El primer ministro François Bayrou debe presentar, la tarde del martes, sus orientaciones presupuestarias para 2026, con el objetivo de lograr 40.000 millones de euros en ahorros y reducir el déficit francés al 4,6 % del PIB. La gran pregunta es quién pagará la factura.
¿Quién deberá hacer sacrificios? El primer ministro François Bayrou presenta este martes 15 de julio las grandes líneas del presupuesto 2026, un verdadero rompecabezas financiero y político, ya que contempla un drástico ajuste de 40.000 millones de euros en ahorros, al tiempo que aumenta el presupuesto de defensa.
Resolver esta ecuación parece casi una hazaña matemática, dado lo limitado del margen de maniobra financiero, y más aún porque el gobierno se ha negado hasta ahora a aumentar los impuestos, incluso para los más ricos.
El objetivo es reducir el déficit público al 4,6 % del PIB en 2026, frente al 5,8 % registrado en 2024. Este ajuste se plantea en un contexto internacional tenso e incierto, marcado por conflictos comerciales —como el anuncio de Donald Trump el sábado sobre un arancel del 30 % a los productos europeos— y crecientes tensiones militares, que llevaron a Emmanuel Macron a pedir el domingo un gasto adicional de 3.500 millones de euros para defensa.
Una partida adicional que el primer ministro ha tenido que incorporar, prometiendo que no dejará “ningún gasto flotante”: “No barro el polvo bajo la alfombra, y menos aún si ese polvo se cuenta en miles de millones”, ha dicho.
Políticamente, la base de apoyo del primer ministro parece más frágil que nunca. Cada actor del escenario político, comenzando por la Agrupación Nacional, que se posiciona como árbitro de la moción de censura tras haber derribado al gobierno Barnier el pasado otoño por el presupuesto, marca sus líneas rojas.
En otras palabras, François Bayrou, que se expresará a partir de las 16:00 horas, acompañado por varios ministros (Éric Lombard, Catherine Vautrin, Amélie de Montchalin, François Rebsamen y Astrid Panosyan-Bouvet), con apoyo de infografías, camina sobre la cuerda floja. “Es como escalar el Himalaya por la cara norte en invierno, y en pantalones cortos”, resume un miembro del gobierno.
"Un plan coherente"
El primer ministro, volcado en la elaboración de sus proyectos de ley de finanzas, no deja de advertir sobre la “trampa mortal” que acecha al país, ante el muro de la deuda que alcanzó el 114 % del PIB en marzo. Un combate que ha convertido en parte esencial de su identidad política.
“No proponer una respuesta nacional sería una cobardía destinada a los peores accidentes”, afirma a la AFP.
Este dramatismo busca facilitar la aceptación de una factura presupuestaria que se anuncia dolorosa: 40.000 millones de euros en recortes.
Este martes, Bayrou propondrá “un plan coherente, suficientemente preciso, aunque deba finalizarse con el Parlamento, para que todos comprendan la parte del esfuerzo que les corresponde”, subraya. Con dos componentes: uno enfocado en “volver a un equilibrio sostenible de las finanzas públicas” y otro en “apoyar la producción”.
El Ejecutivo ha intentado preparar el terreno reuniéndose de antemano con los grupos políticos en Bercy, un ejercicio que se repetirá en septiembre.
La lluvia de ideas ha sido particularmente abundante. Tanto así, que Bercy entregó a Matignon una propuesta con medidas por 45.000 millones, “para tener opciones entre las cuales elegir”, según un consejero del gobierno.
Bayrou, que presentó sus intenciones a Emmanuel Macron el viernes, ha prometido “esfuerzos aquí y allá” en materia fiscal, pero no una subida generalizada de impuestos. Por ejemplo, la contribución a los altos ingresos instaurada el año pasado debería ser remodelada y prorrogada, según una fuente ministerial.
Fuentes de ahorro
Todo el Estado tendrá que ajustarse el cinturón, lo que implicará importantes recortes en los presupuestos ministeriales y en las colectividades locales.
Entre las medidas que se barajan está la congelación de ciertos gastos entre 2025 y 2026, sin tener en cuenta la inflación. Un “año en blanco” cuyo impacto dependerá del alcance. Este congelamiento podría extenderse, por ejemplo, al baremo del impuesto sobre la renta. Y, como han sugerido varios actores, también podrían desindexarse las pensiones de la inflación.
También se contemplan recortes en varios frentes, como los beneficios fiscales, las ayudas públicas a empresas o los organismos y operadores del Estado, algunos de los cuales serían suprimidos.
Ya en medio de la polémica, se perfila un nuevo endurecimiento de las reglas del seguro de desempleo, mientras Emmanuel Macron afirmó el domingo que financiará el esfuerzo militar con “más producción y más actividad”. Esto ha reavivado las especulaciones sobre un posible aumento del tiempo de trabajo o la eliminación de días festivos.
Otras posibles fuentes de ahorro se han identificado en los costos del transporte médico, las enfermedades de larga duración o las bajas por enfermedad.
Por su parte, la izquierda sueña con lograr una tasa inspirada por el economista francés Gabriel Zucman sobre los “ultraricos”, con un impuesto anual del 2 % sobre su patrimonio, que generaría 20.000 millones de euros anuales. Una línea roja para el campo macronista.
Este artículo es una adaptación de su versión original en francés
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