Gerardo Castillo Javier nació en Las Matas de Farfán, un municipio del sur de la República Dominicana. Es profesor de Letras básicas y Teoría y crítica literaria en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ha publicado varias obras: Salmos apócrifos (Poesía, 1996), Entre dragones (Cuentos, 1999), Flor de cactus (Antología poética del sur dominicano, 2015), entre otras.

Castillo Javier dio a conocer en el 2024 el libro Sendero entre las piedras: un texto en forma de poesía prosada, dividido en siete cuerpos: El resplandor, La casa, El río, Las sombras, Las cavernas y Yo. En él se presentan cantos poéticos con una numeración irregular en 131 páginas.

Sendero entre las piedras no es un libro para leerlo de un tirón, ni siquiera de dos. Hay que sentarse y viajar por sus intersticios, para intentar comprender los simbolismos y su propuesta semiótica. Lo expresado en él, como lo hace Castillo Javier, nadie lo ha dicho y eso lo hace auténtico. En ocasiones, aunque el lenguaje se oscurece, principalmente en El resplandor, el lector puede fluir en un sendero de piedras como un río de sinuosas aguas para despertar la atención y la sensibilidad.

El autor lanza de entrada una advertencia: “Ante ti sugiero una puerta para que la descubras, espejo. Salvo a ti mismo, no te llevará a parte alguna” (pág. 9). Y es que el poemario permite una lectura personal, una interpretación ajustada a los niveles de nuestra propia sensibilidad. En sus secciones y en su fluir filosófico, hay un escape de la ciencia. También hay un conjunto de imágenes y visiones que presionan el yo interior, aunque se valga del "yo mismo" para su locución estética. 

“Sendero entre las piedras”, de Gerardo Castillo Javier (I)

La fragua del lenguaje

En muchas ocasiones, el lector tiene que rumiar el pensamiento, deglutirlo; introducirlo en la fragua del lenguaje y hacerlo florecer sobre sus propios lienzos. Porque no es la típica voz del poeta que se lanza para revelarse; es aquel demiurgo, develador de luces por sendas “entre piedras húmedas que nos conduce de la oscuridad a la oscuridad” (pág. 15).

Reiteramos: la lectura del poemario no ha de ser superficial. No sería fácil el ejercicio mental requerido para descifrar ciertos simbolismos y paisajes que encierran campos expresivos con capacidad para reconstruirse en cada lectura. Ejemplo, refiriéndose a la luz: “En el hoyo temporal de la noche elíptica del crepúsculo se dibuja la caída” (pág. 17) o “Ante el embudo invertido, la búsqueda es una campana que estimula ciertos nexos y del diseño activa una advertencia” (pág. 24).

En su lado profundo, conceptual y estético está: “Pasado y polvo es la luz que nos muestra el camino…” (Pág. 15). Solo cuatro palabras básicas: pasado, polvo, luz, camino. Si se analiza desde una dimensión religiosa, en esa frase o verso se puede vaciar toda la historia del cristianismo. Si lo hacemos desde la física, podríamos realizar una exégesis con cálculos y dimensiones del tiempo, el polvo cósmico y los fotones de luz. Si en el contexto de la oración, tomamos la sección: “… nos muestra el camino”. Aquí se levantaría un sentido de promesa esperanzadora; una salida de la propia caverna aludida por el autor en el poemario. O sea, entraríamos a una dimensión filosófica. No cabrían dudas sobre la intención del autor de comunicar sus esencias y transmitir sus propias sensibilidades en esfumación, porque en sus propias simientes se ha levantado un abanico de posibilidades para trasmutar las del lector.

Podría pensarse que se sería mejor poeta cuando el autor transmite al lector sus sensibilidades de una manera estética. Eso no está mal y el ideal de lo poético no lo rechaza. Sin embargo, cuando el autor o poeta crea una plataforma capaz de permitir la transmutación estética de sus lectores, entonces esa poesía adquiere mayor relevancia en la construcción de mundos, en la formación de un nuevo tejido de sensibilidades, sentimientos y conocimientos. Es en ese estado donde el arte se prolonga, alcanza otras dimensiones antes no reveladas, capaz de prolongar el lenguaje de las cosas.

“Sendero entre las piedras”, de Gerardo Castillo Javier (I)

Del tamaño de su ausencia

Leamos ahora: “El cielo es del tamaño de su ausencia” (pág. 13). Si se toma fuera del párrafo, es una figura literaria donde la ausencia asume la dimensión de infinitud. Esa podría ser la intención del autor. Es el cielo vasto, es la ausencia enorme. “El azul no está ahí”. “El cielo es del tamaño de su ausencia”. Son dos oraciones que se complementan. Las oraciones leídas juntas nos refieren al color azul. En cambio, si se toma la segunda oración de manera separada, nos remite al cielo. Sucede un cambio de término de referencia y el lenguaje permite la construcción de otros sentidos muy diferentes.

Si se prefiere asumir el color azul (de cielo), como centro de la expresión estética, decimos: “El azul no está ahí”. Ha de recordarse que el cielo —y, por ende, su azul— no es una ilusión óptica; es un fenómeno visual que depende de cómo la luz interactúa con la atmósfera y nuestros ojos. O sea, que el azul está ahí. ¡Claro!, el fenómeno de luz sobre la base de las longitudes de onda del color azul permite ese fenómeno visual.

“Sendero entre las piedras”, de Gerardo Castillo Javier (I)

El cielo en el ideal simbólico

Ahora bien, el poeta no se refiere a ese cielo definido como fenómeno físico, sino a un cielo simbólico, a los imaginarios conceptuales de cielo. Uno de ellos lo encontramos en la relación cielo-infinito, cielo-vacío, cielo-ausencia y cielo-paraíso, conceptos provenientes del metarrelato religioso y figurativo.

Aquí el poeta expresa: “El cielo es del tamaño de su ausencia”. En el plano estético, esta imagen es muy válida, permea el relato filosófico, “la dimensión de la infinitud” y el posible tamaño del ser ante tal vastedad. Como se habrán fijado, colocamos unas comillas en “la dimensión de la infinitud”. ¿Qué es eso de infinito, que no sea una construcción mental, apoyada en una dimensión física y matemática donde cabe la incertidumbre? ¿Tiene lo infinito dimensión alguna? ¿Nuestra imaginación le pone límites al infinito?

Son preguntas que invitan a la reflexión, principalmente a la física, metafísica y filosófica. Aunque hay posibles respuestas para estas preguntas, no todo está dicho. La filosofía en sentido general y la estética como disciplina ampliarían estos campos reflexivos. Sin embargo, como “seres fronterizos”, de límites, tendríamos respuestas inmediatas. Estas preguntas anteriores se podrían responder con un simple sí. Lo infinito es limitativo, alcanza los límites de nuestras posibilidades de imaginación. Esa es una posición, como también se plantea la contraria. La reflexión se centraría en que la imaginación humana “no es infinita” en un sentido matemático absoluto como resultado de nuestra biología, conocimientos y experiencias. Esta puede considerarse vasta, inmensa y poderosa en cuanto al desarrollo de la creatividad de humanos. 

Imaginación y creatividad

Incluimos ahora la palabra creatividad. Si la imaginación es finita y depende de ciertos factores humanos, ¿la creatividad es infinita? ¿Cómo este fenómeno será posible? Todavía persiste el debate filosófico y científico sobre la cualidad de infinitud de la creatividad humana. Aunque su potencial pareciera infinito, también estaría sujeta a las características antes expuestas para argumentar su finitud.

Por suerte, el debate filosófico, y por consiguiente estético, no nos conduce a nada fáctico. Cuando sucede esto, existen mil posibilidades para abrir ese expediente e inducir al siguiente debate. De eso se trata. Solo los positivistas argumentarían ciertos límites.

Reflexionando, ¿será un reto obsesivo la construcción de infinitudes, tanto para el científico, religioso o filósofo?

La imaginación y con ello la creatividad crean cadenas de ideas y conceptos jamás expuestos que se perciben interminables. Hay una percepción de infinitud, pero solo será percepción. Incluso, para dar respuesta a algo finito, se concibe desde la física cuántica diferentes teorías de la explicación del universo, solo para poner límite a las fuerzas que sostienen su dinámica. También la búsqueda con ideal de infinito es atribuida a una conciencia universal y, en el caso religioso, a Dios. Pero, si se descubre o se alcanza una conciencia universal, es el primer paso para reflexionar sobre una metaconciencia de la misma naturaleza.

Nuestro poeta, Gerardo Castillo Javier, en el poemario Sendero entre las piedras, no solo nos hace andar en un tranvía llamado lenguaje poético para despertar otras inquietudes de expresión, sino que nos lleva por un mundo de alta creación, tanto en la casa como en el resplandor, el río, el vacío, las sombras, las cavernas y el yo; temas estos que iremos tratando en otras entregas.

Domingo 28 de septiembre 2025

Publicación para Acento No. 162

Virgilio López Azuán en Acento.com.do

Virgilio López Azuán

Escritor y académico

Virgilio López Azuán es escritor y académico, exrector de la Universidad Tecnológica del Sur –UTESUR- y ex director general de Educación -MINERD-. Ha cursado maestrías y especialidades en Educación, Lingüística, Estudios Afroiberomericanos y Participación Comunitaria. López Azuán es fundador del Movimiento Literario Efluvismo y ha obtenido diversos premios nacionales de literatura en los géneros, cuento, poesía y teatro. Ha publicado una veintena de libros entre los que se destacan: La pretendida de Verapaz (Novela), Sumer: Poética de los números, Paraísos de la nada, Incendios del Agua, Paraísos de la imagen, Unicornio, Ladran los Huesos, Cuando la mar bota peces, entre otros.

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