“Otro historiador que trabajó al margen del marxismo fue Frank Moya Pons, quien hizo amplio uso de los modernos métodos de las ciencias sociales aplicados a la historia, a la manera de las escuelas norteamericanas y de la escuela francesa de Les Annales. (…). Produjo una serie de textos nuevos basados en el análisis directo de documentos inéditos o poco conocidos, y se dedicó a fijar una amplia agenda de investigación para la futura historiografía dominicana”.

En marzo de 1962, a la edad de 18 años y a solo meses de haber finalizado la tiranía de Trujillo, el historiador Frank Moya Pons, nacido en La Vega en 1944, publicó el semanario llamado “Cultura”; un pequeño periódico con el que debutó en su interés a favor de la historiografía y la cultura nacional, declarándose progresista y destacando, en clara referencia a los treinta años del régimen de Trujillo, el “letargo intelectual” en el que vivieron los historiadores dominicanos durante tres décadas.

En esa ocasión, todavía marcado por sus actividades escolares, anunció que el medio informativo que ponía a circular tenía el propósito de “llevar al pueblo el sentimiento del pueblo” y convertirse en “tribuna de la moral y la educación”. Eran tareas difíciles que surgían de la necesidad de cambios progresivos que pusieran en primer plano la identidad del ser dominicano a través de la educación.

Acorde con esas propuestas, comenzó a definir lo que para él, a tan temprana edad, era el papel reservado a la historia en el proceso de apertura que se estaba viviendo, sintetizándolo con la siguiente frase: “Estamos en la creencia de que no hay mejor maestra para los pueblos que la historia misma. Ella nos enseña lo que deberemos hacer y lo que deberemos no hacer en el futuro. Los pueblos no deben olvidar jamás sus errores; los errores son los que nos indican el camino contrario a ellos, que es la verdad.” [1]

Formación académica de Moya Pons

Posiblemente, de aquella valoración sobre la enseñanza y el papel de la historia como correctivo para anteponerse a los acontecimientos del futuro, surgió en él la necesidad de formarse como investigador y estudioso de los procesos históricos de la República Dominicana. Una labor que ya trasciende los sesenta años, en los que pacientemente se ha adentrado de manera permanente en la investigación, la docencia y la formación profesional, alcanzando varias maestrías en Historia Latinoamericana y Europea, además de un doctorado en Historia Latinoamericana en la Universidad de Columbia de Nueva York.

Su especialización la ha acompañado de manera paralela con la investigación y la recopilación documental-bibliográfica, tanto en archivos y bibliotecas nacionales en República Dominicana como en el extranjero. A esto se suma una paciente labor docente en centros universitarios del país, de Europa y de los Estados Unidos, y la publicación de cientos de ensayos en revistas especializadas.

Ha publicado más de cuarenta libros, la mayoría de historia dominicana, que abarcan desde los antiguos pobladores indígenas de la isla de Haití o Santo Domingo hasta la época contemporánea. Con ellos ha recorrido el pasado nacional y caribeño, armado con amplios conocimientos teórico-metodológicos, resultado de los profundos estudios realizados en el ámbito de las ciencias sociales. Aborda sus temas con una estrategia de investigación multidisciplinaria que le ha permitido desentrañar y explicar las causas y los cambios sociales, demográficos, tecnológicos, políticos y económicos de la República Dominicana. Un esfuerzo compartido a través de sus obras y tenido como referencia para generaciones de historiadores dominicanos.

Aunque no está libre de las críticas y de sectores intelectuales que en el pasado han rechazado sus teorías y los métodos utilizados para descubrir, comprender y explicar la verdad con los que ha validado sus hallazgos, sustentados en una visión científica, sus aportes en el campo de la historiografía dominicana son un desmentido a sus detractores. Lejos de teorías y métodos compartidos por historiadores que no comparten sus puntos de vista en el quehacer historiográfico, durante más de cincuenta años ha desarrollado de manera paciente su labor como profesional de la historia, en contraposición a quienes reclamaban preponderancia a partir de ideologías y métodos muy válidos en los estudios del pasado, pero que no representan la exclusividad para alcanzar la verdad histórica.

Un debate en la historiografía dominicana

Juan I. Jimenes Grullón autor de la "Sociología política dominicana".

Desde muy temprano, en 1975, uno de los más polémicos historiadores dominicanos de entonces, el doctor Juan Isidro Jimenes Grullón, utilizó como referencia un texto del doctor Frank Moya Pons en el que este señalaba de manera crítica el papel del “materialismo histórico” en las investigaciones del pasado. El historiador descalificó los planteamientos aportados por Moya Pons y produjo un extenso escrito con el que trató de demostrar que el autor del Manual de historia dominicana era un historiador tradicional, el más aventajado de los historiadores eruditos.

En ese texto, que Jimenes Grullón tituló “Historia de nuestra historiografía: A propósito de una disertación de Frank Moya Pons” y que apareció durante siete ediciones consecutivas en el periódico Listín Diario a partir del 22 de octubre de 1975, lo calificó como “el representante más combativo de nuestra historiografía erudita” [2], acusándolo de atacar “una vez más, a la historiografía científica”, y de que, a consecuencia de que la historia erudita era una variante de la historia tradicional, lo ubicaba como un historiador influenciado por esa forma de investigar el pasado.

Debido a sus enfoques, decía Jimenes Grullón, el historiador Moya Pons reconstruye “los hechos históricos” y los presenta “tal como fueron” pero acompañándolos de “una falsa interpretación que (…) los distorsiona”. Las observaciones críticas del intelectual formado en París apuntaron a un debate que pareció enfrentar a los historiadores marxistas de entonces contra el autor de La otra historia dominicana, insistiendo en que la historiografía marxista, o “nueva corriente” de la historiografía científica, “niega que la ciencia de la historia pueda circunscribirse a la simple “reconstrucción” de los hechos pretéritos, en base a documentos y a los aportes de la arqueología y otras ciencias”.

La polémica planteada trascendió los aspectos ideológicos y políticos del momento, debido a que muchos de los que se consideraban “historiadores marxistas” se habían formado como tal en países del “mundo comunista” representados por la Unión Soviética, mientras que el profesor Moya Pons, desde muy joven, se había diplomado en universidades norteamericanas.

El texto de Frank Moya Pons, al que hizo alusión el doctor Jimenes Grullón, apareció publicado en el Listín Diario a partir del 13 de octubre de 1975, con el título: “Historia dominicana, historiadores y percepción de la dominicanidad”. En ese extenso trabajo, el doctor Moya Pons estableció su divergencia con la historiografía marxista y sus diferencias con los que enarbolaban como método al “materialismo histórico”, que a decir de sus defensores era “el único método de la investigación histórica”.

Frank Moya Pons: Aportes teórico-metodológicos a la historiografía dominicana

Debido a ese criterio, el doctor Moya Pons anotó en el citado escrito, que para los historiadores de la escuela marxista, la única “verdad histórica (…), reside en el método, no en las fuentes” [3], mientras que para él lo correcto era valorar las teorías, los métodos utilizados en las ciencias sociales y las fuentes documentales en las que debían estar sustentados los estudios históricos.

En el referido texto, Moya Pons señaló de manera crítica a los historiadores adscritos al marxismo al considerar que estos utilizaban sus conocimientos metodológicos como instrumentos para el trabajo político-partidario, observando que en sus estudios del pasado dominicano, esos historiadores daban mayor importancia al trabajo del militante político, pues eran “líderes y activistas políticos que iban a la historia a buscar justificaciones a las posiciones de sus partidos”, y no tomaban en cuenta las fuentes documentales ni las ciencias sociales, descalificándolas como auxiliares de la historia. Además, observaba que los marxistas dominicanos desarrollaban una historiografía dogmática, alejados de las “distintas perspectivas ideológicas, teóricas y metodológicas para reconstruir e interpretar el pasado.” [4]

La escuela historiográfica privilegiada por Moya Pons

Frank Moya Pons: Aportes teórico-metodológicos a la historiografía dominicana

Para el doctor Moya Pons lo correcto era, metodológicamente hablando, alejarse del materialismo histórico y abrirse a otras metodologías, y aunque no despreciaba los aportes de esa escuela, consideraba como acertada la aplicación de “los modernos métodos de las ciencias sociales aplicados a la historia a la manera de las escuelas norteamericanas y de la escuela francesa de Les Annales” [5].

Sin embargo, sus críticos insistieron en ubicarlo como propulsor de la “escuela tradicional” y de la ciencia positivista; también algunos lo ubicaron en la historiografía crítica. Pero lo cierto es que, en sus enfoques, el autor del Manual de historia dominicana recogió e integró a sus investigaciones los aspectos metodológicos más relevantes de las ciencias sociales, alejándose de los historiadores tradicionales de la República Dominicana, pero nutriéndose de sus aportes a la historiografía nacional, y reconstruyendo el pasado dominicano desde una perspectiva multidisciplinaria, valorando las pruebas documentales y utilizando en sus análisis de forma correcta los aportes de las ciencias auxiliares de la historia.

Esta manera de enfocar sus investigaciones le ha permitido estudiar la formación del pueblo dominicano de manera integral, no coyuntural, y tomando en cuenta los aspectos económicos, demográficos, políticos, geográficos, jurídicos, sociales y culturales, buscando en el pasado lejano las causas que explican los hechos históricos.

Sus aportes están sustentados en el “análisis directo de documentos inéditos o poco conocidos, sin ignorar el estudio de los procesos económicos que han impactado la sociedad y los procesos políticos de la República Dominicana” [6], haciendo énfasis, como él mismo lo expresa, en la incorporación “de los métodos y teorías de las modernas ciencias sociales al análisis de los procesos sociales” [7].

Sus estudios académicos en universidades norteamericanas lo formaron como un intelectual alejado de la escuela marxista. Esto le ha facilitado estudiar y reinterpretar el pasado dominicano con enfoques interdisciplinarios y novedosos en los que toma en cuenta diversas fuentes históricas, que incluyen documentación inédita y contemporánea, abordándolas desde la diversidad teórico-metodológica aportada por la antropología y la sociología, los métodos cuantitativos, las ciencias geográficas y demográficas como una forma de conocer y explicar el pasado en sus diferentes vertientes.

Esta manera de estudiar la historia le ha facilitado identificar grandes períodos del pasado dominicano, casi siempre alejados de hechos coyunturales, tratando de descubrir las causas y la concatenación de los procesos históricos desde una perspectiva dimensional.

Debido a esa forma de comprender, investigar y explicar la historia dominicana, en los aportes de Moya Pons aparecen identificados grandes períodos, construyendo una cronología del pasado dominicano abarcadora, que va desde los hechos más antiguos y la existencia del conglomerado taíno anterior al descubrimiento de América, hasta los acontecimientos contemporáneos marcados por la transición a la democracia posterior a la dictadura de Trujillo, incluyendo los “doce años de gobierno de Balaguer”.

Importantes obras en la historiografía de Moya Pons

Frank Moya Pons: Aportes teórico-metodológicos a la historiografía dominicana

Muestra de esta forma de enfocar y periodizar el pasado dominicano son sus aportes contenidos en textos que van desde La sociedad taína, publicado en 1973; La dominación haitiana en 1971; La historia colonial de Santo Domingo, impreso en 1974; su Manual de historia dominicana, publicada en 1977; La Española en el siglo XVI, en 1978; la Historia dominicana, puesta a circular en 1982 y El pasado dominicano, publicado en 1986. También, la Breve historia contemporánea de la República Dominicana, con la que cerró en 1999 sus publicaciones del siglo XX.

Iniciando el siglo XXI, Moya Pons publicó lo que podemos tener como un balance del siglo anterior, que tituló El siglo XX dominicano: economía, política, pensamiento y literatura, en el 2002. Posterior a esta obra, circularon otros textos de historia, entre ellos la Historia del Caribe en el 2008; La otra historia dominicana en el 2009, y la Historia de la República Dominicana, publicada en el 2010. Un libro que no podemos dejar de destacar circuló en 2013 con el título: El Gran cambio: la transformación socio-económica de la República Dominicana.

En definitiva, la contribución teórico-metodológica, docente y bibliográfica de Frank Moya Pons a la historiografía dominicana ha logrado marcar a generaciones de estudiosos del pasado dominicano que persiguen descubrir la verdad, como el mismo lo anota Moya Pons, “a partir de diversas tendencias ideológicas y que han aprendido el valor de las ciencias sociales en la práctica histórica, que están yendo a los documentos y a los archivos para levantar sus interpretaciones, que están utilizando métodos y técnicas de validación de sus argumentos”. Y en esa tendencia, sus aportes son una guía, quiérase o no, en la nueva historiografía dominicana.

Notas:

[1] Frank Moya Pons, “Qué somos”. Cultura,  núm. 1, La Vega, 24 de marzo 1962.

2 Véase Juan Isidro Jimenes Grullón, “Historia de nuestra historiografía”. Listín Diario, 22 de octubre 1975.

3 Véase Frank Moya Pons, El pasado dominicano. Santo Domingo, Fundación J.A. Caro Álvarez, 1986.p. 261,

4 Frank Moya Pons, “Historiografía contemporánea dominicana”. Estudios Sociales, núm. 116, abril-junio 1999.

5 Idem.

6 Idem.

7Idem.

Alejandro Paulino Ramos

Historiador

Alejandro Paulino Ramos nació en San Francisco de Macorís en 1951. Historiador y profesor universitario. Es miembro de la Academia Dominicana de la Historia y autor de varias obras, entre ellas Mauricio Báez, Vida y obra de Ercilia Pepín, Diccionario de Cultura y folklore dominicano, y El Paladión: de la ocupación norteamericana a la dictadura de Trujillo. Fue subdirector del Archivo General de la Nación.

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