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La poesía en lengua española vive uno de sus momentos más esplendentes. Podemos decir que, como nunca, participa en el gran escenario de la poesía del mundo.
Esta misma lengua que antes tuvo el brillo en los siglos XV y XVI, con la literatura de Garcilaso de la Vega, Bernal Díaz del Castillo, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Pedro Calderón de la Barca, sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, y que ahora conocemos como Siglo de Oro. Ese mismo vocabulario que siglos después pudimos reconocerle ese halo aurático, y que nacía en América, un Nuevo Siglo de Oro que comenzaba con los magisterios aún vivos de Rubén Darío, Ramón López Velarde, Antonio Machado, José Martí, Andrés Bello y una pléyade de poetas que acompañaron el proceso de las recién creadas naciones americanas. Para adentrarnos al siglo XX, el siglo de José Gorostiza, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Jorge Luis Borges, César Vallejo, Octavio Paz, José Lezama Lima, Rosario Castellanos, Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco, y muchos grandes maestros.
En el contexto de la poesía contemporánea en lengua española, la ocurrida en estas últimas décadas, Mateo Morrison es uno de los grandes maestros para el siglo XXI junto a Luis García Montero, Raúl Zurita, Piedad Bonnett, Hugo Mujica, Marco Antonio Campos, Elvira Hernández. Ellos son algunos de los poetas que nos ofrecen con su poesía una posibilidad desde la lengua española para participar en la gran literatura del mundo.
Desde el vasto crisol de nuestra lengua, desde los diferentes lugares de enunciación en los que se articula esa milagrosa comunión de los espíritus que llamamos poesía, desde esa luz, la poesía de Don Mateo Morrison se alza como uno de los momentos de mayor claridad en la expresión, de una incalculable generosidad para con las generaciones de poetas más jóvenes. Nacido en Santo Domingo en 1946. Libros de poemas, ensayos, novelas, también editor y gestor cultural. Mateo Morrison es una pieza fundamental para la comprensión de lo que el crítico Alí Calderón llama la poesía panhispánica, es decir, la poesía en lengua española contemporánea y que rebasa los límites fronterizos para discutirse en el plano de la lengua.
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¿Cómo el lector curioso, pero desprevenido, puede asomarse a una literatura tan amplia? ¿Desde qué horizonte de expectativa se puede trazar una ruta lectora para una obra que se ha ido construyendo con paciencia y generosidad a lo largo de las décadas, registrando las primeras impresiones juveniles y el inexorable paso del tiempo? ¿Cómo aprehender una obra que recoge con especial atención la vida y sus avatares?
En ese sentido, la antología se erige cada vez con mayor frecuencia como el vehículo ideal para conocer la obra de un poeta. Si como dice Octavio Paz, un poeta es ante todo un universo verbal, es decir, un posicionamiento frente al lenguaje, la buena antología nos muestra con exactitud los diferentes matices de una obra mayúscula, como en este caso que Mario Bojórquez, el más adelantado de los poetas de su generación en lengua española, hace esta selección de la obra poética de Mateo Morrison que titula Brilla sobre mí un sol que invento. En este recorrido atestiguamos las diferentes preocupaciones temáticas y estilísticas que hay en la obra de Mateo Morrison. En cuanto a la forma, la silva castellana moderna que frecuenta los metros impares; la noción del poema de extensión breve que Natalia Azarova llama un poema-una página o bien, para apartarse de esa extensión, utiliza la numeración de estancias ya sea por glosar un tema o por intensificar los procedimientos narrativos del poema coloquial; en cuanto a la temática, la libertad poética de comprender el poema como un espacio dialógico del ser humano, la posibilidad más alta del lenguaje, es decir, el poema es el atajo mediante el cual podemos acortar la distancia entre nuestra comprensión y el mundo.
En el prólogo del libro, Bojórquez señala con acierto, a partir del título, la triple posibilidad de la poesía de Mateo Morrison: cuerpo, naturaleza, y sociedad. Esto podría decirse como el yo, el tú y el nosotros, con los cuales podemos resumir los posibles conflictos de toda literatura de ayer y hoy, y que nos confirman que toda obra literaria se inscribe en una tradición. Somos tantos autores como aquellos a los que debemos parte de nuestra educación poética. Así, en un poeta es posible revisar toda una tradición poética pues cada autor lleva consigo un equipaje que revela sus inclinaciones estéticas o sus modelos poéticos. Revisemos, por ejemplo, el poema “Intento destronar el mar”, la condición insular tiene un eco al inicio de “La isla en peso” de Virgilio Piñera, también poeta del Caribe, cuando dice “La maldita circunstancia del agua por todas partes / me obliga a sentarme en la mesa del café.” Por su parte, Mateo Morrison escribe en el poema “Intento destronar el mar”:
Y que cardúmenes a coro nos relaten
¡cómo es posible vivir en una habitación de tantas aguas!
O, por ejemplo, su poema “Decisión”, guarda una cierta relación con el poema “H.O” de Jorge Luis Borges, la puerta como un signo fatal para el encuentro amoroso trocado en un pequeño, íntimo drama:
En cierta calle hay cierta firme puerta
con su timbre y su número preciso
y un sabor a perdido paraíso,
que en los atardeceres no está abierta
a mi paso. Cumplida la jornada,
una esperada voz me esperaría
en la disgregación de cada día
y en la paz de la noche enamorada.
Esas cosas no son. Otra es mi suerte:
Las vagas horas, la memoria impura,
el abuso de la literatura
y en el confín la no gustada muerte.
Sólo esa piedra quiero. Sólo pido
las dos abstractas fechas y el olvido.
Mateo Morrison, a partir de una dicción más contemporánea, esa silva americana de irregular medida, con una agudeza epigramática posiblemente de la actualización que hace Ernesto Cardenal de los epigramas latinos de Catulo y Marcial, dice:
No tocaré la puerta que cerraste
aunque desde sus bordes
siempre te mire.
Para el lector que ama la literatura tener en su lectura el feliz hallazgo de la referencia literaria, descubrir apenas un hilo de esa gran red de citas y referencias poéticas representa una de las máximas dichas. En los poemas de Mateo Morrison se hace alusión directa a Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Emily Dickinson, Paul Valéry, Saint-John Perse, Octavio Paz.
En cuanto a la expresión poética, ésta nace, quizá, por una urgencia interior. Por un súbito llamado de algo que queremos expresar. En esa misma sintonía, el poeta polaco Adam Zagajewski, le llama a la poesía “una leve exageración”. En la tercera parte de “Textos innombrados”, la enumeración, figura retórica de acumulación, va creando una tensión en que se resuelve de un modo contundente:
La daga que construyes para herirme. El cuchillo imantado que lanzas a mi pecho.
La tea con que incendias mis pisadas. La herida en mi descuidado rostro.
Las abejas que entrenas para emponzoñar mi espíritu.
Las aguas infectadas del jardín que cultivas para ensañarte en mi cuerpo derribado.
El pistoletazo que buscaste en el poema de Mayakovski para penetrar en mi sien.
Los restos de cicuta que indagas en la historia para que su esencia destruya mis entrañas.
Las investigaciones que avanzas para aprender y aplicarme las torturas más sublimes de la postmodernidad.
La cámara de gas que fuiste a conocer para estudiar la posibilidad de mi holocausto particular.
La mirada que exhibes cada mañana forzando a refugiarme en la quietud.
¿No son suficientes para detener tus asedios a mi sombra?
En lo que a mí respecta, uno de los momentos más altos del libro es el poema “Este aposento” por la sencilla pero cuidadosa escenificación, su capacidad simbólica, la sorpresa que se suscita al final del poema:
Adoro este aposento
de una sola puerta
con luces bajas
del lado que me toca.
Un pequeño baño
cerca de la cama
y un montón de libros
a la derecha.
El televisor con imágenes mudas.
Y tu cuerpo expectante
ocupando la otra mitad
de un posible paraíso.
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Recientemente, el poeta Marino Berigüete escribía sobre don Mateo Morrison a propósito de la Semana Internacional de la Poesía, que año con año se celebra en Santo Domingo. Se trata de un preciso retrato para unas de las voces más importantes de nuestra literatura:
Hay hombres que no se detienen ni cuando el tiempo los llama. Mateo Morrison pertenece a esa estirpe de los que no conocen el reposo, de los que saben que la poesía no se escribe solo con palabras, sino con actos. En casi ochenta años de vida ha hecho del verso una casa y de la cultura dominicana, una patria compartida. No hay taller, festival o encuentro donde su nombre no aparezca como raíz o como semilla.
Podríamos enumerar el Taller Literario César Vallejo que fundó a finales de 1970 y donde pasaron todas las jóvenes voces líricas, su labor como editor revistas literarias en la que les confirió el honor de la tipografía por primera ocasión a más de un poeta, su visión para gestar contextos para compartir la palabra como diferentes encuentros internacionales de poesía, y tantos otros actos de generosidad. Pero, como últimas palabras, reitero que el magisterio de don Mateo Morrison, su obra literaria, es uno de los lugares donde mejor descansa nuestra lengua. Y esta antología, preparada por Mario Bojórquez, es una magnífica ventana para asomarnos en ese vasto paisaje de palmeras, frutos, aguas, cielos azules, nubes, astros, calles, cuerpos danzantes.
(Adalberto García López)
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