“La Navidad es hacer algo extra por alguien”.

Patricio León nos conmueve de manera reflexiva e introspectiva en el cuento “Un viaje inmemorial”, un texto que nos invita a replantear el verdadero sentido que debería tener la Navidad. A través de imágenes colmadas de magia, calidez y emotividad, la narración despliega un estilo minucioso y enriquecedor que captura de inmediato la atención del lector.

En estas páginas habitan personajes entrañables e históricos. Las ilustraciones de Taina Almodóvar y E. Avanzini emplean colores festivos en un ambiente donde la magia anuncia el brillo centelleante de las estrellas. Dichas imágenes transmiten sentimientos de amor genuino: la generosidad se desborda, la esperanza alcanza el corazón y la nostalgia se transforma en reflexiones profundas, destinadas a impedir la repetición de los errores más graves del pasado.

Este aire navideño que impregna cada página nos recuerda que la Navidad es, ante todo, la búsqueda de la felicidad y la unión del mundo. ¡Cuántas figuras reconocibles aparecen a lo largo del relato! Dios, San Pedro, Santa Claus, Hitler, Iván el Terrible, Tim, el Duende Verde, los renos y otros personajes conforman un mosaico simbólico de la condición humana.

Una travesía mágica en Navidad

Los escenarios del cuento despiertan un asombro constante: las puertas del cielo, la casa de Santa Claus, los hogares de Hitler e Iván, la cueva del Duende Verde y la casa de Tim. Cada ilustración irradia magia y maravilla, con una extensión visual acorde con el espíritu que habita en esta época del año.

¿Está el eje filosófico central del relato explícitamente formulado en la sentencia de Theo: “Los villanos no nacen, se hacen”?

El cuento se posiciona con claridad contra toda concepción esencialista del mal —la idea de que ciertas personas nacen intrínsecamente malas— y se alinea con una visión existencial, social y moralmente contextual del ser humano. Hitler, Iván el Terrible, el Grinch (El duende verde) y Tim no aparecen como monstruos innatos, sino como niños heridos, deformados por el dolor, el abandono, la violencia y la incomprensión.

Patricio León – Puesta en circulación "Un viaje inmemorial" (Foro Pedro Mir, Cuesta Libros) 03/12/24 @mikpasco

Desde esta perspectiva, el mal no surge como una esencia metafísica, sino como una respuesta desviada al sufrimiento. El relato dialoga, así, con diversas corrientes de pensamiento:

-Hannah Arendt y la banalidad del mal: el horror no nace del demonio, sino de la normalización del dolor.

-Rousseau, para quien el ser humano nace bueno y es la sociedad la que lo corrompe.

-La psicología moral contemporánea, que entiende la conducta antisocial como resultado de entornos dañinos.

El viaje de Theo se convierte, en este sentido, en una auténtica arqueología del mal: un descenso al origen infantil de la crueldad adulta.

Filosóficamente, el cuento sacraliza la infancia, no como una etapa ingenua, sino como el fundamento ontológico del sujeto. La niñez aparece como el espacio donde se configuran: el vínculo con el mundo, la capacidad de amar, la relación con el dolor, y la imagen de sí mismo.

Patricio León – Puesta en circulación "Un viaje inmemorial" (Foro Pedro Mir, Cuesta Libros) 03/12/24 @mikpasco

Cuando esta etapa es violentada, humillada o incomprendida, el daño no es pasajero: se proyecta históricamente. En este sentido, el relato sostiene una tesis contundente: el sufrimiento infantil no resuelto constituye una amenaza ética para el futuro de la humanidad. Cada niño ignorado encierra la posibilidad de la repetición del horror.

La “lista” de Santa Claus funciona como un símbolo filosófico del juicio superficial. Divide el mundo entre buenos y malos, pero no comprende. A través de ella, el cuento cuestiona: el moralismo conductual, la meritocracia afectiva (“te quiero si te portas bien”), las éticas punitivas que castigan sin comprender.

Theo revela la insuficiencia de una ética basada únicamente en el resultado —la conducta— y no en el proceso vital. Esto enlaza con una ética comprensiva y compasiva, cercana a la ética del cuidado, la misericordia cristiana y la comprensión psicoexistencial del sujeto. Santa Claus aprende que juzgar sin comprender es, en sí mismo, una forma de injusticia.

La mención de Jesucristo no es decorativa: introduce una ética radical del perdón. Cristo aparece como contrapunto del castigo: ama incluso a quien falla, traiciona o hiere. Desde una lectura filosófico-teológica, el cuento propone que la justicia sin misericordia endurece, el castigo sin comprensión destruye y el amor incondicional rehumaniza.

Así, la Navidad deja de ser un premio y se convierte en un acto de gracia, no de mérito.

Theo no es solo un niño muerto: es una conciencia moral. Su nombre remite a Theos (Dios) y actúa como mediador entre lo divino y lo humano. No busca salvarse a sí mismo, sino preservar a otros del dolor futuro. Encarna una ética del sacrificio altruista, cercana al ideal del justo, del santo y del sabio que renuncia al beneficio personal por el bien común.

Su misión no es cambiar el pasado, empresa imposible, sino transformar la mirada del presente.

El viaje temporal introduce una idea profundamente filosófica: no podemos modificar el pasado, pero sí nuestra forma de responder a él. El relato niega el determinismo absoluto: el pasado explica, pero no justifica. Comprender no equivale a absolver, pero sí a humanizar.

Santa Claus no puede evitar que Hitler sufra, pero sí puede impedir que otros niños sean abandonados hoy. El cuento sostiene, así, una tesis humanista clara y poderosa: salvar la infancia es salvar el futuro moral del mundo. La verdadera justicia no clasifica: comprende. La auténtica bondad no castiga: protege. La verdadera Navidad no premia: abraza.

Theo logra entrar al cielo no por obedecer reglas, sino por ensanchar el amor en el mundo. Y Santa Claus deja de ser un juez para convertirse en custodio de las ilusiones humanas.

Theo es el alma que no desea salvarse sola. Encarna una verdad profunda: la salvación auténtica nunca es individual. Aunque posee “pase directo al cielo”, su espíritu no halla descanso. No por apego a la vida ni por temor a la muerte, sino porque no puede acceder al Reino cargando consigo la herida del mundo. Su detención ante la puerta celestial no es rebeldía, sino compasión activa.

Theo comprende, aun siendo niño, algo que muchos adultos no alcanzan: no se puede habitar la luz ignorando la oscuridad ajena. Por eso su alma no asciende todavía: porque aún ama.

En este cuento, el cielo puede entenderse como conciencia y no como recompensa. El Reino de los Cielos no aparece como un simple lugar de premio, sino como un estado espiritual de coherencia interior. Theo no puede entrar mientras su corazón permanezca dividido entre la paz eterna y el dolor de los niños olvidados.

El cuento sugiere que el cielo no se “gana”, sino que se habita cuando el alma está reconciliada con el amor. Theo no negocia con Dios: se ofrece. Y es precisamente por ese gesto que Dios concede.

Patricio León – Puesta en circulación "Un viaje inmemorial" (Foro Pedro Mir, Cuesta Libros) 03/12/24 @mikpasco

“El viaje inmemorial” se configura como una auténtica peregrinación del alma. El trayecto en el trineo no representa un recorrido histórico, sino un descenso espiritual hacia el origen del dolor humano.

Cada niño visitado encarna un arquetipo:

-Hitler: el niño que dejó de llorar (el corazón endurecido).

-Iván: el niño humillado (el poder como forma de venganza).

-El Grinch: el niño rechazado (el odio hacia la alegría).

-Tim: el niño incomprendido (la esperanza aún rescatable).

En un sentido espiritual, Theo no juzga a ninguno. Observa. Y en esa mirada hay redención, aunque no una corrección del pasado.

Santa Claus es el guardián dormido. Simboliza al adulto bienintencionado, pero inconsciente: no es malvado, sino espiritualmente ciego. Su “lista” representa una moral sin alma.

Theo despierta en él algo esencial: la ilusión es una forma de gracia. Los regalos no son simples objetos, sino señales de que el mundo aún cree en el niño. Cuando esa señal falta, el alma infantil se siente abandonada por la vida misma.

Santa aprende que su misión no es premiar conductas, sino custodiar la chispa divina presente en cada niño.

Jesucristo ocupa el centro silencioso del relato. Su mención introduce el núcleo espiritual del cuento: el amor incondicional. Cristo no salva a los justos; salva a los rotos. Theo comprende esta verdad de manera intuitiva. Por eso no habla de castigo ni de corrección, sino de perdón, misericordia y compasión radical.

La Navidad deja de ser juicio y se transforma en encarnación del amor.

El tiempo límite representa la urgencia del amar. Las cuatro horas no constituyen un reloj externo, sino un símbolo de la urgencia espiritual. El cuento enseña que el bien no puede postergarse: la compasión siempre es ahora. Cada infancia ignorada es una oportunidad perdida.

Theo sabe que no salvará el mundo, pero sí puede transformar una conciencia. Y eso basta. En su sacrificio silencioso, arriesga su lugar entre los ángeles. Espiritualmente, este gesto lo convierte en ángel antes de serlo, porque el ángel no es quien vuela, sino quien intercede.

Theo no asciende escapando del mundo, sino cargándolo consigo. Entra al cielo cuando Santa comprende, cuando la lista desaparece y cuando la ilusión es restaurada. El cielo no se abre cuando Theo cruza la puerta, sino cuando un corazón humano despierta.

Esa es la revelación final del cuento: el cielo comienza en la tierra cuando alguien decide amar sin condiciones.

Este relato no habla de la muerte, sino de la responsabilidad del alma viva. No trata de niños buenos o malos, sino de niños heridos o acompañados. Theo nos recuerda que proteger la ilusión es un acto sagrado, que comprender es un gesto divino y que amar sin lista es la forma más elevada de justicia.

Desde una perspectiva psicológica, Theo representa un yo maduro e integrado, pese a su corta edad. Esto no es realista en términos evolutivos, sino simbólico: Theo encarna la conciencia psicológica ideal.

No manifiesta ansiedad ante la muerte, sino un conflicto moral profundo, lo que sugiere que su necesidad no es de supervivencia, sino de coherencia interna. Psicológicamente, no puede “cerrar” su ciclo vital hasta completar una tarea cargada de sentido.

La pausa de Theo ante la entrada al cielo puede interpretarse como una necesidad de cierre emocional. En la psicología del duelo, incluso las muertes sin culpa pueden dejar asuntos simbólicos pendientes.

Theo no necesita despedirse de su familia; necesita asegurarse de que el mundo psíquico infantil no quede desprotegido. Esto revela un fuerte sentido de agencia prosocial: su identidad se define a partir del cuidado del otro.

Los niños visitados representan distintos modelos de trauma:

-Hitler: abuso físico y emocional, represión afectiva (“no llorar nunca más”), formación de un yo rígido y hostil. Psicológicamente, se asocia con desregulación emocional, identificación con el agresor y proyección del odio interno hacia el exterior.

-Iván el Terrible: pérdida temprana de figuras de apego, humillación crónica y trauma complejo. Su conducta posterior refleja un intento de recuperar el control a través del terror.

-El Grinch: rechazo social, acoso escolar y vergüenza corporal. La respuesta es el aislamiento defensivo y la negación de aquello que hiere (la Navidad).

-Tim: fracaso académico específico, incomprensión parental y falta de reconocimiento de sus fortalezas. Se trata de un niño aún rescatable, cuyo autoconcepto está en riesgo, pero no colapsado.

El cuento plantea una tesis psicológica sólida: la conducta disruptiva es una adaptación al dolor, no una elección libre en su origen.

Santa Claus representa una figura parental externa y reguladora que opera bajo un modelo conductista: refuerzo positivo (regalos) y castigo por mal comportamiento (exclusión). El problema psicológico de este enfoque es que ignora el mundo emocional, no distingue entre voluntad y limitación estructural y refuerza la vergüenza.

Santa no es cruel, pero su sistema es emocionalmente ciego. La lista simboliza la etiquetación conductual: niño bueno o niño malo. Desde la psicología clínica, esto equivale a confundir el síntoma con la identidad. Un niño con bajo rendimiento, impulsividad o conductas oposicionistas no es “malo”: está expresando algo que no puede decir de otro modo.

El cuento denuncia los efectos de esta confusión: la internalización de etiquetas, la profecía autocumplida y la desesperanza aprendida.

Los regalos navideños cumplen una función psicológica profunda: actúan como objetos transicionales. Representan validación, continuidad afectiva y creencia en el futuro. Cuando un niño no recibe regalos, el mensaje implícito no es “pórtate mejor”, sino “no mereces ser querido tal como eres”, lo que puede consolidar un autoconcepto negativo.

El cambio de Santa Claus equivale a un insight clínico: comprende la función del síntoma, abandona el juicio, integra la empatía y pasa de una postura punitiva a una postura reparadora. Esto supone un cambio de modelo parental: del control a la contención.

El tiempo límite se abre como una ventana de intervención. Las cuatro horas simbolizan una ventana crítica: en psicología del desarrollo, los primeros años son determinantes, y no intervenir a tiempo puede cristalizar estructuras patológicas.

El cuento sostiene una idea central: comprender al niño es la forma más eficaz de prevenir el mal adulto. No se trata de justificar conductas destructivas, sino de intervenir en la raíz emocional antes de que el dolor se transforme en violencia, odio o vacío.

Theo no salva a los niños del pasado, pero salva algo más importante: la posibilidad de que otros niños no tengan que endurecer su alma para sobrevivir.

Este cuento no habla, en última instancia, de ángeles, de Dios o de Santa Claus. Habla de algo más profundo: de niños heridos, de adultos que no miran y de la posibilidad de romper el ciclo.

Theo es la voz interior que insiste: “mira antes de juzgar”. Y Santa es cada adulto que, al comprender, decide no apagar la ilusión.

“El viaje inmemorial”, de Patricio León, nos toca las fibras más íntimas del alma y nos invita a replantear el verdadero y auténtico sentido de la Navidad. Su esencia, válida en todos los tiempos, nos convoca a mirar el mal y el bien con otros ojos.

Evelyn Ramos Miranda

Poeta y narradora

Evelyn Ramos Miranda. Nació en Santo Domingo un 9 de febrero. Obtuvo una licenciatura en Educación Inicial y una maestría en Administración y Supervisión de Programas de Educación Inicial en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Catedrática de Educación en varias universidades. Ha sido funcionaria en diversas instituciones públicas como coordinadora de Educación en (MINERD, CONANI, IDSS y subdirectora de la Estancia Infantil de la UASD). Es Gestora Cultural. Labora como Coordinadora en la Casa de la Rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Sus poemas han sido publicados en revistas culturales y periódicos e incluidos en varias antologías, destacando Al filo del Agua, del Taller Literario César Vallejo de la UASD; Sororidad, Poesía y Narrativa (2020). Y Antología: Colección Poética Lacuhe (2022), Antología (poesía y narrativa) Detrás de las máscaras (2023). Tiene dos libros publicados: Al filo del vuelo (2023) y El País de los Dulces (2023). Ha participado en diversas Ferias Internacionales del Libro en Santo Domingo, New York, Colombia y Venezuela, como conferencista y poeta. También en diferentes tertulias y recitales del país y Puerto Rico. Es miembro del grupo poético Mujeres de Roca y Tinta. Egresada del Taller Literario César Vallejo de la UASD.

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