Con el llamado a cuestas Freddy Gatón Arce escribió en el año de 1943 el poema “Muerte en blanco”. Con este poema irrumpía en la vida literaria de nuestro país uno de los poetas que llegaría a construir una formidable y sólida obra poética:

“Cuatro sirios blanco alumbraban su propio lloro blanco. En la última habitación, iba la muerte”.

Desde este poema, uno de sus primeros en darse a conocer, aparecen los elementos o símbolos que formarían la cosmogonía en toda su obra literaria: vida, muerte, amor y sueño.

Dice: “Es mi obsesión blanca: la vida, la muerte”.

Y añade: “Yo amo la muerte blanca, a la muerte en blanco como la del hielo, creadora con todos sus sentidos hasta el instante mismo en que se cruza con la vida. Eso es morir, lo demás es un no haber vivido nunca”.

Nacido en el año de 1920 en San Pedro de Macorís, Gatón Arce transcurrió su infancia en Pimentel, de adolescente vivió en Santiago y desde el año de 1938 hasta su muerte en el año de 1994, vivió en Santo Domingo. Abogado, periodista, catedrático universitario y uno de los fundadores y co-directores de la revista y ediciones de “La poesía sorprendida”.

En vida Gatón Arce demostró su profunda vocación de poeta. He tenido la oportunidad de conversar con personas muy cercanas al poeta y me han transmitido que éste cuidaba en extremo sus trabajos, y era un poeta que aparte que disfrutaba el goce estético de la creación, también sufría la poesía. Porque la poesía sentida y vivida se sufre. Asumir el llamado, la vocación por la poesía tiene esta condicionante.

Freddy Gatón Arce.

Es en el año de 1944 cuando escribe “Vlía”, poema que con el tiempo ha llegado a constituirse en uno de los poemas fundamentales de la lírica dominicana. Este poema es considerado el primer texto surrealista o de escritura automática producido en nuestro país. Recordemos que en el año de 1944, André Breton, fundador del movimiento surrealista, visitó el país y el encuentro que éste tuvo con los miembros del grupo de la poesía sorprendida.

Para el Gatón Arce de “Vlía”, el mundo lo funda la Palabra, la palabra poética que quiere aprisionar la armonía del universo, gobernado por modelos que la mitopoesía ha de recrear.

Como sabemos son dos los grandes estadios de la literatura, con relación a los temas que tratan y que estos obedecen a su relación con la realidad real, objetiva y externa, y la realidad imaginaria, subjetiva e interna. Para ambas posibilidades, si hablamos de narrativa la oposición sería realista versus fantástica y si hablamos de poesía la antinomia es mimética versus mítica.

Hablar de poesía mítica es entrar en los recovecos del sueño y tomar consciencia de que una gran  aventura se realiza entre brumas oníricas que suplantan la sombra y el hastío, el desamor y la frustración. Todos los humanos realizamos esa aventura imaginaria, soñamos nuestras íntimas quimeras que compensan nuestras carencias, pero como bien lo señala, el Dr. Bruno Rosario Candelier: “Es el poeta el dotado para expresar en palabras esa utopía imaginaria, formalizar la dimensión fantástica de esa aventura personal y plasmarla en imágenes sensoriales con alcance simbólico  y percepción mitificante”.

Desde siempre y sé de algunos poetas dominicanos que se han hecho la pregunta ¿para qué sirve un poeta? No existe mejor respuesta que la anterior. Es el poeta el médium para indagar en las interioridades del ser y decir lo que otros sienten. Si no, quite del escenario dominicano a Manuel del Cabral, a Pedro Mir, a Aída Cartagena Portalatin. Y ni decir sacar del escenario universal a Neruda, a Vallejo, a Octavio Paz, entre otros…

Cuando leemos un poema como “Vlía”, sentimos que éste nos sumerge en un estado místico, en un complejo visionario, en un mundo preñado de imágenes.

Freddy Gatón Arce concibe al poema, al igual que otros poetas de la tradición, como la expresión de lo absoluto, como testimonio de la energía cósmica, como la plenitud de la fuerza vital. Es la primigenia creencia de ver en la mitopoesía un accionar de Dios, un soplo divino. Si se quiere recordemos aquí la declaración de Huidobro: “El poeta es un pequeño dios”. Y es así por todos los mundos posibles que éste puede crear. Lea, relea a “Vlía” y lo comprobará.

Hemos hablado de surrealismo, de que Freddy Gatón Arce experimentó esta técnica para hacer este poema. Pero debemos resaltar un detalle y es que en Freddy Gatón Arce se dio un manejo perfecto de la dualidad artística: sueños en el estilo surrealista, pero vigilancia del hacer poético o más bien un automatismo conducido por el propio poeta como bien señala María del Carmen Prosdocimi, ensayista argentina quien vivió en nuestro país y quien realizó un importante estudio sobre la poesía de este singular poeta dominicano. Don Manuel Rueda también escribió lo siguiente: “Vlía: cuerpo lingüístico dual, hecho de los desenfrenos del sueño y del rigor de la razón vigilante”.

Pero, abundemos algo más: debemos al surrealismo el redescubrimiento de la tradición irracionalista en el arte, y ese hallazgo fue precedido por Sigmeun Freud y la revelación de los poderes ocultos del inconsciente y la concepción del mito como un producto de sueños y alucinaciones.

Esta búsqueda de lo extraño, de lo desconocido no se hace para huir de la realidad, sino para aprehenderla mejor.

André Breton describe al surrealismo como el “automatismo psíquico puro por medio del cual se intenta expresar verbalmente por escrito o por cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento”.

El surrealismo es mitificación de la palabra o restauración de la palabra en su potencia original, juego de palabras con significados asociativos, ironía verbal con recursos  paradójicos, polisemia como fuente de ambigüedad, combinación de experimentos o imágenes trascendentes, animación de las palabras mediante prosopopeyas o personificaciones.

También se da el caso de la creación de imágenes contrastantes o combinación de imágenes infrecuentes, creación de imágenes arbitrarias o desconcertantes, dislocamiento deliberado de imágenes entre otras…

Y así sucede en “Vlía”. Por la maestría de Gatón Arce en el manejo de la lengua y de los recursos poéticos existe en este poema una mayor revelación sentida y vivida que se muestran en cada imagen, en cada verso. Gatón Arce creía en la revelación poética y existen testimonios de que “Vlía” le fue revelado en una noche, en una intensa experiencia de escritura automática al punto tal que un poeta de mayor edad ( Franklin Mieses Burgos), le recomendó no continuar con dichas experiencias.

“Vlía” es también una reflexión sobre la condición humana. La preocupación por el vivir. Aquí  la asfixia existencial sobrecoge el ánimo del poeta vidente, quiero llamarlo vidente, quien advierte peligros reales o imaginarios, sugeridos por los símbolos de la noche, del gato negro:

Vlía anda como el viento –¡es el viento!—que sopla hacia el mar. Vlía: mar de angustia. Se azulan sus pasos. Anochecen sus cabellos de tan ser la noche. ¡Y el gato negro acecha! (Vlía, todo un gato de noche)

Vivir la lectura de “Vlía” provoca un abandonarnos en la Nada. Un morir en esa palabra que nos nombre y nos vuelve a la experiencia mayor:

“Nosotros ya no queremos ni siquiera mirarnos a través de las pupilas azules”.

Y otra vez la Palabra esa que Holderlin llama “el más peligroso de los bienes del hombre”. Palabra precisa y exacta y que Gatón Arce dominó en forma magistral diciendo:

“Creo que nuestros ojos están fatigados de las distancias recorridas, y que no podemos vindicarnos en los sueños cargados de rocío febril. Iremos navegando en el mar de todos los sinsabores cuajados de dulzuras y de todas las sagradas mentiras”.

Pero en ese río de las imágenes. En ese mar desbordante, en el  hermetismo de la palabra, en el magistral automatismo de Gatón Arce. En esa noche de todos los hombres subyace una mujer. Quimérica, prohibida, diosa indoblegable y burlona. Vlía  es mujer:

“Aquella niña del pájaro clavado en todas las emociones de la vida perdida de quebrantos verdaderos olvidados de perfumes idos en la belleza de la palabra, en el oleaje de las penumbras quebradas de rocas llovidas, como de la mano de una paloma o de un almendro partido por los rayos del sol –relámpagos de luz en los desgarrados cristales, aquella niña: recuerdo sacudido en mis oídos vueltos vientos armoniosos de campanas, aquella niña que llena de alma de todos los cipreses mejores y largamente encumbrados copa abajo, esa que nos transfigura”.

Y señala:

“A esa la sueño despertando cuando el paisaje de las miserias desciende para angustiarse en los músicos: peldaños de árboles nacidos en las noches de todos los hombres que no camina como las piedras, bajo las aguas…”

“Vlía” es un poema de alta densidad e intensidad y su riqueza está en todos los mundos posibles que su lectura nos presenta:

“Nosotros no debemos satisfacernos, una contemplación basta a las sangres que dislocan en las calles como naranjas heridas de pudor en el jardín tapiado”.

A veces irreverente. Dualidad del que conoce esto: la vida ¿la vida? Es más que tránsito. Frío turbión de alambres y púas. Sórdida maraña del azar que hace que el poeta grite:

“Un amor como nosotros mismos que se detenga a dos pasos del pecado”.

Y también “Vlía” todo un canto al amor, a la intensidad de los amantes que encuentran en su muerte, la vida:

“Te conduciré a procesiones que no te avergüencen en las noches que son como blasfemias al transporte de la realidad, a  los pájaros nocturnos como vigilia de ruiseñores bajo ventanas de colores. Deberías irte de rodillas hasta mi infierno de luciérnagas y desposarte con una flor cualquiera que no trasnoche como las llaves en el jardín rodeado de espejos”

Y ya al final, en lo múltiple del signo y el presagio, en la realidad misma del que lo ha vivido todo. Del que espera la hora precisa, el espacio apagado, de la mano que sudorosa tiembla, del corazón que cesa en su correr nos dice:

“Ya todos ríen con esa frialdad que dan los mármoles bajo las bóvedas, sacrilegios de gusanos como hombres de mil pies gastado y muchas genuflexiones, estaremos viéndonos en el espejos que son las mariposas del sol y no podremos irnos como los pájaros”

Y en la hondura filosófica con la que manejó cada verso, cada imagen en la fría página que nos vive y mata finaliza:

“Pero ya estamos bajo el árbol elegido, nuestra primera incursión aquí termina”.

En “Vlía” el vidente lírico parece vivir un rapto alucinante con brotes de lucidez para empalmar lo real y lo irreal, el rito y el sueño, el testimonio y el conjuro. El grito en este poema reclama un volver a la estación prístina, a la armonía edénica.

Como utopía verbal, “Vlía” exalta la palabra, dignifica la imaginación como ejercicio experimental inspirado en los procedimientos surreales. Lejos de ser una evasión de la realidad, este poema indaga la otra realidad para propiciar un entendimiento con el mundo mediante la utopía.

Vayamos a Vlía, ese gran poema de la poesía dominicana. Volvamos a la utopía, porque precisamente la poesía,  es la última utopía del hombre.

Bibliografía

Gatón Arce, Freddy. Obra Poética Completa. Santo Domingo: Universidad Interamericana, 2000

Prosdocimi de Riviera, María del Carmen. La poesía de Freddy Gatón Arce, Editora Taller, 1983

Rosario Candelier, Bruno. Ensayos Literarios. Santo Domingo: Biblioteca Nacional, 1986

Valentín Amaro

Escritor

Nació en La Piragua, Gaspar Hernández, provincia Espaillat, República Dominicana (1969). Segundo Lugar en el XIX Concurso Nacional de Cuentos de Radio Santa María, Primer y Segundo Lugar en Poesía en el 4to. Certamen Literario de la Universidad Iberoamericana, Premio Jaycees´72 en el 2008. Posee una Maestría en Gestión y Educación Universitaria por la Universidad Católica Santo Domingo. Poemas suyos aparecen en diarios y revistas de su país y el extranjero. Desde el año 2000 pertenezce al Taller Literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Es miembro del Ateneo Insular que dirige Bruno Rosario Candelier. Tiene publicado:"En el temblor de las visiones" por la Editora Nacional y Ediciones Ángeles de Fierro, también publicado por Obsidiana Press de West Virginia. Profesor universitario.

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