Primeros años
En diciembre de 1951, al ser entrevistado en La Habana por Baldomero Álvarez Ríos, Miguel Ángel Ramírez Alcántara afirmó que había nacido en la provincia San Juan de la Maguana, el 29 de octubre de 1900. Fueron sus padres, Juan de Dios Ramírez Carrasco y Concepción Alcántara Fragoso. Reveló que al graduarse de bachiller en Ciencias Físico-Matemáticas, fue designado vicecónsul en New York por el presidente Horacio Vásquez en 1925. Meses antes, había declarado al periodista Enrique Rodríguez Loeche, que desde niño vivió en un ambiente político, pues su familia siempre intervino en los asuntos públicos; y que, como estudiante acomodado y dedicado, se hizo agrónomo en la Universidad de Santo Domingo. Probablemente se refería a una disciplina afín a la agronomía, pues esta carrera no se impartía en la universidad para entonces.
A pesar de su interés por la formación militar, no se consideraba un militar profesional, sino un soldado que actuaba por intuición, y por la vocación heredada de cuatro generaciones de soldados en su familia, de las que su padre había sido el último general. Este llegó a utilizarlo como correo en varias escaramuzas. Además, recordó que sus abuelos fueron combatientes en la guerra contra Francia y en confrontaciones civiles.
En 1930, como rechazo a Rafael Leonidas Trujillo, renunció al cargo diplomático y se quedó en los Estados Unidos. Allí colaboró con los cubanos que luchaban contra el dictador Gerardo Machado, por lo cual, según la entrevista referida, fue detenido en New Jersey hacia 1933. Puesto en libertad, se dedicó a organizar células y comités impulsores de la lucha contra Trujillo, y a contribuir en el aspecto económico. Al mismo tiempo, se desempeñaba como profesor de español y matemáticas, comerciante de frutos tropicales y en otras actividades.
Los planes de Cayo Confites
La lucha contra las dictaduras del Caribe avanzó durante el decenio 1940, inspirada, como se autodefinía Ramírez Alcántara, en la defensa apasionada de la libertad, y en la superación de los gobiernos totalitarios como el de Anastasio Somoza en Nicaragua, y el de Trujillo en la República Dominicana. Sostenía que estos debían dar paso a regímenes liberales y democráticos, al tiempo que no se explicaba el reconocimiento que los organismos internacionales ofrecían a los gobiernos totalitarios.
Inspirado en esas ideas, se integró al proyecto de expedición conocido como la conspiración de Cayo Confites, liderado por el general Juan Rodríguez García (Juancito). Residiendo en New York, se enteró de que el presidente Grau San Martín no impediría el uso de Cuba como centro de operaciones contra Trujillo. También supo que con esos fines, en 1946, el cubano Manolo Castro buscaba comprar armas en los Estados Unidos, por lo que no dudó acompañarle. Además, como señala Villegas Hoffmeister, junto a los hermanos Simeón y Arístides Grullón, adquirió en Canadá una parte importante de recursos bélicos para la expedición libertadora; otros fueron adquiridos con dinero de Juancito Rodríguez, con la colaboración de gobiernos amigos y colectas del exilio dominicano. En ese contexto, los primeros embarques de armas desde New York hacia Cuba fueron hechos por Manolo Castro y Ramírez Alcántara en los inicios de 1947, burlando el espionaje de Trujillo y el control estadounidense.
Como parte de los entrenamientos, fue integrado por José Horacio Rodríguez a un equipo de voluntarios para recibir lecciones simuladas de tiro, aspecto que no había atendido por su concentración en otras tareas. Luego, con la custodia de armas y otros recursos bélicos, partió a bordo del barco La Aurora con itinerario New York – Miami – La Habana a finales de junio de 1947. Viajó con unos 45 acompañantes divididos en grupos de 15 miembros cada uno comandados por él, Nicolás Silfa y Federico Henríquez Vásquez (Gugú). Integrado a los preparativos en Cayo Confites, fue nombrado jefe de batallón, lo cual contrasta con la afirmación del autor referido en el sentido de que se integró al movimiento como raso y que logró el rango de capitán. Asimismo, descarta su gesto irónico al afirmar que, como cosas de la guerra: el general Miguel Ángel Ramírez, jefe de Estado Mayor en los inicios de la guerra civil de Costa Rica, ocho meses antes, ¡era un simple recluta!
Los hechos de Costa Rica
La conspiración de Cayo Confites, compuesta por más de 1000 expedicionarios, la gran mayoría cubanos y solo unos 300 dominicanos; fue desmontada a finales de septiembre de 1947 por imposición de los Estados Unidos al presidente Grau San Martín. Tras el fracaso, varios de sus líderes dejaron La Habana a finales de ese año y, con el apoyo del presidente Arévalo, mudaron a Guatemala su centro de operaciones. Allí, Juancito Rodríguez recibió solicitudes de los líderes del exilio nicaragüense, costarricense y hondureño de la venta o donación de las armas de la expedición fallida para usarlas en sus planes revolucionarios.
La solución a la disputa por las armas de Cayo Confites fue su cesión a Costa Rica como resultado del Pacto del Caribe, firmado en diciembre de 1947 por Juancito Rodríguez, por los nicaragüenses Emiliano Chamorro, Gustavo Manzanares y P. J. Zepeda, y por Costa Rica, José Figueres y Rosendo Argüello, aunque este era nicaragüense. De este Pacto surgió la Liga Democrática del Caribe y América Central, compuesta por delegados del exilio de Honduras, Nicaragua, y por la República Dominicana. En poco tiempo, la Liga fue llamada Ejército de Liberación del Caribe y Centro América, con Juancito Rodríguez como jefe supremo, y Ramírez Alcántara en la jefatura de Estado Mayor.
Ramírez Alcántara, alto y corpulento, de hablar grave y sonrisa complaciente; demostró su liderazgo al integrarse a la revolución que estalló en Costa Rica en febrero de 1948 contra el desconocimiento de la elección de Otilio Ulate Blanco como presidente. En la ocasión, José Figueres le designó jefe de Estado Mayor y de Operaciones, con rango de coronel. Entre el 22 y el 23 de marzo, al mando de seis pelotones de 18 combatientes cada uno, derrotó las tropas oficiales compuestas por casi 300 hombres en la batalla de San Isidro del General. Se trató de su gran debut en la guerra por tomar el control de una zona de valor estratégico que facilitaba el acceso al aeropuerto, única vía aérea de abastecimiento de material bélico. Desde esta acción, apunta Juan Bosch, mostró sus extraordinarias dotes de valor y capacidad táctica.
El 11 de abril, Horacio Julio Ornes Coiscou logró igual hazaña en Puerto Limón al ganar el control de la ciudad con menos de cien combatientes a su mando. Al día siguiente, Ramírez Alcántara concluyó el plan de combate Magnolia con la toma de la ciudad de Cartago. Para este, desde la toma de Puerto Limón, el batallón de Ornes Coiscou fue llamado Legión del Caribe, nombre de rápida difusión aplicado a las fuerzas revolucionarias que formaban el Ejército de Liberación de América. Tan importantes fue la perdida de esos puntos estratégicos, que el presidente Teodoro Picado decidió deponer las armas y buscar una solución negociada al conflicto.
Preparado por Ramírez Alcántara y otros comandantes, el 25 de abril de 1948, José Figueres presidió el desfile de la victoria en la guerra civil de Costa Rica. Dos semanas después, este ocupó la presidencia interina de la Junta de Gobierno, conocida como la Junta Fundadora de la Segunda República. Esta, en cumplimiento del pacto firmado en marzo del 48 por Figueres, dio paso, mediante una Asamblea Constituyente, a la ratificación de Otilio Ulate como presidente de Costa Rica para el periodo 1949-1953.
El episodio heroico de Luperón
Al instalarse la Junta de Gobierno en Costa Rica, Ramírez Alcántara hizo entrega de su cargo al coronel Frank Marshall. Lo mismo hicieron Ornes Coiscou y otros oficiales extranjeros, facilitando así la creación del nuevo ejército costarricense. Estos permanecieron en Costa Rica para continuar la lucha contra las dictaduras vigentes en sus países. En Nicaragua, era la meta de Rosendo Argüello, padre e hijo; también de Jorge Rivas Montes en Honduras. En el caso dominicano, se contempló otra expedición armada contra Trujillo integrada, en parte, por los veteranos de Cayo Confites. El mando supremo estuvo a cargo de Juancito Rodríguez, asistido por José Horacio Rodríguez; mientras Ornes Coiscou ocupó la jefatura militar y Ramírez Alcántara la coordinación de las operaciones.
Los preparativos se iniciaron en el lago Izábal, Guatemala, desde abril de 1949. Según el periodista venezolano Pacheco Soublette, el plan contemplaba la rebelión de siete guarniciones del frente interno y, simultáneamente, siete o nueve aviones descenderían con equipo bélico y personal militar en tres aeródromos ocupados por los sublevados. Los delegados por cada avión debían saber la cantidad y tipo de armas requeridas por cada zona. Estos y otros detalles fueron diseñados por Eufemio Fernández y Ramírez Alcántara.
El 18 de junio de 1949, un avión de la milicia guatemalteca y dos comerciales mexicanos despegaron desde la base militar de San José, Guatemala, hacia Santo Domingo. Uno transportaba 13 combatientes al mando de Ramírez Alcántara, y su destino era San Juan de la Maguana; y el otro 25, comandado por Juancito Rodríguez y Fernández Ortega operaría en el centro de la isla con los contactos del frente interno. El tercer avión, al mando del español Alberto Bayo, desvió el rumbo por el temor de los pilotos reclutados. Afectados por el mal tiempo, los dos primeros aterrizaron de manera forzosa en Cozumel y El Cuyo, donde fueron detenidos junto a sus ocupantes por las autoridades mexicanas.
Sin saber lo que había ocurrido en Cozumel y El Cuyo, al anochecer del 19 de junio, Horacio Julio Ornes Coiscou, comandante del hidroavión Catalina, amarizó sobre la bahía de Luperón escoltado por un avión oficial que luego regresó a Guatemala. La tripulación, compuesta por tres pilotos norteamericanos, y los expedicionarios, fueron recibidos por las fuerzas de Trujillo con un fuego intenso, provocando que Alberto Ramírez (Nicaragua), Alfonso Leyton (Costa Rica) y la tripulación, murieran calcinados. En combate, cayeron Federico Horacio Henríquez Vásquez (Gugú), Salvador Reyes Valdez, Manuel Calderón Salcedo y el nicaragüense Alejandro Selva. Del frente interno, Fernando Spignolo y Fernando Suárez fueron ultimados en Puerto Plata. Por conveniencia política, el dictador dejó con vida a Ornes Coiscou, Tulio Arvelo, Miguel Feliú, José Rolando Martínez Bonilla, y al nicaragüense José Córdoba Boniche.
En 1949, Juan Bosch declaró a El Imparcial, periódico guatemalteco, que la expedición había fracasado por la detención de los aviones en México, la desaparición de uno de ellos por deserción, las limitaciones del frente interno por falta de armas y su penetración por el espionaje del dictador. Otras fuentes agregan la concentración total del mando supremo, problemas de disciplina y la inestabilidad de los pilotos mercenarios. Sus lecciones pusieron a prueba a los exiliados antitrujillistas. De estos, uno de los primeros en fijar posición fue Ramírez Alcántara al expresar a Rogelio Chaparros, periodista cubano: seguimos en la lucha contra Trujillo con el mismo fervor que siempre. No nos han desanimado los fracasos y con ellos hemos adquirido suficiente experiencia para corregir nuestros errores en el futuro.
La venganza de Trujillo
Trujillo odiaba a Ramírez Alcántara por combatirle desde su ascenso a la presidencia del país en 1930. Su deseo era eliminarlo físicamente, pero al estar fuera de su alcance, saciaba su ira acosando a sus familiares en su provincia natal. Como el dictador “ni olvidaba ni perdonaba”, procuró vengarse de él asesinando a uno de sus hermanos. La víctima escogida fue Porfirio Ramírez Alcántara, la fecha, el 1 de junio de 1950; y el lugar, la entrada del puente Nizao. En el artículo: Una orgía de sangre en la tierra de Trujillo (julio de 1950), Bosch señala como sus verdugos al general Federico Fiallo, jefe de la aviación; al capitán Alcántara Almánzar y al excapitán Augusto María Fernando. Sus acompañantes en el camión que viajaba: “dos choferes, dos peones, un hombre y una mujer del pueblo, fueron matados a palos y dejados en El Número, a 54 kilómetros de donde habían dejado el cadáver de Porfirio Ramírez.”
Siguiendo el patrón que se aplicaba, Trujillo ofreció la designación de gobernador o diputado a Víctor Manuel Ramírez Alcántara, médico establecido en la provincia San Juan, hermano de Miguel Ángel y Porfirio, pero este rechazó la oferta expresando que solo deseaba salir del país.
El acoso del dictador contra los Ramírez Alcántara no se detuvo durante el decenio 1950, como tampoco cesó el carácter combativo de su hermano en el exilio. Su lucha continuó con el intento de rehabilitar la Legión del Caribe en defensa de Figueres en Costa Rica, y del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala. En 1954, este fue depuesto por los Estados Unidos para imponer como presidente a Carlos Castillo Armas. Reconocido por sus posturas radicales, Ramírez Alcántara fue un prisionero político del nuevo gobierno guatemalteco, aunque, inexplicablemente, no cedió ante las presiones de su aliado Trujillo para que le fuera entregado. Señala Crasweller que la prisión del legionario fue un respiro momentáneo para los dictadores referidos.
Regreso a la patria
Ramírez Alcántara regresó a la patria en 1962. Dejando atrás su vocación militar, mostró sus aspiraciones políticas al fundar el Partido Nacionalista Revolucionario Dominicano. Su lucha por la libertad fue reconocida por su pueblo natal al lograr cuatro diputados y la senaduría de San Juan, al alcanzar el 3,39 por ciento de los votos emitidos en las elecciones nacionales de diciembre de 1962. A pesar de que obtuvo casi 40 mil votos, no insistió en las búsquedas de la presidencia de la República en las elecciones nacionales sucesivas.
Su pasión por el respeto a la vida institucional se debilitó al apoyar a los patrocinadores del golpe de Estado dado contra el gobierno de Juan Bosch en septiembre de 1963. Como reconocimiento o fruto de algún acuerdo, en el gobierno surgido del golpe, conocido como el Triunvirato, fue designado secretario de Agricultura. Esta fue la primera posición de las que asumiera al pasar de combatiente por la libertad a la condición de servidor público. Ramírez Alcántara murió en Santo Domingo, el 30 de julio de 1989.
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