los policías en estos grupos. Ellos (policías) están allí, a veces tardan en llegar pero sí atienden”, asegura.
“Cuando requerimos el apoyo, no te puedo decir que llegan al momento, se toman 5 o 10 minutos, pero sí llegan. Antes, cuando no existía el Whatsapp tenías que ir poner la denuncia al lugar para que llegaran y tardaban más”, recuerda.
Baja de homicidios no calma la percepción de inseguridad, advierte experto
El gobierno mexicano aseguró haber logrado una disminución significativa en la violencia letal. Entre septiembre de 2024 y noviembre de 2025, los homicidios dolosos diarios cayeron un 37%, según cifras presentadas el nueve de diciembre pasado por la presidenta Claudia Sheinbaum durante su habitual conferencia matutina.
La mandataria destacó que el promedio diario de asesinatos pasó de 86,9 al inicio del periodo a 54,7 al cierre de noviembre, (32 asesinatos menos al día) lo que representa el nivel más bajo registrado en ese mes desde 2015. “Es una reducción del 37% y el noviembre más bajo desde 2015”, afirmó.
Los datos provienen de las fiscalías estatales y fueron consolidados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, SESNSP, el organismo encargado de centralizar las estadísticas criminales en el país.
La aparente contradicción entre la disminución de homicidios y la creciente percepción de inseguridad en la población responde a fenómenos distintos, explicó a France 24 en Español el profesor investigador Carlos Vilalta Perdomo. “No hay una correlación directa entre la reducción de homicidios y una menor sensación de inseguridad. Son dos cosas separadas”, afirmó.
Según el experto, las personas, al ser consultadas, no basan su sensación de seguridad en cifras oficiales, sino en dos factores determinantes: haber sido víctimas previamente de un delito, y la confianza que tengan en las instituciones de seguridad pública. “La victimización anterior pesa notablemente”, señaló, y añadió que la imagen y comunicación de las autoridades locales influye tanto como el trabajo operativo.
Vilalta destacó que la seguridad se percibe “desde lo local”, no como una política macroeconómica. Por eso, entre alcaldías de una misma ciudad pueden coexistir altos niveles de violencia y zonas percibidas como “oasis”, como Cuajimalpa y Xochimilco. “Sí existen zonas de alta seguridad dentro de la ciudad, a veces por diseño urbanístico como los fraccionamientos cerrados, pero esa no es la mejor forma de vivir una ciudad”, señaló.
Policías como “recipientes de la legitimidad del Estado”
Según él, la estrategia de seguridad nacional apostó por “atender las causas” con programas sociales y operativos del Ejército, lo que considera correcto pero de efecto limitado en el corto plazo.
La administración de Claudia Sheinbaum prometió continuidad en la política de seguridad de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador. Esto incluye mantener la Guardia Nacional bajo control militar, una medida que ha generado críticas por parte de organizaciones de derechos humanos y sociedad civil, que advierten que la centralización del poder en instituciones castrenses no ha demostrado ser eficaz para reducir la violencia estructural.
El académico subrayó que más patrullas no necesariamente detienen delitos, pero sí mejoran la percepción de seguridad si hay presencia constante y comunicación efectiva. “No me consta que funcione en términos de elevar el número de detenciones, pero sí tenemos evidencia de que funciona para reducir la sensación de inseguridad, una mayor presencia del Estado y no necesariamente más agresiva, es decir, no necesariamente con metralletas y camionetas de la Guardia Nacional”, agregó.
Para el experto, la confianza en las policías suele estar vinculada a las condiciones visibles del entorno urbano: calles oscuras, drenajes colapsados o basura acumulada afectan directamente la imagen que tiene la población sobre las autoridades, aunque esas responsabilidades no recaigan en las corporaciones policiales. “Al que ves en la calle es al policía, no necesariamente al funcionario de obras públicas o al funcionario encargado de expedir licencias de usos de suelo o permisos de construcción", apunta. En ese sentido, la legitimidad institucional se construye —o se erosiona— también desde los servicios públicos básicos.
Esto, advierte, convierte a las policías en “recipientes de la legitimidad del Estado”, incluso cuando no son los responsables directos de las fallas en otros frentes del gobierno. Por ello, considera que las secretarías de seguridad hagan un esfuerzo mayor por comunicar sus aciertos, y no solo reaccionan ante crisis. “Hay cosas que también hacen bien y no lo están comunicando eficazmente”, concluyó.
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