(De los tiempos de la Covid-19)
351) Finalizada la peste, recuperaremos nuestro antiguo modo de “vivir”, al tiempo que seguiremos sacando balance del desastre, pero probablemente no aprenderemos nada capaz de transformarnos de forma positiva. Nuestros egoísmos se revitalizarán, y la manipulación politiquera y el chantaje religioso tomarán un nuevo empuje.
352) El escéptico, el no creyente, el agnóstico, leen la Biblia para corroborar la evidencia de lo que entienden sus fábulas. El teísta, el creyente, la lee con la confianza en que es cierto todo lo que en ella se ha consignado. Y lo que no entiende o le pueda parecer oscuro, está seguro de que tiene su explicación a la luz de lo que considera “la sabiduría divina”.
353) Hay gentes que sólo pueden ser en función de negar lo que pudiera ser lo mejor de ellas; personas que sólo pueden vivir en función de desdecirse a sí mismas. Tal vez eso explique porqué siempre necesitan un guía político, religioso, literario, del espectáculo o la chusmería mediática. Por eso su forma de querer es fanática, idolátrica; de ahí se entiende el que no sepan vivir sin una permanente adulonería; sin una irrenunciable negación de lo que debería ser la dignidad de su ser.
354) Para ciertos artistas profundos y discretos lo más triste no es que la vida haya devenido en espectáculo, sino que ellos también tengan que disfrazarse y representar sus papeles espectaculares, al menos que no estén dispuestos a auto anularse de la atención social, lo que, aunque provechoso para la calidad de su arte, iría en detrimento del conocimiento y la difusión de su obra.
355) Entre los palos y las piedras con que suele agredirnos la vida, también suelen florecer rosas. Y sufrimos por los palos y las piedras. Y sufrimos entre las rosas porque sabemos que estas son de corta duración.
356) Las razones de los ateos, además del cerebro, la lógica, la honestidad de dudar, también incluyen las “razones del corazón”.
357) No es del todo negativo que se nos derrumben ciertos altares; tampoco lo es que nos demos cuenta de que ciertas personas y asuntos que entendíamos excepciones positivas formen parte de las mismas reglas negativas. A pesar de las decepciones, nos hacemos más fuertes en convivencia con la verdad, por dura que esta pueda ser.
358) Es probable que algunos hipócritas se nieguen a aceptar que para las mayorías hay alegrías que sólo son posibles al precio del sufrimiento de muchos.
359) A la flor no sólo se acercan la noble abeja y la hermosa mariposa, sino también la mosca asquerosa y otras criaturas repugnantes. Y sin embargo es bueno saber que algunas moscas polinizan algunas plantas que no son atractivas para las abejas.
360) La ciudad parece un animal moribundo. Y sin duda también lo parecía mucho antes de la calamidad de nos arropa.
361) En la medida en que la bestia asesina avanza sembrando la muerte por todas partes, confirmando el fracaso y la inutilidad del “amoroso” imaginario divino, la peste religiosa también se multiplica, encontrando las justificaciones más irracionales a este presente, a la luz de sus dioses y sus fe.
362) Si nos ceñimos a las letras de la Biblia cristiana, una de las cosas que ellas dejan clara es el mito de la generosidad del dios que describen.
363 Prosigue el pánico ante el rastro desolador del ángel asesino. Confinado como animal temeroso, apenas encuentro consuelo en los libros, en cierta música, en un silencio que por momento parece adquirir un aire como sagrado. También encuentro cierto consuelo en el verde abundante, en el ir y venir de los pájaros, en las flores de un día que parece mirarme con vacación de eternidad.
364) ¿Qué hacer con el amor cuando el sujeto/ objeto del mismo se ha ido? Ya no puedo decirle a mi abuelo lo mucho que lo quise; y lo mucho que lo quiero es un sentimiento desgarrador porque sus oídos no pondrán jamás oírme. Sin embargo, este sentimiento es tan cierto y tan fuerte, sobre todo cuando el presente, con todo su desamor, se nos vuelve tan incierto.
365) Porqué hablar tanto si están la música, la poesía, la contemplación, los colores y, sobre todo, el silencio. Nuestras palabrerías es signo de ceguera y sordera ante la forma en que se nos ofrecen las cosas esenciales.
366) El invencible libertino y profano que habita en mí busca el deleite de los sentidos como un bien esencial. Sin embargo, ese otro que también me habita, esa especie de místico mutilado, ese que persigue trascender mi animalidad y elevarse al pináculo de la espiritualidad, le da muchas veces con decir con Eclesiastés: “La risa me pareció locura y el placer cosa que no sirve”. Pero me parece tan inútil intentar romper esta dualidad que se debate en mí, que soy el escenario de sus luchas.
367) Sólo la muerte permite que entendamos bien eso que era imposible cuando el finado vivía, cuando estaba tan cerca que nos cegaba y enmudecía su presencia. Sólo ante esa verdad de la muerte nos colocamos a la distancia precisa en que podemos empezar a aproximarnos a los méritos del difunto.
368) Como casi nunca cumplimos lo prometido, es mejor no prometer en voz alta.
369) Estos momentos tan graves vienen a recordarnos (por si se nos ocurre olvidarlo) que nuestro verdadero estado es el de la incertidumbre. Como bien lo dice Borges: “Todo en lo humano tiende hacia lo inexorable y lo azaroso”.
370) Ese hombre que en medio de la peste inmisericorde sale con una cruz a peregrinar, seguido de una multitud, poniendo en riesgo su vida y las de sus seguidores, para que Dios se compadezca y erradique la pandemia, no es más que un instrumento del poder político y la superstición mágico– religiosa, suelto en un país donde las mayorías de las personas están condenadas a esperar que un milagro les resuelva sus asuntos.
371) Tal vez no se trate de que yo sea masoquista, pero es imposible que ciertas vivencias dolorosas, a veces hasta humillantes, no sean el principal acicate de mi pobre arte.
372) Ya es demasiado– y deberíamos estar agradecidos– que algunas personas con “los pies sobre la tierra” nos quieran, y hasta nos echen una mano con nuestras urgencias materiales, pero no deberíamos molestarnos porque no quieran invertir o involucrarse en nuestros sueños; que deseen mantenerse a gran distancia de nuestros delirios y alucinaciones.
373) Quejarnos de lo que entendemos la debilidad de los otros, no nos hace más fuertes; reprochar la debilidad de los otros es signo inequívoco de la nuestra.
374) Es bueno recordar a quienes anteponen al Cristo del amor, del perdón y de la cruz del sacrificio, al vanidoso, cruel, narcisista, megalómano, violento y caprichoso dios del nombrado Viejo Testamento, que cuando ese Cristo se proclamaba hijo de Dios nunca se refirió a otro que no fuera ese mismo dios que heredó de sus antepasados, es decir, el siniestro dios del Antiguo Testamento.
375) La escritura de la necesidad del ser creador puede fracasar, pero la escritura del deber está condenada al fracaso.
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