La primera edición del experimento bandera de la FIFA, el Mundial de Clubes ampliado a 32 equipos, terminó con victoria para el Chelsea y con muchas tareas por atender para el organismo rector del fútbol si quiere garantizar la sostenibilidad del evento. La FIFA también debe aprovechar las lecciones de cara al próximo gran compromiso de la sede, la Copa del Mundo de 2026, porque en Estados Unidos se celebrarán 78 de los 104 partidos del calendario.
El Mundial de Clubes, que la FIFA por supuesto ha calificado como “la competencia de clubes más éxitosa del mundo”, tiene todavía mucho camino por andar para consolidarse como evento.
El anfitrión, Estados Unidos, tiene su propia bitácora de tareas si quiere que esta suerte de ensayo general contribuya al éxito en 2026.
Viabilidad futura en veremos
La resistencia interna en el mundo del fútbol en torno a un evento que pone más presión sobre calendarios ya de por sí sobrecargados sigue siendo fuerte. Y ese escepticismo viene de voces tan autorizadas como la de Jürgen Klopp, exentrenador del Liverpool, y de tanto peso como Javier Tebas, presidente de la Liga española.
A horas de la final, la FIFA anunció un supuesto consenso en torno a los descansos necesarios para los jugadores: 72 horas entre partidos y al menos 21 días seguidos por temporada.
Respondía así a críticas como la de Carlo Ancelotti, extécnico del Real Madrid y ahora seleccionador de Brasil, quien advirtió que el equipo blanco no jugaría con menos de 72 horas de diferencia entre encuentros.
Contrarrestaba también las voces opuestas al Mundial de Clubes, que advertían que muchos de sus participantes solo tendrían 21 días de descanso antes de iniciar sus respectivas ligas nacionales.
Pero el sindicato mundial de futbolistas, FIFPro, respondió de inmediato denunciando que no había sido invitado a tomar parte en las conversaciones que llevaron a ese supuesto consenso, reiterando su demanda de 28 días de descanso entre temporadas y acusando al presidente Gianni Infantino de “creerse Dios”.
Sergio Marchi, presidente de FIFPro, señaló que la FIFA decide en función de “una lógica de rentabilidad económica, no de sostenibilidad humana”.
Para equipos como el campeón Chelsea, el Mundial supuso una carga de trabajo total que superó los 365 días porque sus jugadores se reportaron para la campaña pasada el 9 de julio de 2024.
En total, fueron 64 partidos entre Premier League, Conference League, FA Cup, Carabao Cup y el torneo estadounidense, sin contar con los compromisos de algunas piezas con sus selecciones nacionales.
De hecho, ni siquiera se programó un desfile para compartir el trofeo con la afición para no afectar la programación vacacional de los jugadores. Estos deben volver a los entrenamientos el 4 de agosto y acelerar la pretemporada porque su primer partido de liga será el 17.
“Lo que se presentó como una fiesta mundial del fútbol no fue más que una ficción creada por la FIFA, promovida por su presidente, sin diálogo, sensibilidad ni respeto por quienes sostienen en juego”, denunció Marchi en un comunicado compartido con varios medios.
Un formato a revisar
La proclama oficial de tener en juego a los mejores 32 equipos del fútbol resultó claramente superada por la realidad, a juzgar por rivales tan poco competitivos como el modesto Auckland City clasificado por Oceanía, un equipo semiprofesional que recibió 17 goles y marcó uno.
La presencia del Inter Miami como representante de la casa quedó en evidencia como una movida que solo buscaba garantizar la muy atractiva presencia de Lionel Messi porque el equipo no había ganado ningún título que avalara su inclusión. Salvo destellos propiciados por la genialidad de la 'Pulga', resultó un participante intrascendente.
El formato de 2029 promete ser el mismo: cuatro clasificados por las ligas de campeones de la UEFA, la Conmebol, la Concacaf, África y Asia entre 2025 y 2028, uno por Oceanía, un invitado del país anfitrión (que aún no se define), y 10 clasificados más por ranking, a razón de ocho por Europa y dos por Sudamérica.
El límite de dos representantes por país dejará de nuevo a la FIFA ante la perspectiva de que entren prácticamente por descarte equipos tan poco competitivos como fue el Salzburgo austriaco, mientras se quedaban por fuera gigantes como Liverpool, Barcelona o AC Milan.
Las condiciones también abren la puerta a clubes que mostraron muy poco, como Boca Juniors y River Plate, en detrimento del país más competitivo del Mundial, Brasil, que metió en segunda fase a tres de sus equipos (todos clasificados al torneo en su calidad de campeones de la Copa Libertadores) y llevó a uno de ellos, el Fluminense, hasta semifinales.
La fecha del evento también ofrece una pequeña ventaja competitiva a los equipos de la Conmebol y la Concacaf, pues varios países de estas confederaciones estaban en pleno campeonato doméstico al momento de iniciar las acciones, a diferencia de los europeos, que habían parado poco más de un mes antes.
Una fiesta para millonarios
Dos de los equipos que más han gastado en nóminas en los últimos años disputaron la final: los 2.283 millones de euros en fichajes del PSG desde que Nasser Al-Khelaïfi es el propietario contra los 1660 en costos de transferencia del Chelsea.
O dicho de otra forma: el inagotable capital qatarí contra la bolsa de la oligarquía rusa que ayudó a echar las bases del Chelsea, antes de que el magnate Roman Abramovic fuera obligado a vender por las sanciones tras la invasión a Ucrania.
Pero la fortaleza financiera no fue necesariamente el único impulso para definir a los más exitosos. El Al-Hilal de la multimillonaria Saudi Pro League no pasó de una sorpresa en octavos de final ante otro proyecto financiado por una monarquía petrolera, el Manchester City del jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan.
Los exitosos equipos brasileños podrían ser una excepción a esa tendencia porque la plantilla del Fluminense, de apenas 69 millones de euros, representa un poco más de 4% del costo del Chelsea, que lo eliminó en semifinales, 28% del valor del Al-Hilal al que el Flu se encargó de sacar del camino en cuartos de final, y menos del 10% del Inter al que sorprendió en octavos.
Tareas pendientes para 2026
Probablemente el aspecto que deja más preocupaciones y críticas es la evaluación de Estados Unidos como sede, de cara al compromiso como principal anfitrión de la Copa del Mundo el próximo año.
Los partidos jugados al mediodía o en las primeras horas de la tarde para aprovechar el horario estelar europeo fueron criticados por casi todos los jugadores, con el veterano alemán Thomas Mueller como uno de los pocos que avaló la experiencia.
“Si alguien de 36 años como yo puede correr 90 minutos, entonces deberían poder hacerlo”, dijo luego de su alineación como titular en el partido que el Bayern Munich perdió ante Benfica en la fase de grupos.
Pero fue una excepción. El calor por encima de los 32º Celsius, que obligó a hacer pausas para hidratación en medio de los partidos, fue calificado de “peligroso” por jugadores como el argentino Enzo Fernández, campeón con el Chelsea.
Difícilmente haya un escenario diferente en 2026.
La audiencia televisiva estadounidense estuvo por debajo de otras ofertas más tradicionales, como las Grandes Ligas o la NFL, la mayor parte de ella a través de los canales con transmisiones en español, lo que hace prever que el próximo Mundial seguramente será más atractivo para Europa que para la sede.
Las suspensiones por tormentas eléctricas, que afectaron seis encuentros y provocaron pausas de más de dos horas en algunos casos, también resultaron una experiencia nueva (e incómoda), sobre todo para los europeos no acostumbrados a estar tan expuestos a la influencia de los elementos.
La asistencia a los estadios fue otro punto polémico, a pesar de los llenos totales en semifinales y final en el estadio MetLife de Nueva Jersey, la misma sede que albergará el juego decisivo del Mundial de 2026.
Los 2,49 millones de aficionados que acudieron a ver los partidos llenaron 62% del aforo de los 12 estadios seleccionados, con mínimos vergonzosos como los 3.412 espectadores presentes en el partido entre el Mamelodi Sundowns sudafricano y el Ulsan HD surcoreano, en una instalación con capacidad para 25.000.
Esa baja afluencia obligó a reducir de 473,90 dólares a apenas 13,40 los boletos para la semifinal entre Chelsea y Fluminense, de acuerdo con el esquema de precios dinámicos adoptado por la FIFA, que no necesariamente se repetirá en 2026.
Al final, pese a la amenaza no desmentida por la Administración de Donald Trump de que habría oficiales de ICE y patrullas fronterizas (CBP) en los estadios, no hubo ningún episodio contra inmigrantes o extranjeros en el Mundial de Clubes, más allá de alejar al público que temía verse afectado por eventuales redadas.
Eso no significa, sin embargo, que las prohibiciones de viaje y las restricciones de visado, así como el clima general antiinmigración, no tengan influencia en la Copa del Mundo el próximo año.
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