Esta es la cifra: 700 mineros se encargan de extraer larimar en la mina Las Filipinas, ubicada al sur de República DominicanaSin embargo, la cadena de valor de la piedra preciosa no queda ahí. Pasa por compradores, intermediarios, artesanos, comerciantes y exportadores que ven en este mineral la oportunidad de sustento para sus familias, y, a la vez, impulsa la visibilidad de la piedra azul.

Testimonios como Manuel González, Radhames Charles, Víctor Ramírez y Onésimo Betances dan forma a lo que es la artesanía del larimar, que moviliza y dinamiza la economía en Barahona y Bahoruco.

Desde 2018 hasta 2024, República Dominicana tuvo una producción de larimar de 639,084 libras, según la Dirección General de Minería, siendo el 2024 el año de mayor producción con 195,706 libras, seguido del 2023 (142,299), 2021 (129,868) y 2019 (69,282).

El intermediario

A sus 71 años, Manuel González es una figura clave, aunque muchas veces invisible, en la cadena de valor del larimar, la piedra semipreciosa que ha dado fama mundial a República Dominicana. Su rol como intermediario ha sido esencial durante los últimos 50 años, conectando a los mineros con los artesanos y sosteniendo con su labor a generaciones de familias dominicanas.

“Yo soy comprador. Compro la piedra entera y se la vendo a los artesanos, que son quienes le cortan, la pulen y la convierten en joya”, explica a ACENTO. Su historia es la de un hombre que ha vivido toda su vida gracias al larimar, educando a sus siete hijos con lo que ganaba en este oficio, hoy adultos y profesionales. 

González comenzó en la década de 1970, cuando la libra de la pectolita se compraba por apenas 25 centavos. Con el tiempo, vio subir su precio. Hoy, el valor dependerá de la calidad, salubridad y oferta y demanda del mercado artesanal y exportador.

Además, vio evolucionar la forma de extraerla y también los riesgos que implicaba el trabajo en la mina.

“Antes lo hacíamos con pico y pala, abríamos un hoyo y entrábamos. A veces de noche ese hoyo se tapaba, era muy peligroso. Hoy en día ya no es igual, hay sistemas más seguros”.

Su labor consiste en comprar directamente a los mineros y vender a los artesanos locales, manteniendo relaciones con casi todos los que trabajan el larimar en la región Sur. “Después que yo lo compro, ellos lo revisan, lo cortan, y son quienes le dan forma. Yo solo conecto esas partes”, dice.

Radhames Charles, vendedor, conoce cada tono azulado de la pectolita. Explica que el precio de la roca dependerá de la intensidad de su color. Menciona que la de mayor calidad se vende a más de RD$ 3,000, y que las de menor calidad pueden venderse hasta en RD$ 1,000, pero que “no siempre fue así y se debe a que hoy nosotros (los dominicanos) estamos valorando el larimar”.

De hecho, su pensamiento coincide con que el Estado lo declaró como piedra nacional en 2011, y, en 2018, el Congreso Nacional aprobó que el 22 de noviembre sea el Día Nacional del Larimar, detallando que se considera un tesoro natural y cultural del país. Además, la legislación 17-18 tiene como objetivo fomentar el interés y la promoción de la piedra semipreciosa.

Para él, el larimar es mucho más que una piedra: es su vida. “Es la piedra más preciosa del mundo, y solo la tenemos aquí. Viene gente de Japón, de la India, de todos lados, porque aquí es el único lugar donde se encuentra”, asegura.

Aunque Charles y Gónzalez reconocen que aún falta más valoración de esta gema por parte de los dominicanos, cree que se ha avanzado. “Veo que ya hay interés, que quieren ponerle más atención. Eso está bien, porque muchas familias viven de esto, miles de personas, directa o indirectamente”.

Aprender para educar

Desde niño, Onésimo Betances supo que su vida estaría marcada por el azul profundo del larimar. Hijo de un comerciante y dueño de túneles en la mina Las Filipinas, su historia comenzó entre piedras y herramientas, pero hoy su mayor orgullo no es solo lo que crea con sus manos, sino lo que transmite con su voz.

“Empecé muy pequeño, aprendiendo de mi padre. Luego me formé en talleres locales y más adelante fui seleccionado para estudiar en España y Portugal, gracias a programas de cooperación internacional. Regresé como parte de un compromiso: aprender afuera para enseñar aquí”, explicó Betances, facilitador del Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep) de la Escuela-Taller Larimar.

Durante tres años de estudios y prácticas en Europa perfeccionó técnicas de lapidaria, joyería fina y gemología. Hoy, esa experiencia la comparte en su comunidad. “Formar personas es una experiencia linda. Tuve que capacitarme en pedagogía, porque no solo se trata de hacer joyas, sino de educar”, cuenta.

Betances trabaja el proceso completo de la piedra descubierta en 1916: desde el corte y pulido hasta el diseño de piezas. Le apasiona, pero disfruta ver cómo una piedra rústica se convierte en una obra de arte. “Lo más hermoso es transformar, desde la piedra bruta hasta una joya lista para un escaparate”, dice en conversación con ACENTO.

El artesano ha logrado fusionar el arte con la enseñanza, formando una nueva generación de artesanos y promotores de la piedra preciosa. Su legado no solo vive en las piezas que crea, sino en las manos de cada joven que aprende a transformar una piedra en orgullo dominicano.

De hecho, el 26.6 % de los talleres de joyería artesanal están ubicados en Barahona, de acuerdo con el estudio Caracterización de los talleres de joyería artesanal de República Dominicana, elaborado por el Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM). De estos, el 88.4 % trabaja con larimar.

Con exposición en el turismo

Víctor Ramírez tiene una caseta turística en el Cruce de Cabral, en Barahona. Luego de vender artesanía elaborada con jícara de coco conoció el larimar. Hoy, es su sustento de vida.

Los precios de las joyas varían según el modelo. Aretes pueden venderse a RD$ 600, una cadena sobre los RD$ 1,000, y los anillos a RD$ 800. Además, comprar un trozo de la roca puede costar RD$ 300, “para todos los gustos hay accesorios”.

“Los europeos y estadounidenses compran muchas joyas con larimar… Les encantan. La mayoría compra el juego (aretes y collares), si no tienen dinero compran una pulsera o unos aretes”, asegura.

Y no es para menos, el Banco Central dominicano (BC) registra que los extranjeros no residentes gastan más de US$ 100 cada día, y los cruceristas la misma cifra, pero en mayor porcentaje en regalos y souvenirs durante sus ocho horas en puerto dominicano, acción que permite a la joyería de larimar estar en la exportación indirecta de bienes.

Para el comerciante, el turismo en Barahona está ligado con la piedra, que “es única en el mundo y todos quieren una parte de ella”. Además, agrega, que es el orgullo de cada uno de los habitantes de República Dominicana, cifra que es de 10,760,028 personas, de acuerdo con el X Censo de Población y Vivienda de la Oficina Nacional de Estadística (ONE).

El reto, como reconocen líderes del sector turístico, es que los dominicanos crean en el valor: hacer del larimar no solo una joya, sino una experiencia turística, una historia de comunidad, y un emblema de desarrollo social y económico.

Karla Alcántara

Periodista. Abanderada por los viajes, postres y animales. Ha escrito sobre economía, turismo y cine. Ha cursado diplomados sobre periodismo económico impartido por el Banco Central, periodismo de investigación por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, finanzas por el Ministerio de Hacienda y turismo gastronómico por la Organización Internacional Italo-Dominicano.

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