República Dominicana no puede olvidar que a nuestro lado, en la misma isla que ocupamos, hay una situación grave que nos involucra, se quiera o no, por cercanía y que mantiene a los haitianos en doloroso colapso institucional.
Cada vez que en los Estados Unidos, en las Naciones Unidas, en el Consejo de Seguridad, en la OEA o en el Caricom se habla de Haití, y se ofrece un mapa de dónde y cómo controlan las bandas el territorio haitiano, se muestra también el mapa de la República Dominicana.
Y no se trata de que esa cercanía nos agreda, o nos involucre, es que quienes observan las imágenes y los mapas que ofrecen los medios de comunicación vinculan, sin que sea un prejuicio, la cercanía dominicana con Haití y creen, erróneamente, que una cosa vincula a la otra. Es decir, que la gravedad de la violencia en Haití podría expandirse en cualquier momento a la República Dominicana.
Por la imagen que se proyecta, y porque nuestra economía es de servicios y nuestra oferta es turística, de disfrute, de arena, sol y playa, y de tranquilidad, se puede afectar la proyección de la industria turística dominicana. Y, por vía de consecuencia, el buen ambiente para las inversiones y los negocios de República Dominicana pudiera verse afectado por la cercanía del hermano país que sufre el derrumbe institucional.
El ministro de Finanzas de Haití, Alfred Métellus, acaba de decir una cosa muy seria, y preocupante: “Existe un riesgo real de que Puerto Príncipe caiga en manos de las pandillas, otorgándoles poder político en todo el país”, de acuerdo con el diario Financial Times.
Puerto Príncipe es la capital de Haití, el centro político de mayor impacto y donde opera el Consejo Presidencial Provisional. Donde se entiende que ha operado con más eficiencia la Policía Nacional de Haití y las fuerzas de paz que han desplegado varios países, encabezados por Kenia.
Si Puerto Príncipe cae en manos de las bandas, significará la derrota total del Consejo Presidencial Provisional, y la toma del poder por parte de las bandas delincuenciales. Sería una situación anómala, que muchos han pensado podría ocurrir, pero que al mismo tiempo obligaría a los delincuentes a tomar medidas para evitar que se deteriore más el drama humanitario, alimenticio y hasta de seguridad.
No es ocioso recordar que Haití tiene una historia de divisiones internas, que una vez hubo dos países y dos gobiernos en su territorio. En un escenario en que las bandas se hagan con el dominio de Puerto Príncipe y todo el sur de Haití, nadie podría descartar que la parte norte, liderada por Cabo Haitiano, que ha logrado mantener su propia estabilidad, termine constituyendo gobierno aparte.
Que nadie se llame a engaño. No se puede descartar la posibilidad de que Jimmy Cherizier, alias Barbicue, sea quien se instale en sustitución del Consejo Presidencial Provisional. Formalmente como gobernante de todo el territorio haitiano. Eso lo hemos dicho en varias ocasiones, y no se descartaría que la OEA, la ONU y todo el que desee dialogar con Haití tenga que hacerlo con Barbicue.
Acento publicó un reporte sobre cómo las armas de Estados Unidos en manos de las bandas las han convertido en un ejército. Y todo está bien documentado.
Tal vez ha llegado el momento de que los haitianos asuman sus propios problemas, y decidan libérrimamente si desean que las bandas dirijan el país o si desean recuperarlo. Todo cuanto sabemos del nacionalismo haitiano es que es valiente y osado, y que cuando tiene desafíos saber hacerle frente.
Han pasado varios años de que la Comunidad Internacional lo ha intentado todo y no ha podido corregir el problema en Haití. Tal vez la solución es que el Core Group salga de Haití, que la BINUH salga de Haití y que los haitianos, con el mecanismo que deseen, se organicen y decidan sacar adelante su país, con las bandas y con todo el que ellos decidan que que acompañe en esa “normalización” de Haití.
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