«Me extiendo en imágenes/en contornos/ y me sorprendo/ tratando de alcanzarme».   CPV.

Considero que el talento o la capacidad de crear como condición natural de la raza humana no tiene sexo. Aunque cada quien escribe o inventa a partir de su particularidad singular. Sin embargo, existe un hecho histórico de marginalidad sobre el ser femenino, desde las religiones más antiguas hasta el accionar político y social. Pero la mujer ha demostrado a través de la historia de la humanidad que es fantástica y única, incluyendo su genial condición de procrear. En el transcurrir tenebroso del tiempo, la mujer ha sido la primera luz de la existencia humana, desde Lucy hasta nuestros días.

Algunos hasta han querido ignorar y olvidar que, en el maravilloso universo de la poesía, la primera de la humanidad fue mujer: Enheduanna, quien vivió en Mesopotamia en el siglo 2,300 antes de la Era Cristiana, hija del rey Sargón I de Acad, quien realizó poesía de carácter religioso y prosa, pero también fue una gran sacerdotisa y dirigió la ciudad más importante de Sumeria. Otro digno ejemplo fue la poetisa griega Safo de Lesbos (c. 620-570 a. C.), admirada y respetada en toda Grecia por su poesía amatoria y erótica.  Qué sería de México sin la poesía mística de Sor Juana Inés de la Cruz, igual que nuestro país sin la poeta de la patria, Salomé Ureña de Henríquez. Cada pueblo del mundo tiene la suya, la cual debe ovacionar en la historia de su literatura.

El fenómeno de la marginalidad también se reproduce dentro de un mismo territorio. Nuestra inmensa Aída Cartagena Portalatín (1918-1994), pese haber nacido en la pequeña provincia de Moca, por su calidad, tuvo que imponerse, en un país dominado mayormente por hombres poetas, y se convirtió en la mejor del siglo XX de la República Dominicana, con su paradigmático poema Una mujer está sola: «Una mujer está sola. /Sola con su estatura.  Con los ojos abiertos/.   Con los brazos abiertos. /Con el corazón abierto como un silencio ancho.  Espera en la desesperada y desesperante noche/ sin perder la esperanza.  Piensa que está en el bajel almirante/ con la luz más triste de la creación/.  Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte/ en fuga acelerada ante los ojos del amor». (Fragmento).

He realizado este paréntesis para referirme a la de Carmen Pérez Valerio, quien navega desde su experiencia femenina por una profunda poesía cotidiana y urbana. Anteriormente lo había hecho en Santiago de los Caballeros, Ruth Acosta, con su poemario El arte de barrer (1992), aunque cada poeta tiene sus propias particularidades que lo hacen diferente de los demás.

Carmen Pérez Valerio, la conozco desde hace más de tres décadas, cuando en los años 90 un grupo de jóvenes aspirantes a poetas formamos el Círculo de Escritores de Santiago, con el fin de editar nuestros primeros libros, en virtud de las dificultades y carencias que teníamos para hacerlo. La realidad era tan cruel que a Puro Tejada se le ocurrió nombrarlo Ediciones Imposibles. Comenzamos a realizar Sancocho con Arte, en Casa de Arte, entre otras actividades.

Ella nos ayudó en la diagramación para que eso fuera posible.  Comencé a conocer su poesía cuando me propuse realizar La poesía contemporánea de Santiago (1977-2005), siendo hasta la fecha la primera antología que se ha elaborado. La publicación se hizo en Ediciones Ferilibro (2005), gracias a la generosidad de José Rafael Lantigua, en el marco de la Feria Regional del Libro de Santiago.

 Con ese propósito, me puse a leer su poesía, de su libro Rumor cotidiano (2003). Desde la publicación de esta obra, Carmen empezó a mostrarnos su talento. Con una poesía que revela con hondura su transcurrir por la cotidianidad de su querida «Ciudad Corazón», y con una espléndida contemplación reflexiva sin rebuscamiento retórico. Cargada y llevada por un aliento estéticometafóricosimbólico y universal, dejando atrás la poesía de una cotidianidad simplona y sin recursos poéticos, para trascender sus limitaciones y pensar en los grandes temas que la embisten:

«Sola
lejos de mí
bebo el azul amanecido
la intensidad de calles
entrecruzadas
Vivo y pienso
discurso y muero
Cualquier lugar
es un refugio distante
cobijo del fuego inquieto
en duelo con la brisa». (Lejos de mí, pág. 214).

La poeta utiliza el rumor del día a día, se cubre de la soledad del vacío que la embarga, para reflexionar sobre su tránsito existencial y así refugiarse en la luz fugaz de la vida, que camina hacia la muerte inevitable, «entre dos cuencas de llanto»:

«Oh barro que me acoges
qué extraño vínculo nos une
a veces me siento profunda en ti y otras
lanzada al vacío de tu soledad
Oh manantial
que late en mi sangre
no sé si me recorres
o si deambulo
por senderos de olvido
Todo nace en ti
y todo muere
en este latir constante
en esta quietud inquieta de la tarde
en la incertidumbre de un amanecer
que no sabemos si llegará
Oh extraño juego de la memoria
que muere cada día
que crece desde sus entrañas
y desciende por su cabellera verde
tras la huella de pasos borrados
En algún lugar me habitas y te hábito
Dispersa
Diluida
descendiendo por tus abismos
o navegando el azul
entre dos cuencas de llanto».
(Senderos de olvido, págs. 214-215).

Carmen es una poeta intensa que brilla en cada verso y cuida cada palabra en la justa dimensión de lo poético, como lo dice en su primer poema: «azul amanecido» en un «fuego inquieto», en el «duelo con la brisa». En el segundo, existe un aliento religioso y místico, adhiriéndose al refugio de Dios, pero cuando no siente su presencia espiritualmente, entonces es «lanzada al vacío», a la «incertidumbre de un amanecer/ que no sabemos si llegará».

Antes   eran nombradas poetisas, pero ahora también se les llama poetas igual que los hombres.  Hay que reivindicar a las mujeres que se han hecho de la poesía un oficio de la palabra. En todo el país hay buenas; sin embargo, las que viven en las provincias han sido más marginadas por la crítica tradicional. A pesar de su calidad literaria, Carmen Pérez Valerio es un ejemplo destacable de las poetas que deben ser más reconocidas en nuestro parnaso nacional. Este trabajo y otros que vendrán serán nuestra misión, por una razón fundamental, porque algunas de ellas tienen mérito para eso y deben ser visibilizadas, en muchos casos también son mejores que muchas de las que pululan en la capital de la República Dominicana.

Su obra poética no anda sucumbida en la angustia sentimental de lo amatorio ni en lamentaciones personales. Es todo lo contrario; transita ungida en los temas atemporales o universales, haciendo posible que la poesía recupere y resuene más allá de la cotidianidad que la retiene, en un ente de un espacio-tiempo predestinado por las circunstancias existenciales. Como leyente, me sumerjo en la profundidad de su canto vital y necesario, donde su voz poética me estremece y me convida a pensar desde la hondura de su reflexión poetizante.

Cuando ella toca la cotidianidad, la trasciende más allá de sus referentes limitativos, para llevarnos a una realidad más sublime y perdurable. Carmen Pérez Valerio, aunque algunas veces transita por el Interiorismo, su verdadero compromiso es con la diosa suprema de la buena poesía, a través del uso de sus múltiples recursos poéticos, tales como una hermosa refinación expresiva llena de metáforasimágenes expresiones líricas.

Como muestra de lo que digo, aquí les dejo esta poesía breve, para que la noche se engrandezca más allá de la penumbra que la habita y la abruma:

Esta noche envejece
hacia el día que la muerte
hacia el amparo del musgo
que la abruma

Esta noche
es otra noche que se abre
a lo oscuro de su forma
rasgando con sus raíces
desquebrajada en aliento y ceniza
Esta noche se multiplica hasta mi orilla
Madura de penumbra. (Madura de penumbra, págs. 215-216).

Hay otro poema que no puedo dejar de mencionar porque es una revelación de cómo asume la poesía nuestra autora, Carmen Pérez Valero, donde narra su vocación y su impronta ante la sombrilla de la realidad que vive en ella, pero que su escritura la salva de los horrores y las sombras del diario vivir:

El día se agota
entre papeles
en el aire acondicionado de la oficina
que añora el sueño tras los cristales
Y de un nuevo
La extraña costumbre de las pupilas
Buscando correr hacia esa otra verdad
de edificio y calle
de tierra y mar
A lo lejos
montañas erguidas
firmes
esperando que la ciudad las alcance
las bese
las devore
El mar
duro y azul nace en este escritorio
y me baña
me reclama ese otro mar que no conozco
y vive en algún lugar de la memoria
danzando el dueño hacia la orilla.
(Entre papeles, págs. 219-220).

En estos poemas que tuve la suerte de antologar, solo hay una pequeña muestra de su capacidad creativa. Incluso me entregó uno que era inédito, titulado Poemas a la muerte enamorada, del cual coloqué un fragmento que merece un comentario aparte, pero que ahora no puedo realizar por problema de espacio. Sus cuatro primeras líneas empiezan así: I) «La noche acontece atravesando causes/ en la fuga sedienta de la llama/ esperanza ciega que aletea la brasa/ esqueleto que regresa en residuos de sombra». (Pág. 221). ¡Que viva la poesía, que es lo único que el mercado no ha podido prostituir!

EN ESTA NOTA

Enegildo Peña

Poeta

Enegildo Peña nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Es poeta, escritor, antólogo, periodista, gestor y especialista cultural. Licenciado en Comunicación Social mención Periodismo, Universidad Autónomo de Santo Domingo (UASD). Realizó un Postgrado en Gestión Cultural, conjuntamente con los ministerios de cultura de Cuba y República Dominicana, igualmente concluyó sus estudios de Maestría en Lingüística Aplicada en la Enseñanza del Español.

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