Que se le haya otorgado al Dr. José Enrique García el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña 2025, constituye, a secas, poner la cosa en su sitio, desagravio contundente, o “justicia estética”. Es tal como lo apuntalara el Vice Ministro de Cultura, Pastor de Moya, al prolífico poeta universal y perceptor de lo sublime a partir de la experiencia de los sentidos o la urgente cotidianidad vital. Justamente, en uno de sus poemas emblemáticos, Alborozo, el bardo, expresamente, se delata.

Andamios

        Jorcones, cumbreras

maderas convocadas

para un ámbito que urgen

                    uno y otro,

en conjunción de tiempo y propósitos.

 

Y así, entre la voz y el brazo,

                     el cielo y el suelo

clavetean tablas,

                   y amores,

delimitando un espacio,

                   que busca ser durable.

 

Y aromas de troncos que se esparcen

        por los alrededores,

                igual las tibias yerbas,

pájaros, vuelos, y vientos…

 

Y ya el techo,

         la cobija,

ahora las ventanas.

 

Y allá, en la ladera este,

los pinos envueltos en un verde plomizo

              y el rumor del viento rozando yerbas

                            y matojos.

 

Y ya las puertas,

             tacto del nervio

            y ruidos de goznes

sensaciones multiplicadas

               al construir la casa

                              ¡Alborozo!

Precisamente, la contribución o legado lírico del poeta de la imagen, José Enrique García, reside, fundamentalmente, en una poesía abarcadora a contar desde los acaeceres, el rebose de la caja de Pandora, y los objetos, la piedra que vemos y tocamos, percibidos mediante una especie y poderosa alegoría, la teoría de Einstein proporciona, más que la de Newton, una descripción más completa y precisa del universo, subyacente en ese otro mundo oculto, más allá de la materia pura. De hecho, poética totalizadora que prescinde del conundrum de lo metafísico por lo metafísico en cuanto a la configuración metafórica del cosmos.

Es así. El meritorio Premio disipa la noción de un simple Fabulador pedestre, campuno. En cambio, sí, la de un arquitecto de imagénes en pos de la interpretación filosófica más profunda y acabada concerniente a toda la naturaleza de la experiencia misma: percepciones, sentimientos, emociones… En suma, acto estético tras los pasos de lo arcano y el lenguaje de Dios.