Ha escrito décimas, poesía, novelas, teatro, libros infantiles y crónicas, y en casi todos los géneros ha merecido premios y reconocimientos. Y hoy vuelve con una nueva historia entre las manos, Luces de enero, un libro dirigido a jóvenes que cuenta, en clave de novela, la historia de Los Palmeros, aquellos héroes del 12 de enero de 1972 que perdieron la batalla de la cueva y ganaron la batalla de la historia.

Cesar Sánchez Beras creció en los turbios doce años de gobierno de aquel hombrecillo oscuro, autoritario y aquejado siempre de la incurable enfermedad del poder que era Joaquín Balaguer. Y esta novela, además de un homenaje a la juventud rebelde que lo enfrentó, también es un ajuste de cuentas con aquella época terrible.

Sánchez Beras (Santo Domingo, 1962) vive con el alma repartida entre su República Dominicana y Estados Unidos, donde ha sido maestro y ha escrito parte de su obra, y hoy ha venido a contarnos esta historia, para que nunca se nos olvide.

César Sánchez Beras: Amaury Germán Aristy tuvo el linaje de morir como los héroes griegos

¿En qué circunstancias surge la idea de la novela Luces de enero y cómo sucedió el proceso de su creación?

El germen de esa novela es viejo. El 12 de enero de 1972 yo estaba interno en el hospital militar Ligthgow Ceara, llamado Marión. Yo tenía una crisis asmática y me mandaron para la casa porque no cabían los heridos. Luego que me di cuenta que se trataba de la batalla que libraban Los Palmeros con el ejército.

En el camino, mi padre, a quien está dedicada la novela, me iba hablando del caso de Amaury, porque mi papá era de Padre Las Casas y vivía a dos o tres casas del papá de él y de la mamá. Ahí surge el germen inicial.

Pero la novela llega dos o tres años atrás, cuando yo me decido a compilar información, hacer entrevistas y a ver, desde el punto de vista de la ficción creativa, o sea, de la novela per se, a ver la vida de los cuatro palmeros que murieron en la cueva solamente en su última semana. La novela nada más trata la última semana de vida de los palmeros, que es recién llegan y la persecución y el desenlace en la cueva. Tiene mucha ficción.

Claro, tiene ficción porque es una ficción creativa, porque mucha gente no quiso contar, mucha gente no quiso hablar del tema. Aquí entrevisté los pocos que querían hablar, querían hablar hasta un punto y de ahí para allá no querían hablar. Entonces yo suplí eso, los hechos reales los suplí a través de periódicos, de entrevistas, de documentales, de grabaciones en la Internet que encontraba de la mamá de Amaury, de declaraciones de algunos de los miembros de Los Palmeros, de los periódicos de la época.

Y la otra parte, que es la ficción de la novela, es cómo se dan las cosas, porque yo tengo cómo empezó, qué ocurrió y dónde concluyó, pero como novelista me puedo dar el lujo de que la historia no sea como fue, sino como debió pasar o como yo quise que pasara. Por eso la cuento de otra manera.

¿Se puede contar la historia real a través de la novela?

Sí, porque no es una novela histórica, es una ficción creativa, pero tiene como fundamento una base que es la realidad, que es el hecho de los palmeros y su desenlace el 12 de enero del 72.

¿Usted habló con doña Manuela, la madre de Amaury German Aristy?

Ya yo no pude, ella había muerto cuando yo estaba terminando. Pero tengo las informaciones de ella y tengo lo que ella publicó en periódicos, lo que ella publicó en los audios de video que ella hizo, tengo todo eso.

Doña Manuela siempre dijo que a Amaury lo dejaron solo.  ¿En su novela queda reflejada la soledad del guerrillero?

Sí, claro, está reflejada la soledad y está reflejada cuando Sagrada y doña Manuela iban a las estaciones de radio para hacer llamados para que no los dejaran solo y le negaban la entrada. Está también la negociación de la tregua con Balaguer, que los dejaron solo ahí también. Muchos daban a entender que no eran amigos, que no eran cercanos, que no conocían a Amaury, pero era por la peligrosidad del momento. Pero ni Sagrada ni Manuela tuvieron ese nivel. Hay un caso también cercano y es el caso de Elsa Nadal con su esposo Homero. Ella tampoco lo dejó solo. Ella estuvo ahí hasta el final. 

Claro, hubo una soledad de los partidos, hubo una soledad de las instancias partidarias, hubo una soledad de las instituciones, pero la gente cercana a Amaury no lo dejó solo. Sagrada, Manuela, ese entorno íntimo y cercano estuvo con él hasta el último momento.

En la novela te vas a dar cuenta de eso también, que yo lo trato, la soledad, no solamente la de Amaury, porque ella habló, desde el dolor de madre, de la soledad de Amaury, pero es la soledad de los cuatro. Y además de eso, los pocos amigos que tuvieron cerca, los riesgos que corrieron, porque era una época, como dice Benedetti, en que tú jugabas a las encondidas y si te encontraban te mataban. Era una época despiadada.

Yo trato esa soledad. Trato también el hecho de que cuando se estaba negociando la tregua para salvarle la vida a Los Palmeros, Balaguer puso como hora para la cita de la tregua las seis de la tarde, pero mandó a que terminara la fiesta de los palmeros lo más pronto posible. O sea, que cuando llegó la hora de negociar la tregua, ya habían pasado los hechos. Es un acto premeditado de crueldad.

Yo entrevisté a Efraín Sánchez Soriano, -Pocholo- y me contó solo hasta cierto punto. Hice una cita con Melvin Mañón, pero no pudimos contactar nada. Pedí una cita con Narciso (Isa Conde), no me la dieron. Entonces, lo que me hacía falta de información de los que estuvieron cerca, yo lo suplí con informaciones que había en las redes, con informaciones de periódicos, con informaciones de noticias de la época. Y lo que ya me faltaba, lo suplí la ficción.

¿Todavía hoy, al cabo de cincuenta y tres años de aquellos hechos, la gente no quiere hablar?

Este país tiene una crisis de la verdad. Todavía hay apañamiento de qué ocurrió cuando Lilís, qué ocurrió cuando Trujillo, qué ocurrió cuando Balaguer, qué ocurrió en 1984. Somos llamados a apañar y a no desentrañar las cosas. Y no se trata de sentar en el paredón a nadie, se trata de transparentar lo que pasó, de que la gente sepa lo que pasó.

Por ejemplo, en un próximo texto mío yo entrevisto a cien y pico de pandilleros, porque ahí tampoco quieren transparentar qué parte de la policía, qué parte del entramado corrupto de la policía es cómplice con los pandilleros de los barrios para la distribución de droga para el sicariato. Entonces, hay cosas de esas que hay que transparentar. No es para juzgar a nadie ni para sentar a nadie en la silla de los acusados, sino para que la gente sepa la verdad.

No es posible que todavía no sepamos todos los detalles con certeza de la muerte de Orlando (Martínez), de la desaparición de Narcisazo (Narciso González), de todo lo que está alrededor de la muerte de Amin (Abel), la desaparición de tantos muchachos en la época de Balaguer. Hay gente todavía que está interesada en que eso no se conozca y que sí se conozca la Fundación Joaquín Balaguer, y que sí se conozca que hay un aeropuerto con su nombre, y que sí se conozca que él es el padre de la democracia y ese tipo de cosas. Pero yo, como autor, que viví esa época, no estoy interesado en eso.

Yo lo que estoy interesado es en que haya una comisión de la verdad y que las cosas se digan, desde la ficción o desde la historia.

César Sánchez Beras: Amaury Germán Aristy tuvo el linaje de morir como los héroes griegos

¿Entonces, en la República Dominicana hay una crisis de la verdad?

Sí, aquí hay una crisis de la verdad. Es que todavía están vivos los torturados y los torturadores. Y todavía se sientan en la misma mesa los torturados, las víctimas, los verdugos, los torturadores. Incluso en una misma familia hay víctimas y victimarios.

La gente olvida que los acólitos y los que estaban cerca de Trujillo aceptaban los vejámenes contra su familia solamente para no caer en desgracia con el poder.

Este es un país que ha vivido eso y lo vive todavía. No es posible que la Universidad Autónoma de Santo Domingo como institución no se haya querellado en parte civil contra los señalados como responsables de la muerte de Narcisazo, que era un docente de su propia universidad. Entonces, son cosas que hay que aclararlas, hay cosas que hay que plantearlas.

¿Usted trabajó este libro desde el punto de vista de la narrativa?

De la narrativa para jóvenes. ¿Y sabes por qué? Porque me invitaron como autor a que hablara en una escuela que estaba llena de muchachos con desórdenes conductuales, miembros de pandillas, y que fuera a hablar para ver si los podía convencer de que se reeducaran, de que leyeran. Entonces, al yo ver la actitud de ellos, le dije, ¿ustedes conocieron una pandilla de cuatro hombres que pelearon contra casi 1,500 guardias? Y me llamaron mentiroso.

Los que tienen teléfono con internet pongan ahí Los Palmeros, y se les cayó la boca, abrieron los ojos y dijeron, pero es verdad, aquí hubo cuatro muchachos que pelearon contra 1,500 guardias en una época, en una batalla desigual.

Les dije que esa es una pandilla heroica, que eso no era quitarle una cartera a una viejita saliendo de un supermercado ni atacar a un muchacho para quitarle los tenis. Por eso la escribí para ellos, para que ellos vean que eso que están haciendo ahora, como un alarde de valor, como un alarde de hombría, es ínfimo delante de esos muchachos que pelearon en la cueva.

Eran seres reales de una historia real, cada uno con una personalidad distinta. ¿Cómo hizo para reinventarlos como personajes de literatura?

La reinvención de ellos es que yo tomé la última semana de sus vidas y lo que he vivido en la novela es como en cuatro voces. A Amaury hablando de sí mismo como personaje y hablando de su relación con su mamá y hablando de la relación con la causa y hablando de la relación con otros compañeros. Él como una especie de monólogo hablando eso. Ese es un personaje.

Entonces, del otro lado está Ulises haciendo lo mismo y del otro lado está La Chuta y del otro lado está Bienvenido y del otro lado está la esposa de Virgilio. También está la hermana de Ulises, que son personas reales, están vivos algunos de ellos. Pero yo lo que hago es que reinvento la relación que hubo entre ellos en esa última semana, porque sabía que venían a inmolarse.

De hecho, Amaury le dice a la mamá el último tiro del fal es mío. Hay una frase poderosa de Amaury a Manuela, que yo la recojo en el texto. Ella le dice han puesto precio por la cabeza de ustedes. Y él le responde esos guardias no saben por qué quieren matarme, yo sí sé por qué quiero morirme.

Esa declaración de principio, de honestidad, de Amaury había que recogerla y había que dejarla en su boca, ponerla tal como él lo dijo, porque Amaury no es Amaury el de la cueva, Amaury es el Amaury que también en Padre la Casa las Casas sacó los ojos a un busto de Trujillo. Amaury es el mismo que en el 65 peleó al lado de Elio Capozzi y de Euclides Morillo y que se fugó herido del hospital Padre Billini y apareció en la cabeza del puente para defender la soberanía de este país.

No es a Amaury el de la cueva el que hay que reivindicar nada más, porque ese es el mártir. Hay que hablar del héroe nacional, de la trayectoria de un héroe nacional con menos de treinta años y que nadie pudo decir me engañó, ni tenía una botella en el gobierno, ni cogió una ordenación, ni fue un acosador, ni fue un mal hijo. No. Un tipo humanamente puro, que se le puede cuestionar que peleó contra un régimen legal, sí, pero lo injusto no es legal siempre.

César Sánchez Beras.

¿Y usted cree que el gobierno de Balaguer era legal?

La legalidad se compra, y se compra en las urnas, y se compra con fraude. Esa era legalidad de la que hacía alarde el gobierno. Oponerse a lo malo también es una forma de ser bueno. El gobierno no era legal, nunca lo fue. Nunca lo fue, pero para fines de historia, él era el presidente de la república y ellos estaban luchando contra un régimen establecido. Pero esa legalidad era cuestionada en el proceso en que se consiguió. O sea, era más legal oponerse que ejercer el gobierno.

La novela Luces de enero está editada por Luis Reynaldo Pérez y la editora Luna Insomne. Tiene una revisión desde el punto de vista de la lingüística por Vileix y Reyes en la corrección de estilo.

No es una novela larga, es una novela juvenil para atraer a los muchachos. Y tiene señales, tiene citas dentro de la novela para yo invitar a los muchachos, no solamente a que conozcan la historia de Amaury, de Ulises, de Virgilio, de Leal Brandy, sino también para que se fijen en otras luces que ha tenido la humanidad.

¿Ahora que se ha ido para siempre, qué ponderación tiene usted de doña Manuela Aristy, la madre de Amaury?

Doña Manuela es la madre coraje de este país. Doña Manuela es la que en una época difícil le dice a Balaguer quién era y quién era su hijo y por qué debían dejarla enterrarlo. Manuela tenía toda la envergadura de un ser humano porque no abandonó a su hijo, no abandonó a su muchacho a sabiendas de que estaba corriendo su propia vida.

Fue la mamá del guerrillero siempre. No fue la mamá de un perseguido escondido. Y como tal, tiene el mismo rango de heroísmo que tiene Amaury, ella se enfrentó también al régimen a costa de su propia vida. Quizá otras mujeres hayan tenido igual entrega, pero en el caso de Amaury, el haber defendido a Amaury, esconderlo, protegerlo, era tener una condena a muerte también. Y ella y Sagrada Bujosa y otras mujeres asumieron ese costo, ese costo vital, ese riesgo de su propia vida y no dejaron solo a esos muchachos.

¿Con cuál Amaury debemos quedarnos?

Amaury German Aristy es el arquetipo de un linaje. Él pertenecía a ese linaje de gloria. Otros no tuvieron el desenlace final de morir en combate. Otros fueron asesinados, pero él no. Él tuvo el linaje, como los héroes griegos, de morir en combate. Y de morir joven porque la muerte se enamora de los jóvenes. Debemos quedarnos con el Amaury de la historia.