El fallecimiento de Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay, era algo esperado, por su edad, el agravamiento de su cáncer de esófago, y porque para todos los seres humanos la vida tiene un fin, y para él había llegado. Mujica lo sabía y estaba consciente de su pronta muerte.
Pepe Mujica, sin embargo, es un referente de la política en tiempos convulsos, en tiempos en que los símbolos del poder se fundamental en esa separación material y espiritual, de que quien manda es quien tiene la última palabra y decide. Y de que los que gobiernan no deben cambiar sus hábitos vinculados con su predominio como superiores entre iguales.
Mujica fue un obrero, un militante político, un guerrillero. Y como tal, siempre estuvo en el campo de batalla, defendiendo ideales y actuando con nobleza, con humildad. Cuando fue senador iba al congreso de su país en una motocicleta. Los años le hicieron cambiar de movilidad, y ascendió a un viejo cepillo Volkswagen de los años 60, y del que nunca se separó, pese a las tentadoras ofertas que recibió de todo el mundo.
Mantuvo incólume su voluntad de seguir viviendo en una casa humilde, con una perrita a la que le faltaba una pata, como un quijote moderno que despreciaba el boato y el ejercicio del poder. Siendo presidente de su país actuó con la misma tesitura, con su costumbre, mantuvo sus amigos, y fue invariablemente honesto, sin torceduras y sin búsqueda de una mística del más allá, y menos de ser ejemplo para nadie. Mujica ejerció el poder y salió como entró. Y en su gobierno le hicieron huelgas, le criticaron, pero jamás esquivó su responsabilidad de representante del conjunto de su país.
Fue espontáneo en su descripción de la política, en sus consejos a los jóvenes, en la definición de las actuaciones de los demás. Nunca cedió a las lisonjas y claudicó ante reyes y mandatarios que elogiaban don de gente humilde. Ofreció consejos a quienes se lo pidieron, visitó países, fue amigo de varios mandatarios y su partida es motivo de comentarios a nivel mundial.
Era un hombre pobre, que cultivaba lo que consumía en su casa, con su esposa, Lucía Topolansky, luego de haber pasado por la presidencia. Donó siempre el 90% por ciento de su salario, y es (tremenda paradoja) un referente de la política en el mejor sentido de la palabra, del político realista, con los pies en la tierra, con criterio sobre la soberanía de su patria, y de la necesidad de ser también universalista. Era libre de cualquier posesión material, y dijo, con gran sorpresa para el mundo: "No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben libertad".
Atilio Borón, un intelectual argentino, que fue amigo de Pepe Mujica, escribió un comentario justo y adecuado a la partida de Pepe Mujica. Es el siguiente, que transcribimos íntegro:
Murió uno de los patriarcas del progresismo latinoamericano. Como militante y dirigente del MNL-Tupamaros, en el que militó desde 1964, tuvo reiterados enfrentamientos armados con el ejército del Uruguay.
Fue apresado cuatro veces y uno de los 110 guerrilleros presos que en septiembre de 1971 protagonizaron la espectacular fuga del penal de Punta Carretas (sita en Montevideo), acontecimiento que tuvo repercusión mundial.
Apresado una vez más Mujica pasó casi quince años de su vida en las cárceles de la dictadura, gran parte de ese tiempo en condiciones de extrema dureza.
Caída la dictadura Mujica, “el Pepe” como se lo conocía, fue diputado, ministro, senador y presidente del Uruguay entre marzo del 2010 y ese mismo mes del 2015.
Sentía absoluto rechazo por el consumismo capitalista y la acumulación de riquezas.
Donó casi el 90 % de su sueldo como presidente a organizaciones barriales y de pequeños empresarios. Vivió austeramente toda su vida en su pequeña chacra situada en la periferia de Montevideo y durante toda su vida en libertad se movilizó en un modesto Volkswagen (escarabajo).
Hombre dotado de un gran sentido común y afecto al uso de dichos y expresiones del saber popular poseía también una lengua muy filosa, lo que en ciertas ocasiones, sobre todo luego de finalizado su período como presidente, lo llevó a emitir opiniones no siempre afortunadas sobre sobre los distintos procesos políticos en curso en la región.
Respeto, decimos nosotros desde la República Dominicana, al ciudadano uruguayo que luego de haber sido presidente de su país nos visitó y ofreció conferencias en varios universidades. Un ejemplo de político, un gran estadista, y dueño de una lucidez envidiable para estos tiempos.
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