A Gustavo Olivo Peña, amigo en el vivir.
Uno se ve
se ve y mira, a la vez
y es el uno incompleto.
Un gesto de sangre, cae
y otro más del pensar.
El apego, costumbre de estar
en actos que se quieren, desaparece de pronto.
Son otros ya
Caray, nada de uno es
prestadas piezas
que a las cenizas vuelven
para vegetar en otras, otros.
Apegarse a qué
si todo cae.
Cada nosotros
sin advertir, menos sentir.
Del cuerpo, lo que palpita en temblor
que nos sostiene por nacer.
Y Dios nos ve
en pedazos
en rupturas de la carne, que carne no es, siendo carne
y nada dice
y uno, frente a ese espejo,
mismo,
se ve su espalda,
las piernas enflaquecidas y gambadas,
costillar de atrás: pronto polvo
la muerte vive más que la vida en la vida
Polvo resucita
imperativo del tránsito.
Qué buscar de lo que se le dio y posee
Ah, dones, el libre albedrío
no, suficiente.
Dejo ese espejo,
cuerpo,
regreso a este espacio
* compañero-
Y Dios, sin presura*, observa
desde ramas de los naranjales.
¿Y cuándo, la ultimas vez?
17, septiembre,2025.
*Nota: estas dos palabras de este verso: pasó por esos sotos con presura de Cantico, en esta situación, pertenecen a San Juan de la Cruz.
Compartir esta nota