¿Influye en en el país el estado de inestabilidad y desasosiego internacional que ha crecido con la llegada al poder en los Estados Unidos del presidente Donald Trump, en enero del 2025?
Claro que sí. Por muchas razones. Porque la República dominicana como país se ve seriamente lesionado por las decisiones del gobierno republicano, tanto por la imposición de aranceles del 10 por ciento sobre las exportaciones dominicanas, como por las políticas migratorias de expulsión de miles de dominicanos de los Estados Unidos y Puerto Rico, así como por las amenazas de imposición de impuestos a las remesas, que son parte de los beneficios que recibe el país de su condición de exportador hacia Estados Unidos de más de 2 millones de personas, personas que abandonaron su tierra en busca de bienestar; "expulsados" o "exiliados económicos" se les suele llamar.
Miles de dominicanos han sido afectados en sus trabajos en Estados Unidos, otros han tenido que abandonar las labores que realizaban, miles han tenido que dejar de enviar sus hijos a la escuela, por el temor de la deportación, y otros sencillamente han preferido esconderse, sin haber cometido delitos o actos reñidos con la ley, pese a poseer documentación legal.
Las políticas y declaraciones anti inmigración del presidente Donald Trump, han llevado a muchos ciudadanos de los Estados Unidos a incrementar su racismo y su rechazo a todo el que tenga perfil de extranjero. El trato con oficinas del gobierno es, ahora, obligatorio en inglés, y cualquier pequeña circunstancia es una excusa para la expulsión o para la negación de servicios. Los testimonios de migrantes son muy elocuentes, en el sentido de que si transitan por calles o asisten a comercios, los ciudadanos americanos recurren a diversas modalidades de rechazo, desde la mirada despreciativa hasta expresiones y gestos denigrantes.
¿Hasta dónde llegará esa situación? No lo sabemos. De modo que el camino que se está dejando a muchos de los ciudadanos que han migrado, o que tienen residencia norteamericana y que residen temporalmente en nuestro país, es el despojo de sus carnets o su aceptación de la oferta de que partan desde Estados Unidos por voluntad propia. El cerco no puede ser más denigrante y desesperante.
Les pasa también a los mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses, hondureños y de otras nacionalidades, incluyendo cubanos, haitianos y venezolanos, que han perdido su condición de refugiados temporales y que están expuestos a deportaciones inmediatas, dependiendo de los años que se hayan acogido a esas medidas del anterior gobierno del Partido Demócrata.
La República Dominicana ha mirado con excesiva inclinación hacia los Estados Unidos, para seguir sus políticas y aceptar sus imposiciones. Por razones históricas, porque los soldados y marines norteamericanos nos intervinieron en 1905, para asumir el control aduanero y garantizar el cobro de las deudas del gobierno, nos intervinieron en 1916, para asumir totalmente el control del país, y nos intervinieron en 1965 para evitar que los "comunistas" (una mentira) asumieran el control del Estado y nos convirtiéramos en otra Cuba.
La emigración de los dominicanos hacia los Estados Unidos fue incentivada por los propios norteamericanos. Ofrecieron todas las facilidades para tener acceso a mano de obra barata. Poblados como Sabana Iglesia casi se despoblaron, porque sus hombres y mujeres se marcharon a los Estados Unidos. Fue también un modo de quitar presión política al gobierno instalado por ellos, que encabezaba Joaquín Balaguer a partir de junio de 1966.
Hoy dependemos de los 10 mil millones de dólares de remesas que envían los migrantes. Una parte de esos migrantes no regularizó su estatus y corren el riesgo de la deportación. Muchas de nuestras exportaciones dependen de los Estados Unidos, como adquirente. Eso también está en riesgo. Parte de nuestra deuda es con los organismos que tienen sede en los Estados Unidos, y es hacia Washington o Nueva York que hay que ir para negociar esa deuda, para emitir bonos del gobierno o para aumentar nuestras reservas monetarias. Los turistas que nos visitan provienen en un alto porcentaje desde los Estados Unidos. La relación ha sido beneficiosa especialmente para Estados unidos, y en parte muy pequeña para nosotros. Nos hemos hecho dependientes y hoy nuestra soberanía está en peligro, precisamente por las imposiciones de los Estados Unidos y por sus políticas unilaterales que nos afectan.
¿Habrá llegado el momento de comenzar a buscar nuevas opciones de sosteníbilidad? ¿Habrá llegado el momento de que nuestras reservas sean en oro y no en dólares? ¿Habrá llegado el momento de que los turistas los busquemos en otras latitudes y no en Estados Unidos?
Son temas fuertemente relacionados con nuestra soberanía y con nuestra identidad, y más especialmente con nuestro futuro inmediato. Nos agreden, nos ponen en peligro y ponen en riesgo nuestro futuro. Esa es la realidad, no otra.
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