La obra El delincuente honrado (1773) de Gaspar Melchor de Jovellanos, se enmarca dentro del teatro neoclásico trascendiendo los límites de la comedia moralista para entrar en un terreno más complejo de reflexión sobre el honor, la justicia, la moral y las leyes. Este escritor, jurista y político ilustrado español, utiliza esta pieza para cuestionar las estructuras sociales y legales de su tiempo, planteando la eterna confrontación entre lo que dicta la ley y lo que establece la moral. En este análisis se explorará no solo el trabajo diseñado por este autor, sino también los aportes de otros pensadores que, desde distintas perspectivas, han tratado temas similares sobre el honor, la justicia y el conflicto social.
El honor como motor de la acción. El concepto de honor ocupa un lugar central en El delincuente honrado y se vincula directamente con los valores sociales del siglo XVIII. En ese contexto, este valor era tanto un bien personal como una exigencia social que justificaba incluso actos violentos. En este sentido podemos observar en la obra, como el protagonista Torcuato, al verse desafiado en un duelo por el marqués de Montilla, se siente obligado a defender su integridad, lo que lo lleva a cometer un acto fatal. Esta representación puede interpretarse como una crítica a la rigidez de los valores establecidos para su época. En la obra Jovellanos muestra la presión social del honor mediante la voz del propio Torcuato, quien expone:
“El honor, que fue la única causa de mi delito, es, señor, la única disculpa que pudiera alegar; pero esta excepción no la aprecian las leyes” (Jovellanos, 1773, pág. 72).
Este fragmento revela el conflicto entre la moral interna del personaje y las normas legales, reflejando la complejidad del tratamiento del honor tanto en la literatura barroca como en la ilustrada. A lo largo de texto, la crítica a la justicia oficial se pone en evidencia la intransigencia del sistema judicial ante casos como el de Torcuato. Justo, el juez, reconoce la nobleza de las intenciones del protagonista, pero se ve obligado a aplicar la ley sin considerar las circunstancias personales. En una de sus participaciones, Justo reflexiona:
“Para un pueblo de filósofos sería buena la legislación que castigase con dureza al que admite un desafío… ¿será justa la ley que priva de la vida a un desdichado sólo porque piensa como sus iguales?” (Jovellanos, 1773, pág. 52).
Estas palabras reflejan la crítica del autor a un sistema legal que no se adapta a las realidades sociales y culturales de su tiempo. La obra plantea la necesidad de una legislación más flexible, comprensiva que considere las motivaciones y contextos individuales.
Más allá del honor, la obra plantea una crítica a las tensiones entre justicia formal y moralidad humana. El hecho de que Torcuato sea juzgado por su propio padre introduce un dilema ético: ¿debe el juez actuar con imparcialidad o dejarse guiar por el afecto filial?
Autores ilustrados como Voltaire (1759) explora en Cándido (pág. 200), también critican las instituciones jurídicas y sociales por su falta de humanidad y sentido común. Por su parte, Rousseau (1762) muestra en El contrato social (pág.15), sostiene que las leyes deben fundarse en la voluntad general y estar alineadas con la moral colectiva. Si bien Jovellanos no es tan radical, su obra sugiere que la justicia debe ser empática y comprensiva. En este sentido el protagonista Torcuato reflexiona:
“La justicia que no es humana no es justicia” (Jovellanos, 1773, pág. 89).
Esta afirmación subraya que las leyes estrictas pueden volverse injustas si no consideran las motivaciones personales y la verdadera esencia humana.
Un punto culminante en la revelación y el conflicto interno de la obra, ocurre cuando Torcuato descubre que el juez es su propio padre. Este conflicto entre el deber legal y el amor filial crea una paradoja moral que enriquece la trama. Jovellanos, además, explora la dificultad de conciliar el afecto con las obligaciones institucionales y convencionalismos de la sociedad. En este orden de ideas Torcuato expresa su comprensión del sistema judicial al decir:
“¡Ay, señor! las leyes son recientes y claras, y no dejan refugio alguno al que acepta un desafío” (Jovellanos, 1773, pág. 93).
Este fragmento refleja la aceptación resignada del protagonista ante una ley inflexible, lo que intensifica el conflicto dramático.
Gaspar, convencido por los ideales de la influencia de la Ilustración en la obra, utiliza El delincuente honrado para promover una reflexión crítica sobre las instituciones y valores establecidos. La obra aboga por una educación que fomente la razón y la virtud, en contraposición a las tradiciones irracionales que perpetúan la violencia y la injusticia. El personaje de Justo representa la voz de la razón ilustrada, buscando siempre la equidad y el entendimiento.
Al terminar la obra, el desenlace y la reflexión es la intervención del soberano que absuelve a Torcuato parece ofrecer una solución conciliadora, pero no responde plenamente a las cuestiones éticas planteadas. Jovellanos no propone una respuesta definitiva, sino que invita al espectador a reflexionar sobre la naturaleza de la justicia. En palabras de Torcuato plantea:
“El verdadero honor reside en la virtud, no en la venganza” (Jovellanos, 1773, pág. 104). Esta frase resume el mensaje central de la obra: el verdadero honor es ético, no violento.
En conclusión, El delincuente honrado de Jovellanos plantea una reflexión profunda sobre la justicia, el honor y la ética. Constituye una de las expresiones más representativas del espíritu ilustrado en la dramaturgia española del siglo XVIII. A través de la figura de Don Torcuato, Jovellanos denuncia la rigidez de un sistema judicial que ignora las motivaciones éticas y personales del individuo. La obra no solo expone la injusticia de una legislación inflexible, sino que propone una reflexión sobre el valor del honor, la moralidad y la justicia auténtica.
Los personajes, desde el imparcial Don Justo hasta la compasiva Doña Laura y el leal Don Anselmo, encarnan las diversas posturas frente al dilema legal y moral. En esta obra la
estructura dramática se convierte en una herramienta crítica que invita al espectador no asumir una verdad absoluta, sino a problematizar la aplicación del derecho sin equidad.
Las interrogantes que propone siguen vigentes: ¿deben las leyes considerar las motivaciones personales? ¿Es la justicia meramente legal o también debe ser moral? ¿Qué lugar ocupa el honor en las decisiones humanas?
Referencias
Jovellanos, G. M. de. (1773). El delincuente honrado.
Rousseau, J.-J. (1762). El contrato social. (Trad. M. Giner). Alianza Editorial.
Voltaire. (2021). Cándido, o el optimismo (M. Armiño, Trad.). Ediciones Akal. (Trabajo original publicado en 1759) casadellibro+5Buscalibre+5Marcial Pons+5
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La autora del artículo es bibliotecaria y estudiante de la Licenciatura en Lenguas Modernas en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
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