Cuando se recoja la historia y el desarrollo del microrrelato ya como género o subgénero literario en la República Dominicana ineludiblemente se tendrá que contar con lo aportado a este ámbito literario por el escritor y cineasta Leo Silverio. Y esto viene a cuento porque es usual en esta sociedad de hacedores literario el olvido voluntario y el desconocimiento planificado de quien no es de mi agrado o no es de mi estirpe.
Dicho esto, es importante imbuirnos en uno de los libros de Leo Silverio (ya que nos tiene a acostumbrado a que cada año presente uno) y en cuyo título de este no es tan sólo un cuento que nos cuenta, sino un contar que cuenta.
Es un pesado sabor de una sangre que no está, pero existe sin manchar las páginas en que el escritor vuelca de conjura sus desembocaduras escriturales. El autor nos arrastra emocionalmente a un universo siniestro en donde la muerte es el canto general, es digamos, la esencia de un alma limpia como la del autor que nos hace transitar por los más oscuros pasillos de la angustia y el dolor.
Sus cortos pero intensos relatos, nos hacen sentir sucios de espíritu, nos convocan a cuestionarnos si en cada lector hay monstruos escondidos tras una leve sonrisa que puede ser la ocultadora de la trama fatal que agotará la existencia de una vida.
En este instante, nueva vez, se cumple mi tesis de que lo escrito o plasmado en un libro no es necesariamente la realidad vivida por el autor o que esta sea el espejo descongelado del alma del escribiente. Y esto lo decimos por que quienes conocemos a Leo, sabemos que no mata ni un mosquito, con tal de no ver la mísera gota de sangre chupada por el zancudo.
Sin embargo, adentrarse en la lectura de estos cuentos super cortos, pero largos y aleccionadores para los leyentes, cuando estos remuevan la dormida conciencia que los acosa.
Leo en estos cuentos, desborda un concierto y derroche de espeluznantes historias a la que da un toque de horror a unas, de desgracias olímpicas otras, entinta de un humor negro y sátiras la gran mayoría de sus escritos, no solo en este libro Aberrado placer, sino en todo su quehacer literario.
Pero en este caso en particular, da a cada uno de sus micros, como una gota venida de lo alto con una lección aprendida o por aprender … veamos un ejemplo que puede ser ilustrativo de lo ponderado. ¨Anudaba la toalla por un extremo, la humedecida y golpeaba sin piedad las blancas carnes de la mujer. Ella se retorcía como una indefensa lombriz a la que se corta en pedacitos y se adereza con sal, el sufrimiento era mayúsculo, pero el hombre cada vez dilataba el castigo¨… (cuento pág. 22).
Sin duda, cualquier lector, al completar el cuento podría apuntalar que nuestro autor está incentivando el mundo de la violencia o el pagar con la máxima del ojo por ojo; sin embargo, bien podrían verse múltiples interpretaciones o miradas, pero a nuestro juicio, la de mayor peso es la de la denuncia del maltrato intrafamiliar, el llamado de atención para un alto a los feminicidios, pero la mente maestra poblada de ficción cinéfila le permite envolver de manera magistral la corta pero intensa historia en una denuncia social, ante la epidemia societaria que representa para la nación el caso de las mujeres asesinadas por hechos pasionales en aumento cada año.
Nuestro autor, es recurrente en el tratamiento de sus temáticas y sobre todo involucrarla con un toque genial de sarcasmo, así de literal, tal cual lo dice el diccionario: dicho irónico, amargo y pesimista que encierra una queja.
Esta manera y forma asumida por el autor, digamos que como una búsqueda de derrumbar falsos paradigmas de una sociedad que se hunde cada día más en un lodo putrefacto que no nos permite volver a ser soplado para convertirnos de nuevo en humanos.
Esto que decimos, lo podemos documentar con este breve cuento corto, muy corto llamado ¨Las manos¨, pág. 27… veamos: Los perros trataron de desenterrar el cuerpo tirando de las extremidades. No pudieron, era un muerto muy pesado, arrancaron de cuajo las manos y la exhibieron por todo el pueblo como un trofeo. Nadie se inmutó, ni siquiera el párroco Matías. ¡Maldito, ya no volverás a lastimar!, se escuchó susurrar a doña Carmela, mientras hacía la señal de la cruz como buena cristiana.
Es, por tanto, que el texto Aberrado placer, es un libro interesante en cuanto al abordaje temático. Sobre todo, por el desnudo de la desgracia, por el uso de la muerte como portaestandarte de fondo de la existencia de algunos seres ¨humanos¨… es un texto que nos propone la importa de reflexionar la existencia y es que el autor juega con los complejos territorios del quehacer literario, franqueado desde un desnudo y cortante discurso escritural, pero sin dejar de lado la belleza sitiada de metáforas.
Y es, que la presentación descarnada del horror en cada pieza escrita con cincelado esmero nos lleva de las manos a sentarnos a desentrañar en cada relato el corazón de un dolor que deambula o de un desgarramiento que envuelto en el universo de las historias nos ha acompañado como algo normal en nuestro transcurrir societario.
La literatura de Leo si bien es un camino de experiencias cinéfilas y lectorial de igual nos hunde en el revuelco de lo angustiante, nos hace trepar el afilado instante del acertijo de vivir con las luchas y los contragolpes del humano de estos días
Pero de pronto, con estos microcuentos Leo Silverio nos hace reparar que invivimos en un equívoco o al menos siembra la duda de la posibilidad de este sentimiento colectivo. Esto lo podemos advertir con toda crudeza en el cuento Mussolini, pág. 57. Vemos…
Todo sucedió muy rápido, sin explicación alguna. Una noche el joven Benito escapaba de la policía, en la escabullida, ¨robó¨ un camisón negro …manejemos el dato ¨robo¨ y a seguida nos dice… y pasó por delante de sus narices, casi burlándose, de los escuadrones azzurri… con aquel camisón era y se sentía un superhéroe…¨inmediatamente se la quitaba y la ponía en el tendedero, volvía hacer el periodista mediocre que siempre había sido, ajeno de palabras e ideas propias¨…
Cierto que tenemos que aceptar que en la narrativa de este escritor hay todo un mundo interesante y sutil del tratamiento al morbo, sí, así tal cual lo definen el mataburro (diccionario) como: Sensación que produce algo que puede resultar desagradable, cruel, prohibido o que va contra la moral establecida.
Eso, es el texto Aberrado placer, todo un templo de irreverencia. Y es, que, en esta narrativa de Leo, toma la desgracia como punto fundante del vivir en sociedad, tanto en lo personal como en lo colectivo, está presente y palpitante, digamos mejor, que es una línea transversal que como una constante media entre la naturaleza del escribir de nuestro autor y el susurrar en sociedad en su mundo interior del cada cual colectivo.
Y la pregunta es si nuestro autor Leo Silverio ¿se confiesa en cada micro? o en su defecto es el sacerdote tras las páginas librescas que confiesa a cada uno de nosotros…
Pero la denuncia de la maledicencia humana en las narraciones de Leo Silverio, no son guardadas tan solo para la parcialidad de un sexo como trama cautivadora, al contrario, nos muestra que estamos o podemos estar todos los seres humanos metidos en el mismo saco, nos lleva, nos arrastra a la concienciación al intentar detonar con afinada y delicada sutileza como si fuera una compaña de alerta a los feminicidios.
Nos alerta de que solo debe apuntar hacia el género masculino, sino que, debe tener atención hacia todos los ámbitos de la convivencia humana. En otras palabras, nos hace ver que la patología del crimen esta en el ser humano per se.
En su cuento Lo divino, pág. 29¨, nos lo deja bien en claro: cuando Leo nos narra: nunca se supo cuánto tiempo estuvo encadenado en el sótano de la casa el marido de la señora Samanta… (aquí refiere a la maldad humana en el grado más sumo). Todo salió a la luz pública cuando sucedió una inundación y algunos desechos de piel fueron arrastrados por la corriente hacia la superficie; esto por su puesto sin contar con el hedor de esos días de humedad que alertó a los vecinos… (aquí alude a la desdobles y el descaro puesto de manifiesto).
Ella, Samanta, que desde la desaparición de su esposo conmemoraba el día como si fuera una fecha nacional, alegó un milagro de lo divino… (sin dudas el colmo de la degradación humana, el cinismo y la desvergüenza hecho carne. El cenotafio se hizo en el camposanto de la ciudad con un oficio a la altura del finado…Cuanta alevosía, cuanta premeditación del hacer de la maldad y maledicencia humana, cuanto reinar de la asechanza en una mente enferma que vive como lo demás haciendo una vida cotidiana del supuesto buen vivir.
Nuestro autor Leo Silverio, en esta entrega de microcuentos o microrrelatos, nos pone en la ruta de caminar por los trillos y caminos de como la perversidad en la interacción humana puede ocupar un puesto si nos descuidamos, nuestro escritor, despierta el llamado de atención a las acciones de perfidia y malignidad en la que podemos caer y caen otros de los miembros del conglomerado humano.
Recuerden y el llamado no es mío, sino de nuestro laureado escritor que hoy nos honra con esta entrega de un libro que sin dudas marcará territorio en el historial del microrrelato dominicano. Recuerden, que la perversidad está definida: como quien corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas. El perverso es aquella persona miserable, abyecto, canalla, desgraciada y depravada.
Sin dudas de que nuestro apreciado escritor Leo Silverio desde los complejos territorios del quehacer literario, franqueado por la belleza y sitiado por los toques incisivos del cuestionamiento espiritual nos puede llevar a pensar que Leo no será el humano perfecto, pero sí es el que nos está haciendo el llamado de atención, sobre todo al reencuentro y la búsqueda de lo humano como punto de soporte y anclaje de la sociedad en la que cohabitamos.
Compartir esta nota