A Gustavo Olivo Peña, amigo en el vivir.

 

Uno se ve

se ve y mira, a la vez

y es el uno incompleto.

Un gesto de sangre, cae

y otro más del pensar.

El apego, costumbre de estar

en actos que se quieren, desaparece de pronto.

Son otros ya

Caray, nada de uno es

prestadas piezas

que a las cenizas vuelven

para vegetar en otras, otros.

Apegarse a qué

si todo cae.

Cada nosotros

sin advertir, menos sentir.

Del cuerpo, lo que palpita en temblor

que nos sostiene por nacer.

Y Dios nos ve

en pedazos

en rupturas de la carne, que carne no es, siendo carne

y nada dice

y uno, frente a ese espejo,

mismo,

se ve su espalda,

las piernas enflaquecidas y gambadas,

costillar de atrás: pronto polvo

la muerte vive más que la vida en la vida

Polvo resucita

imperativo del tránsito.

Qué buscar de lo que se le dio y posee

Ah, dones, el libre albedrío

no, suficiente.

Dejo ese espejo,

cuerpo,

regreso a este espacio

* compañero-

Y Dios, sin presura*, observa

desde ramas de los naranjales.

¿Y cuándo, la ultimas vez?

                                            

    17, septiembre,2025.

*Nota: estas dos palabras de este verso: pasó por esos sotos con presura de Cantico, en esta situación, pertenecen a San Juan de la Cruz.

José Enrique García

Poeta y novelista

Nacido en 1948, Licenciado en Educación y Letras de la Universidad Católica Madre y Maestra, Doctor en Filología por la Universidad Complutense de Madrid y Miembro de número de la Academia Dominicana de Lengua. Ganador de premios como Siboney de poesía con su obra El Fabulador, Premio Nacional de Novela con Una vez un Hombre. Escritor del Ritual del tiempo y los espacios, Un pueblo llamado pan y otros cuentos infantiles, ensayos como La palabra en su asiento y El futuro sonriendo nos espera.

Ver más