La literatura dominicana y el estudio de nuestra lengua han encontrado en el doctor Bruno Rosario Candelier una de sus voces más autorizadas y comprometidas. Filólogo, crítico literario, ensayista, novelista, lexicógrafo y poeta, ha dedicado su vida a la investigación y promoción de las letras, dejando una huella profunda en el ámbito académico y cultural del país. Como director de la Academia Dominicana de la Lengua y miembro de varias academias internacionales, su trabajo ha sido fundamental para la preservación y el desarrollo del español dominicano.
En esta entrevista, exploramos su visión sobre la evolución de la literatura nacional, los desafíos en la promoción de la lectura y la escritura, así como las estrategias para fortalecer nuestra presencia en el ámbito internacional. También abordamos el impacto de la Academia Dominicana de la Lengua en el estudio y la difusión de nuestro idioma. A través de sus respuestas, descubrimos la profundidad de su pensamiento y su incansable labor en favor de la cultura dominicana.
Bruno Rosario Candelier (Moca, República Dominicana, 1941). Filólogo, crítico literario, ensayista, novelista, lexicógrafo, poeta y promotor cultural. Doctor en filología hispánica por la Universidad Complutense de Madrid (España, 1973) y licenciado en educación por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (Santiago, Rep. Dominicana, 1969), de la que es profesor egresado. También es diplomado en periodismo por la Difusora Panamericana de New York; postgrado en filología española por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de Madrid; y en investigación lingüística y profesorado en lengua y literatura por el Instituto de Cultura Hispánica, de Madrid.
El doctor Bruno Rosario Candelier es director de la Academia Dominicana de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española y de las Academias Norteamericana, Filipinas, Hondureña, Nicaragüense y Puertorriqueña de la Lengua Española. Y de la Academia de Letras de Miami. Presidente del Ateneo Insular y creador del Movimiento Interiorista, organiza y promueve actividades literarias en el país y en el exterior. Ejerció la docencia en la Escuela Normal de Licey, Santiago. En Santo Domingo dirigió el suplemento cultural “Coloquio”, del periódico El Siglo; formó la Asociación Dominicana de Críticos Literarios; fue viceministro de Educación y presidió la Dirección General de Bellas Artes. Y en España colabora en el Boletín de la Real Academia Española.
Ha presentado ponencias en congresos internacionales de academias, universidades y ateneos, en Madrid, Huelva, Ávila, Salamanca, Valladolid, Barcelona, Sevilla (España); Lisboa (Portugal); París (Francia); New York, Miami y San Francisco de California (Estados Unidos); Puebla de los Ángeles y Ciudad de México; San Pedro Sula y Tegucigalpa (Honduras); Rosario, Buenos Aires y Córdoba (Argentina); San José de Costa Rica; Bogotá, Medellín y Cartagena (Colombia); San Juan, San Germán y Ponce (Puerto Rico); Ciudad de Panamá; Lima, Perú; León, Nicaragua, y en varios centros docentes y culturales dominicanos. Ha sido jurado en concursos nacionales e internacionales, como el premio Cervantes, de España.
Ha publicado los siguientes libros: Lo popular y lo culto en la poesía dominicana (1977), Juan Bosch: Un texto, un análisis y una entrevista (1979), Ensayos críticos (1982), La imaginación insular (1984), Ensayos literarios (1986), La creación mitopoética (1987), Tendencias de la novela dominicana (1988), La narrativa de Juan Bosch (1989), Ensayos lingüísticos (1990), Valores de las letras dominicanas (1991), Poética Interior (1992), El Movimiento Interiorista (1995), El camino del poder (1996), La búsqueda de lo Absoluto (1997), La creación interiorista (1997), El sentido de la cultura (1997), El sueño era Cipango (1998), Coloquio literario (2000), El Interiorismo (2001), La fic¬ción montonera (2003), Lenguaje, identidad y tradición en las letras dominicanas (2004), La creación cosmopoética (2005), El ideal interior (2005), La garra del estrés: Lenguaje, miedo y control emocional (1906), El vínculo entrañable (2007), Poesía mística del Interiorismo (2008), La pasión inmortal: De la vivencia estética a la experiencia extática (2008), El ánfora del lenguaje (2008), La fragua del sentido (2009), El Logos en la conciencia (2010), La mística en América (2010), Fundamento estético del Interiorismo (2011), El pensamiento creativo (2011), La lírica metafísica (2011), La aventura visionaria (2011), La belleza y el sentido (2012), En el ameno huerto deseado (2012), La intuición cuántica de la creación (2013), La experiencia cuántica en José Luis Vega (2014), El lenguaje del buen decir (2014), Por las amenas liras (2014), La intuición trascendente (2015), La conciencia del lenguaje (2015), El aspirar del aire (2015), Poética del Interiorismo (2015), A la zaga de su huella (2015), Metafísica de la conciencia (2016), El genio de la lengua (2016), La dolencia divina (2016), Diccionario fraseológico del español dominicano (2016), Diccionario de símbolos (2017), Diccionario de mística (2017), Diccionario de refranes (2018), Mester de la Academia (2018), Lumbre de la Mocanidad (2018), El degüello de Moca (2018), Metafísica de la sensibilidad (2018), El Sorato de Magdala (2019), El lenguaje de la creación (2019), Perfil del español dominicano (2019), La sabiduría sagrada (2020). La creación poética de José Mármol (2021), Movimientos literarios dominicanos (2022), La ficción histórica (2024).
Ha prestado su colaboración a la Real Academia Española en la revisión de los materiales léxicos, gramaticales y ortográficos destinados al Diccionario panhispánico de dudas, Gramática de la lengua española, Ortografía de la lengua española, Diccionario de la lengua española, Diccionario de americanismos y Fonética de la lengua española. Es corredactor del Diccionario didáctico avanzado, de SM, de Madrid (2009) y coautor del Diccionario del español dominicano (2013), Teopoética de Tulio Cordero (2015) y La obra literaria de Fausto Leonardo Henríquez (2018).
Por su labor cultural, lingüística y literaria ha recibido diversos galardones: en 1974, el Premio del Instituto de Cultura Hispánica, de Madrid, por Lo popular y lo culto en la poesía dominicana; el Premio Siboney de Ensayo, por La imaginación insular (1983) y La creación mitopoética (1985); el Premio Nacional de Ensayo, por Tendencias de la novela dominicana (1988); el Premio Caonabo de Oro, por la Asociación Dominicana de Escritores y Periodistas; Medallas de distinción de las Alcaldías e instituciones culturales de varias ciudades dominicanas y extranjeras: de Rociana del Condado, de Huelva, España; San Pedro Sula, Honduras; de Yauco, Puerto Rico; del Ateneo Amantes de la Luz, de Santiago; Premio “Eugenio Deschamps”, por la Alianza Cibaeña, de Santiago; la Estatuilla al Mérito, por Casa de Cultura de Rociana del Condado, España; el Trofeo Cultural por la Universidad de Puerto Rico; Reconocimiento del Condado de Miami, USA; y, en 2008, el Premio Nacional de Literatura. En 2010 fue reconocido por el Ministerio de Cultura como Activo Cultural de la Nación y, en 2012, fue condecorado por el Estado Dominicano con la Orden al Mérito Duarte, Sánchez y Mella en el Grado de Caballero. En el 2016 dedicaron en su honor la 1ª. Feria Internacional del Libro en New Jersey, Estados Unidos; y en el 2021 fue reconocido por la Alcaldía de Moca con la distinción de Mocano Trascendente. Y en el 2022 fue distinguido con un retrato suyo en la galería de escritores de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, en la capital dominicana.
Tres obras ponderan el valor de su aporte literario: Bruno Rosario Candelier: Sendas de cultura y humanismo, de Gisela Hernández; Trayectoria literaria de Bruno Rosario Candelier, de varios autores nacionales e internacionales; y El Interiorismo de Bruno Rosario Candelier, de autores dominicanos, hispanoamericanos y españoles.
Gerson Adrián Cordero: ¿Cuáles han sido los desafíos y logros en la preservación y promoción de la lengua española en la República Dominicana?
Bruno Rosario Candelier: Hay que subrayar, en primer lugar, que el español dominicano es una herencia del español de España porque fueron españoles los que nos colonizaron y, desde luego, en virtud de la colonización implantaron la lengua de Castilla y la cultura española en esta isla que originalmente llamaron La Española, que fuera la primera estancia de los europeos en América, y, en tal virtud, esta isla fue el primer establecimiento de la cultura europea en el continente que terminó llamándose América. Entonces, con el paso del tiempo el español que heredamos de los conquistadores españoles fue ligeramente modificándose en virtud de la adición de nuevos significados a palabras de la lengua española; en atención a la invención de nuevas voces que sumábamos al caudal lexicográfico de la lengua española y, desde luego, en cuanto a la combinación de una palabra con otra en lo que se llama la sintaxis de la lengua, y entonces, con el paso de los años, las décadas y los siglos, porque hace ya más de 5 siglos que estamos hablando la lengua española en este territorio insular del Caribe hispánico, es lógico que haya adiciones, variantes, cambios, y eso entraña, desde luego, una variante léxica, semántica y gramatical endosada a nuestra lengua, de tal manera, que se puede hablar del español dominicano por las variantes fonéticas, léxicas y semánticas que los hablantes han ido introduciendo en el uso de las palabras, en el ejercicio del lenguaje entre diferentes hablantes y, desde luego, en diferentes momentos de nuestra historia.
Cuando en 1927 se funda la Academia Dominicana de la Lengua, esa nueva entidad en nuestro territorio se hizo con el fin de ostentar la representación de la Real Academia Española en la República Dominicana y darle continuidad al estudio de la lengua y al cultivo de las letras, y, desde luego, como corporación autorizada por la RAE, esa tarea, con lo que esa responsabilidad implica, la hemos mantenido en cada una de las etapas de este siglo de vida de la corporación dominicana, justamente para promover el cultivo de la lengua española, la preservación del genio de nuestra lengua y la promoción del saber idiomático entre nuestros hablantes que, desde luego, es una tarea permanente en virtud de los cambios que van introduciendo los hablantes en el ejercicio del habla y, desde luego, esa representación implica una tarea que debemos ejecutar, que hemos estado realizando y que seguiremos ejecutando y promoviendo en nombre de la Academia Dominicana de la Lengua en la República Dominicana para mantener en alto el estudio de la lengua y el cultivo de las letras.
GC: ¿Cómo evalúa usted la evolución de la literatura dominicana y los principales retos actuales?
BR: Ciertamente en todos los procesos sociales, lingüísticos, antropológicos y culturales hay siempre una evolución porque la sociedad no se estanca, ni la cultura tampoco, y, desde luego, si decimos que la sociedad y la cultura siguen evolucionando, obviamente, también la lengua y la literatura, la cultura y la espiritualidad, y, desde luego, el producto refinado de la lengua que es el arte de la expresión verbal va experimentando variación. Ciertamente, en el quehacer literario los escritores han aplicado técnicas y recursos propios de los grandes movimientos literarios, como el clasicismo, el romanticismo, el simbolismo, el realismo, el criollismo, el socio-realismo, el surrealismo, el realismo mágico, y otras tendencias estéticas.

Se trata de una literatura con la combinación de recursos compositivos de diferentes movimientos literarios, como fue el ejercicio creador de Manuel de Jesús Galván, Salomé Ureña, Fabio Fiallo, Pedro Henríquez Ureña.
En los años 20 del siglo XX, Domingo Moreno Jimenes renueva el cultivo de la poesía con la creación del Postumismo; le sigue la aplicación socio-realista de los Independientes del ’40 en el cultivo de las letras y, desde luego, un desarrollo de las publicaciones, puesto que hemos contado desde hace varias décadas con valiosos cultores de la palabra, como lo hicieron Héctor Incháustegui Cabral, Pedro Mir, Tomás Hernández Franco, Manuel del Cabral, Octavio Guzmán Carretero. Luego surgen varias tendencias estéticas y conceptuales que han ido plasmando su aliento creador en el arte de la creación verbal mediante la combinación de diferentes movimientos europeos, como el Simbolismo y el Surrealismo, tendencias postclásicas de la literatura europea, como hicieron los poetas de la Poesía Sorprendida: Mariano Lebrón Saviñón, Franklin Mieses Burgos, Manuel Valerio, Aída Cartagena Portalatín, Manuel Rueda, Freddy Gatón Arce y Antonio Fernández Spencer. Luego surge la Generación del 48 que conformaron Lupo Hernández Rueda, Alberto Peña Lebrón, Víctor Villegas y Máximo Avilés Blonda, entre otros cultores de la palabra. Y, desde luego, vienen luego nuevas propuestas estéticas, como la Generación del 60 integrada por Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Francisco, Ramón Emilio Reyes, Juan José Ayuso, Federico Henríquez Gratereaux, René del Risco Bermúdez, Jeannette Miller, hasta los actuales cultores de una hondura conceptual y estética, como los integrantes de la Poética del Pensar, de José Mármol, Plinio Chahín y Basilio Belliard; y cultores de una lírica trascendente y mística, propuesta por el Interiorismo, con los poetas Freddy Bretón, Tulio Cordero, Fausto Leonardo Henríquez, Jit Manuel Castillo. Leopoldo Minaya, Manuel Salvador Gautier, Emilia Pereyra, Ofelia Berrido, Yky Tejada, Sally Rodríguez, Carmen Comprés, Ingrid Gómez Natera y otros autores que prestigian el cultivo de la palabra desde el ámbito de la espiritualidad y la trascendencia.
GC: ¿Qué hacer para fomentar el hábito de la lectura y la escritura en las actuales generaciones?
BR: Obviamente, esa pregunta refleja la realidad que estamos viviendo, es decir, el hecho de constatar un atraso en el desarrollo intelectual, moral, estético y espiritual, que es preocupante ya que revela la escasa formación en el dominio de la palabra, en la práctica de la lectura y en el ejercicio de la escritura, fruto del atraso intelectual que estamos viviendo, como consecuencia del descenso que ha experimentado la educación dominicana hasta convertirnos en el último país de América en el aspecto educativo, y eso es consecuencia, naturalmente, de una infravaloración de la palabra que tienen nuestros hablantes; del desinterés por la formación intelectual, estética y espiritual de nuestros profesores y dirigentes educativos; del pobre cultivo de la inteligencia y la espiritualidad a la luz de la disciplina intelectual, científica y artística. ¿Qué se puede hacer? Es una responsabilidad que le compete al Ministerio de Educación, primordialmente, y esa tarea deben realizarla los maestros, pero ocurre que al magisterio dominicano han entrado personas con escasa vocación por la formación intelectual, de tal manera que parece que el magisterio es un refugio de quienes no dan la talla para otras disciplinas, carreras y estudios, y eso es consecuencia de una falta de planificación y de exigencia del Ministerio de Educación, la institución que debe contribuir al desarrollo de los valores intelectuales, morales, estéticos y espirituales de nuestros ciudadanos porque la formación educativa, científica y artística ha de fundarse en el desarrollo de la moral y la cultura.
El atraso científico y artístico de nuestro pueblo refleja esas carencias. Eso significa que los intelectuales, escritores, comunicadores, artistas, profesores, sacerdotes, académicos y personas conscientes estamos llamados a colaborar en el desarrollo intelectual, moral, estético y espiritual de nuestro pueblo para contribuir al desarrollo de nuestro país por lo cual tenemos que seguir activando lo que hay que hacer para rescatar la antigua tradición educativa y volver a un pasado más edificante, como lo fue en otra época, para que haya maestros ejemplares formados en el conocimiento del arte y la ciencia, la lengua y la literatura, la moral y la espiritualidad, es decir, para que haya una mejor valoración de la formación intelectual y la sabiduría espiritual, mediante la estimación del libro y la lectura de parte de nuestros docentes y estudiantes, y de los sectores que ejercen influjo en la comunidad, y eso se puede conseguir con la valoración de la disciplina interior para superar el atraso intelectual, moral, estético y espiritual. Tenemos que recuperar “el pasado esplendor”, del que hablaba Salomé Ureña, para volver a ser lo que fuimos y, sobre todo, conseguir una ruta de ascenso, de conciencia intelectual, científica y artística, moral y espiritual, mediante el cultivo de la sensibilidad y la conciencia, mediante el estudio de la palabra con un ideal de superación, edificación y espiritualidad.
GC: ¿Tiene la literatura dominicana una voz propia en las letras americanas y cómo fortalecer su presencia internacional?
BR: No podemos asegurar que tenemos una presencia en las letras americanas, aunque tenemos una voz propia, y fíjese que esa fue una propuesta de Pedro Henríquez Ureña, como parte del sueño del humanista dominicano cuando a principios del siglo XX propugnó por el desarrollo intelectual, estético y espiritual de nuestra América mediante la creación de una voz propia. Hemos tenido importantes cultores de la palabra, como Juan Bosch, Manuel del Cabral, Joaquín Balaguer, Manuel Rueda, Antonio Fernández Spencer o Flérida de Nolasco, pero han sido voces aisladas que han dado prestancia y brillantez a nuestra literatura; pero como conjunto, mediante una obra hecha por escritores y representantes de diferentes generaciones y promociones históricas, no hemos logrado ese objetivo. Ese es un proyecto para plasmarlo en nuestras letras con un esmerado cultivo intelectual, estético y literario, que aunque responda a diferentes tendencias estéticas, de alguna manera debe concitar al mismo tiempo creadores que enaltezcan el arte de la creación verbal, que propugnen por una cosmovisión intelectual y cultural y, sobre todo, que se conviertan en modelos en el uso de la palabra con un sentido estético y espiritual, con una voz singular y un aporte significativo para ponderar lo que es el mundo, para desarrollar la conciencia, para enaltecer el arte de la creación verbal en procura de la formación intelectual, estética y espiritual a la luz de la palabra con sentido edificante, trascendente y ejemplar.
GC: ¿Qué acciones realiza la Academia Dominicana de la Lengua para el estudio y fortalecimiento de la lengua y la literatura en nuestro país y cómo ha evolucionado nuestra literatura hacia un rumbo propio; qué aspectos especiales se destacan en su labor de promoción cultural?
BR: Tenemos conciencia de que esa es una enorme tarea que debemos ejecutar y, efectivamente, la hemos ejecutado, la estamos ejecutando y la seguiremos ejecutando en el territorio nacional, no solo en la capital de la República, sino en ciudades y pueblos del interior de nuestro país. De hecho, bajo mi dirección, hemos emprendido jornadas de formación intelectual, lingüística, estética y espiritual en diferentes poblaciones del país, en escuelas y centros culturales, con grupos literarios y centros universitarios. ¿Para qué? Para dar a conocer lo que son los diccionarios y la gramática de la lengua, la ortografía de las palabras; para dar a conocer lo que es el sentido de la palabra y el valor de la literatura; para dar a conocer lo que es el sentido de la creación verbal y, desde luego, para promover el estudio de la lengua y el cultivo de las letras, como lo hemos promovido en diferentes escenarios del Este, el Sur, el Cibao y el Norte de nuestro país, yendo a escuelas y centros culturales, entrando en contacto con escritores de provincias, contactando a profesores y estudiantes de diferentes regiones y, sobre todo, promoviendo la conciencia de lengua, el cultivo de la palabra, el manejo del diccionario, el uso de la expresión verbal con sentido creador, y promoviendo, desde luego, el estudio de la ortografía, la gramática y el vocabulario, mediante el estudio de la palabra para la valoración de la hermosa herencia cultural que recibimos de España mediante la conciencia intelectual que nos corresponde enaltecer y potenciar. Me refiero a la tradición lingüística y literaria que puedan asumir y recrear nuestros hablantes para enaltecer ese legado hispánico que recibimos de grandes creadores comenzando por Miguel de Cervantes, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús y fray Luis de León, y continuando con escritores de la talla de Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, José Ortega y Gasset, Dámaso Alonso, y los escritores más recientes, mediante la labor que realiza la Real Academia Española a través de la Asociación de Academias de la Lengua Española, y la tarea que cada academia está promoviendo en su respectivo espacio geográfico. Y a nosotros nos compete el ámbito geográfico, social y cultural de esta media isla en estas Antillas que tienen una hermosa tradición y que asumimos, cultivamos y promovemos con amorosa identificación por el destino que nos compete y la misión que le corresponde a la Academia Dominicana de la Lengua mediante el sentido de identificación y valoración de esta hermosa herencia que desde la antigua labor de los monjes amanuenses en los monasterios castellanos, hasta los actuales cultores de la palabra en España y América, procuramos enaltecer el arte de la creación verbal con nuestra amorosa identificación del logos de la conciencia.

En cuanto si nuestra literatura tiene un rumbo propio. Claro que sí. Tenemos una literatura con identificación conceptual, afectiva, estética y espiritual. Esa voz propia comenzó con Domingo Moreno Jimenes y su valoración de lo popular y lo nacional. Siguió con Juan Bosch y su identificación socio-cultural. Profundizaron ese sentimiento Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, Pedro Mir, Tomás Hernández Franco. Y auscultaron la propia imaginación los poetas Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce, Aída Cartagena, Manuel Valerio, Antonio Fernández Spencer y Mariano Lebrón Saviñón. Y enfocaron el sentido de lo propio Alberto Peña Lebrón, Lupo Hernández Rueda y Máximo Avilés Blonda. Asimismo, ponderaron el sentimiento nacional Marcio Veloz Maggiolo, Federico Henríquez Gratereaux, Juan José Ayuso, René del Risco y Ramón Francisco. Abordaron el pensamiento José Mármol y Basilio Belliard. Y ahondaron el valor de la conciencia Emilia Pereyra, Freddy Bretón, Tulio Cordero, Yky Tejada, Sally Rodríguez, Fausto Leonardo, Ofelia Berrido, Carmen Comprés, Leopoldo Minaya y Víctor Escarramán.
El aporte de los escritores independientes ha sido clave también. Puedo citar a Fabio Fiallo, Manuel Amiama, Flérida de Nolasco, Joaquín Balaguer, Virgilio Díaz Grullón, León David, José Rafael Lantigua, José Alcántara Almánzar, José Enrique García, Juan Carlos Mieses, José Miguel Soto Jiménez, Odalis Pérez, Gerardo Roa Ogando, Chiqui Vicioso, Laura Gil, Eduardo García Michel, Miguel Guerrero, Julio Cuevas, Marino Berigüete, Reynaldo Espinal, José Enrique Delmonte, César Arturo Abreu y otros.
Respecto a la lengua, enfatizo la grandiosa dotación, otorgada por la Divinidad a los humanos, del Logos de la conciencia en cuya virtud podemos intuir, pensar, hablar y crear, que son manifestaciones luminosas que nos distinguen y enaltecen. Respecto a la literatura subrayo la vivencia interior que concita la genuina obra literaria en la sensibilidad al generar la emoción estética; y, en la conciencia, la fruición espiritual, con los efectos intelectuales, afectivos y vivenciales de las artes y las letras. Y con relación a la cultura pondero la fascinación que entraña, no solo ser copartícipe de la concepción intelectual, científica, artística y espiritual de Occidente, sino poder sumar a la cosmovisión cristiana nuestra visión del mundo a la luz de nuestra historia, nuestra palabra y nuestra creación.
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