En el corazón del océano Índico, el banco de Saya de Malha alberga una de las mayores praderas submarinas del mundo. Verdadero pulmón para el océano, esta zona poco conocida de 40.000 km² captura el CO2 35 veces más rápido que un bosque tropical y constituye un hábitat vital para numerosas especies marinas. Pero a pesar de su "valor universal excepcional", este ecosistema olvidado, situado principalmente en aguas internacionales, se encuentra hoy amenazado por la pesca industrial.

Casi nadie ha oído hablar de él. Y sin embargo, es un lugar esencial para el planeta.

Enclavado en el corazón del océano Índico, entre Mauricio y las Seychelles, el banco de Saya de Malha, con una superficie de 40.000 km² -el tamaño de Suiza-, es una de las mayores praderas marinas del mundo. Sus praderas sumergidas atrapan el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, lo que las convierte en uno de los pulmones del océano.

Al igual que los árboles en tierra, las praderas marinas absorben CO2 mediante la fotosíntesis y luego lo almacenan en sus raíces y en el suelo. La única diferencia es que lo hacen mucho más rápido, hasta 35 veces más que un bosque tropical.

De este modo, las praderas marinas capturan por sí solas una quinta parte del carbono del océano, a pesar de que solo cubren el 0,1% del lecho marino.

Pero como son tan escasas, suelen ser menos conocidas que otros sumideros de carbono oceánico, como los corales o los manglares.

También están menos protegidos: solo el 26% de los catalogados pertenecen a zonas protegidas, frente al 40% de los arrecifes de coral y el 43% de los manglares.

"Es un ecosistema olvidado", afirma Ronald Jumeau, embajador de Seychelles responsable de las negociaciones sobre el cambio climático

Una biodiversidad única 

Captar el CO2 de la atmósfera no es el único servicio que prestan las praderas marinas. Estas plantas acuáticas también filtran el agua contaminada y protegen las costas de la erosión, según un estudio publicado en 2021 por la Universidad de California en Davis.

En un momento en que al menos ocho millones de toneladas de plástico acaban en el océano cada año, también son capaces de atrapar microplásticos. Actuando como una tupida red tejida, capturan los residuos y los integran en el sustrato circundante, según otro estudio, publicado en 2021 en Nature Scientific Reports.

Mientras que la acidificación de los océanos amenaza la supervivencia de los arrecifes de coral y los cientos de especies de peces que dependen de ellos, las praderas marinas también reducen la acidez del agua al absorber el carbono disuelto para la fotosíntesis. 

También proporcionan hábitat, alimento y protección a cientos, sino miles, de especies, algunas de ellas aún desconocidas para los científicos y otras amenazadas. Entre ellas figuran tortugas, ballenas jorobadas, ballenas azules, tiburones, manatíes y caballitos de mar.

"Aquí hay dragones"

Dada su importancia, en 2012 la Unesco consideró incluir el banco de Saya de Malha en la lista de sitios del Patrimonio Marino Mundial debido a su "valor universal excepcional".

En aquel momento, la organización lo describió como "probablemente el mayor lecho de algas marinas del planeta", único a escala mundial.

Posteriormente, el 23 de mayo de 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución que proclamaba el 1 de marzo Día Mundial de los Pastos Marinos, bajo los auspicios de Sri Lanka en particular.

El representante permanente del país del sur de Asia ante las Naciones Unidas, Mohan Pieris, declaró ante la asamblea que las praderas marinas eran "uno de los ecosistemas marinos más preciosos del planeta", destacando, entre otras cosas, su considerable contribución al almacenamiento de carbono.

Durante mucho tiempo, este territorio aislado a más de 1.100 km al este de Mauricio escapó a la actividad humana. Descubierto hace más de 500 años por navegantes portugueses, que lo bautizaron Saya de Malha – "falda de malla", en referencia a las ondulantes olas de hierbas marinas visibles bajo la superficie-, los barcos mercantes prefirieron inicialmente mantenerse alejados porque las imprevisibles variaciones de profundidad hacían peligrosa la navegación.

Otra señal de la inquietud que despertaba este lugar era que los mapas se referían antaño a este territorio con las palabras "Hic sunt dracones" (Aquí hay dragones). 

Pero hoy, la actividad humana es desenfrenada y el ecosistema está amenazado. En los últimos años, más de 200 pesqueros oceánicos, la mayoría de Sri Lanka y Taiwán, han fondeado en las profundas aguas que rodean Saya de Malha. Vienen aquí a pescar atún, lagarto, jurel y pequeños peces forrajeros, que proporcionan harina de pescado rica en proteínas para la alimentación animal. 

Tal es la tragedia de esta isla invisible: situada principalmente en aguas internacionales, carece en gran medida de regulación y, por tanto, está a merced de la pesca industrial ilimitada. 

La situación ha enfurecido a los ecologistas, que creen que no se está haciendo lo suficiente para proteger Saya de Malha. "Es como caminar en sentido contrario en un tren que va a toda velocidad", afirma Heidi Weiskel, jefa del equipo de Océanos Mundiales de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

***

Esta investigación fue realizada por Ian Urbina, Maya Martin, Joe Galvin, Susan Ryan y Austin Brush, de The Outlaw Ocean Project. 

France24

Liberté Égalité Actualité

France 24 son cuatro cadenas mundiales de información continua (en francés, árabe, inglés y español), que emiten las 24/7 (6 horas diarias, para la cadena en español) en 355 millones de hogares en los 5 continentes.

Ver más