
Que la premiación al artista David Pérez Karmadavis por su obra, en el rango de escultura, “Lo que se saca de raíz vuelve a crecer”, en la XXXI Bienal Nacional de Artes Visuales, haya suscitado múltiples debates y reacciones porel colectivo de críticos y artistas, nos obliga a ponderar la problemática existencial de una Palma Real que, pese al cuestionamiento provocado por loestatuido, “toda obra museográfica que vaya al concurso no puede estar compuesta por materiales perecederos”, el jurado la asumió, empero, como una obra de arte en cuanto vestigio simbólico, imperecedero, de la histórica Palmita, legado ignominioso de la dictadura trujillista.
Bien visto el punto, ¿por cuánto tiempo ES sempiterno el árbol de Palma Real? ¿Potencialmente, implica éste, sembrado en un tarro, “vuelve a crecer”, un proceso material imperecedero? De hecho, todo apunta a una explícita paradoja, fruto de una peculiar subjetividad museográfica y el dictamen, ¿basados en “criterios técnicos y artísticos?”*, sobre la parsimoniosa extinción de la Roystonea regia, el fácil acabamiento de un trozo de carne o un manojo de flores, y el presto derretido o desaparición del hielo*, sujetos, similar a una mata de mango o de plátano, a la agonía y al inexorable fenecer de todos, aunque bajo diferentes intervalos, “degradables”*, del tiempo que pasa, y al que hubo de apuntar Horacio, poeta lírico y satírico, en sus reflexiones filosóficas: “El tiempo deprecia el valor del universo”. O en los versos de José Enrique García, poeta hispanoamericano y universal de la imagen, en la intimidad, breve, de un reposo: “Apegarse a qué / si todo cae”.

¿Por cuánto tiempo ES perpetua la madera?
Así y todo, dado el carácter metafórico del entendimiento humano, más que el desentono escatológico, perdurable versus imperdurable, el factor relevante en la disputa debe, preciso, interrogar el presumible paradigma propuesto en lo que atañe a si los objetos botánicos, ajenos al ingenio humano, pero engendrados o creados por natura, clasificarían como obras de arte. En tal caso, aunque colocado en cotas diferentes, estaríamos abocados, igualmente, a que la forma intrínseca, en un corte propinado al zapote, represente, como ejecución artística, la partitura de la vagina a la medida de la recomposiciónde los conceptos que, a partir de lo sensible, la percepción y la razón, elaboramos de las cosas.

A la postre, como la durabilidad, aunque fuera prorrogada, nunca podrá vencer al deterioro, ¿de qué manera podríamos, con el paso del tiempo, extender el aliño o la vida útil de la susodicha palma? En virtud de que la misma, como todo objeto, posee una duración más o menos prolongada, pero todavía limitada, nos vemos en la obligación de recurrir a su representación simbólica para tratar de acorralar su finitud a través de la memoria colectiva. Por lo que respecta al entronque, vínculo o afinidad de la naturaleza orgánicacon la obra de arte, elaborada ésta, per se, desde aquella, por el hombre, habríamos de presuponer la convergencia, entrambas, relativa a los elementos abstractos de formas y funciones. ¿En qué consiste, así pues, la creatividad humana?

¿Acaso estas piezas, procreadas o creadas por natura, son obras de arte?
*Servicios de Acento.com.do. Jurado de la Bienal justifica selección de la obra de Karmadavis.
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