Salta la música de los labios a los ojos, llanura, campo verde, árbol lacio los cabellos. Perfume suavísimo, música los senos.

Guitarra las caderas, maizal, espuma de oro, delicadísima dulzura el sexo. Se esconde la luz en la música desnuda.

Cuerpo sonoro. Cuerpo de Dios.

Sonata en sol, desde las piernas a los cabellos. Salta la música de los labios a los senos.

Orfeo, reconocido como padre de la música y la poesía, mito y cosmogonía, pierde a su mujer, Eurídice, arrebatada por los poderes infernales, y baja a los infiernos. Desde allí canta para resucitarla, para volverla carne. Encarnación del Verbo hecho música, cuerpo sonoro.

“Ay, si yo supiera para quién toco…”, escribe Rilke, poeta alemán continuador de la tradición de los órficos, tradición cuya iniciación es volver alma cuerpo y al cuerpo música.

“Podría murmurar como el arroyo, pude atisbar sus niños muertos, gustar de oír el tono que da mi astro interior”. Verso órfico es la música que vuelve vida la muerte, por el hechizo de la música y el canto.

“Si las muchachas ya idas me escuchan musitando el viento de la tarde…”. Escalas de Jacob son las escalas de la música, por donde suben y bajan ángeles y demonios, vivos y muertos, creían y creen los poetas y los músicos iniciados en los misterios órficos.

“Si yo a uno, que estaba airado, rozo quedo a través del pelo de los muertos… Pues ¿qué fuera la música, si no es remontarse más allá de las cosas?”

Este poema, escrito por Rilke para Lucie Simon y su relación con la música de Lucien y el recuerdo de dos muchachas muertas, su hermana y su amiga. Enviado con Las elegías y los Sonetos a Orfeo, este poema, escrito el día anterior antes de enviarlo para Lucien Simon, violinista y pedagoga musical, contiene notas al margen donde Rilke se describe como un iniciado en los misterios órficos, ya que pretende resucitar muertos con la música de su poesía. Volver la carne espíritu, es decir, hacerlo música, cuerpo sonoro, para que viva por siempre dentro de la melodía del poema.

La música nace cuando el grito modula en tonalidades, cuando se somete al tiempo y al número, de lo que hablaban los pitagóricos.

Mousiké: unión de la música, la filosofía y los números. Música y filosofía en Pitágoras, llave del ser, templo del oído, semejanzas y diferencias de los órficos, intervalos, acordes, melodías y escalas, para subir al cielo o bajar a los infiernos.

Espíritu hecho carne, cuerpo sonoro, cuerpo glorioso, reino del misterio, cuerpo gozoso.

El grito de Orfeo debió de sonar en las notas fundamentales de la voz humana, número sagrado del canto.

Es la música el vagido de lo que quiere nacer, porque ya ha llegado a su precisión.
A la música llega, de una parte, todo lo que tiene futuro y está al nacer.

“Todo nacimiento se anuncia por una música y por una música se anuncia todo final. La música, nacida antes del tiempo, en un abismo de no ser, es el principio y fin”, escribe María Zambrano en el prólogo de su libro El hombre y lo divino.

Cuerpo sonoro la música, carne del misterio, como intuye Rilke en el citado poema, en donde revela lo que esconde, antiguo iniciado de los cantos órficos:

“Ella, cierto, sin saberlo, se mueve donde el transformarse nos interrumpe. Será bien que los amigos nos oigan, pero no están ellos tan sosegados como los otros, a los que no vemos: sintiendo más hondo un canto de vida.

Ella se mueve entre lo que flota y desaparece y se extingue cuando el tono se extinga.

Lo que el espíritu gana del caos en un momento dado se hace vivo. El río que no cesa, aun cuando sea solo pensamiento, se mezcla al vasto río de la sangre, el río que no cesa.

Y ese sentimiento: ¿dónde está su orilla? Y lo que puro espacio se produce, un grano más de peso o ligereza, puede mover mundos, desviar estrellas.”

Confesión y fe del poeta Rilke de ser iniciado a los misterios órficos.

Altísima la música, se vuelve carne, retorno de Eurídice en todas las mujeres que besas y te besan:

Sonata en sol, desde las piernas a los cabellos.
Salta la música de los labios a los senos.

Música hecha carne. Misterio gozoso. Encarnación del espíritu. Misterio órfico. Cuerpo sonoro.

Ángel Concepción Lajara (Yeyé)

Escritor y crítico

Escritor, teatrista, crítico de arte.

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