I 

Hace poco leí un libro diminuto que, para mi sorpresa, contiene el cuento más breve de la literatura dominicana. Es un libro de cuentos, o, más bien, de microcuentos. Está escrito en un español dominicano que raya en la oralidad. Lo define la brevedad, el humor negro, la ironía, el absurdo, el sarcasmo, lo macabro, la sorpresa y lo lúdico. Se titula Esmol (2023) —o, mejor dicho, esmol, pues así está en el colofón— y su autor es Luis Córdova. Treintaitrés piezas lo integran; entre ellas: una no responde, en especial por su extensión, a los parámetros de la minificción (Solamente olfatear); algunas remiten, acaso, a figuras reales de las letras hispanoamericanas (El tren del Maestro) o de la política dominicana (El Rey Tuerto); dos de ellas no son malas (Jaulario, Simplemente pescar); cuatro son magistrales (Lista negra, Mi destino y Margot, Kiss me, De la Mafia y otras religiones adyacentes); dos son de marcado corte humorístico (Quico El Mago, El canal de las estrellas); y una es genial (Eutanasia). Esta última es, con creces, la pieza suprema del libro; incluso, es la obra cumbre de Córdova, la cual pone un punto de inflexión en la historia de la literatura dominicana, pues, que yo sepa, es el cuento más breve de la tradición dominicana y uno de los más breves de la literatura universal.  

Resulta sorprendente que la publicación de una pieza de la envergadura de Eutanasia haya pasado desapercibida ante la intelectualidad dominicana. O tal vez no sea tan sorprendente, pues el actual oficialismo literario dominicano es de un carácter cerrado que, salvo contadas excepciones, es tendente a excluir los valores literarios emergentes. O tal vez no sea ese el móvil de la escasa recepción de Eutanasia, sino su condición de pieza atípica, pues la literatura, cuando es arte, se mueve a paso de tortuga y su camino está minado de espinas más que de rosas, y, por tanto, quien no esté dispuesto a recorrerlo descalzo, debe entonces tomar otra ruta. Cervantes y Shakespeare, por ejemplo, fueron vistos en vida como autores menores y no fue sino dos siglos después que los méritos de ambos fueron elevados al sitial que ocupan en la actualidad. Y así, como éstos, hay numerosos ejemplos en la literatura.  

Pero la notable calidad artística y el extraordinario poder de síntesis que Córdova despliega en Eutanasia, no admiten discusión. Es una pieza altamente sugerente y de una escritura concisa y precisa, en la que nada sobra ni nada falta. En ella lo más importante no está explícito sino implícito, puesto que lo que calla es más relevante que lo que dice. Y sin embargo, lo que cuenta es fundamental para indagar lo que oculta. De ahí que, ante lectores despistados, su valor literario puede resultar imperceptible, soslayable y cuestionable. Sí, puede parecer una pieza inofensiva y baladí. Mas es sumisa y minúscula sólo en apariencia, mientras que, en esencia, es irreverente y descomunal. Su silencio actual sólo demuestra que está sumida en un sueño profundo, o acaso esté echando una siesta, pero, más tarde o más temprano, despertará y su grandeza será tomada en cuenta y debidamente valorada, puesto que es una pieza formidable que está llamada a ocupar un puesto de preferencia en la literatura dominicana. 

II 

No cabe duda de que El dinosaurio, de Monterroso, es el relato brevísimo más significativo de la historia universal de las letras. Durante años estuvo considerado como el cuento más corto del mundo, puesto que únicamente tiene siete palabras ("Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"). Ningún microrrelato lo supera en calidad literaria, pues es una obra maestra absoluta. Sin embargo, desde el punto de vista de la brevedad, ya ha sido superado. Por ejemplo: El emigrante, de Luis Felipe Lomelí, tiene cuatro palabras ("-¿Olvida usted algo? -Ojalá".); Epitafio de Borges, de Marcial Fernández, también tiene cuatro ("Aquí yace el otro".); Autobiografía, de Aloé Azid, tiene una ("Yo."); Luis XIV, de Juan Pedro Aparicio, también tiene una ("Yo."); e incluso, hay otros que son más osados y extremos, como Epitafio para un microrrelatista, de Marcelo Gobbo, que no incluye palabras sino un punto, o como El fantasma, de Guillermo Samperio, cuyo contenido es la página en blanco. Pero a este famosísimo grupo internacional de ficciones hiperbreves merece sumarse Eutanasia, de Córdova, pues su valor artístico es indudable y su contenido tiene apenas tres palabras, que son las siguientes: "-¡Dame un cigarrillo!". 

En el ámbito internacional, hay otros microrrelatos de enormísima brevedad. Por ejemplo, el que ha sido atribuido a Hemingway, cuyo contenido es: "Vendo zapatos de bebé, sin usar". Inclusive, es célebre la leyenda que gira en torno a su invención, pues se ha dicho en múltiples ocasiones que Hemingway lo escribió en una servilleta —mientras bebía en una taberna— para demostrar ante un grupo de intelectuales escépticos que era posible escribir con calidad literaria un relato de poquísimas palabras. Asimismo, Luisa Valenzuela escribió uno brevísimo, pero con un título muy largo, o sea, el titulado El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde, cuyo contenido es de dos palabras (“Que bueno") y no tiene tilde ni signos de exclamación. En la literatura dominicana, Fari Rosario escribió, no sin acierto, El mensajero de la peste, que tiene cinco palabras ("Vendo perros ciegos, sin amansar") y que, en la forma y la estructura, presenta influencia del microrrelato atribuido a Hemingway. Sin duda, en los países de habla hispana existen otros microrrelatos cuya extensión es menor a cinco palabras, pero en República Dominicana únicamente está, que yo sepa, Eutanasia, lo cual no es poco decir, tanto más cuanto que en otras literaturas no es frecuente la publicación de ejemplos análogos a estas piezas.  

III 

La eutanasia ha sido objeto de controversias, en especial por motivos religiosos, éticos y morales. De ahí que, legalmente, esté permitida en muy pocos países. En Hispanoamérica, por ejemplo, países como Ecuador y Colombia la permiten. Sin embargo, en la legislación dominicana no está contemplada. La Constitución, en su artículo 37, la prohíbe de forma implícita. Pero, dado que los cuentos de Córdova suelen transcurrir en suelo dominicano, se colige que la acción de Eutanasia transcurre en el país. Es lo más lógico. Pero, en realidad, importa poco el lugar en el que ocurre, pues su geografía sin fronteras adquiere dimensión universal y, por ende, puede suceder tanto en República Dominicana como en cualquier otro país. Además, es un universo ficticio, como el de toda ficción, y no necesariamente tiene que ceñirse a la realidad.  

Esta portentosa pieza, de apenas tres palabras, es de lectura interminable y, en consecuencia, admite múltiples interpretaciones. No obstante, para asimilarla mejor, conviene conocer previamente cuatro puntos básicos: 1) tomar en cuenta el significado de la palabra que funge de título; 2) los signos de exclamación que contiene la expresión del diálogo son de un tono imperativo o de mando; 3) sólo un enfermo incurable puede legalmente solicitar la eutanasia; y 4) sólo un profesional médico puede practicarla. Entonces, se colige lo siguiente: a) hay al menos dos personajes: el remitente y el emisor, es decir, el paciente y el médico; b) el paciente es presa de dolores insoportables y padece una enfermedad incurable y terminal; c) el paciente está enfermo de un grave cáncer oral o pulmonar; d) desesperado, el paciente exclama y ordena la entrega de un cigarrillo que funge de analgésico, es decir, solicita la eutanasia; e) el médico está obligado a cumplir la solicitud de la eutanasia, o sea, en este caso entrega el cigarrillo; y f) el enfermo se siente mejor al fumar el cigarrillo que le facilita el médico, mas, paulatinamente, morirá antes del tiempo prescrito. 

Asimismo, conviene recalcar que existen varios tipos de eutanasia; pero sólo tres encuadran con la obra de Córdova, a saber; la eutanasia voluntaria, que es cuando el enfermo la solicita por voluntad propia; la eutanasia pasiva, que es cuando el paciente se niega a los tratamientos y cuidados médicos; y la eutanasia indirecta, que es cuando el enfermo opta por un analgésico —o lo que fuere— con el fin de aplacar el dolor a cambio de agravar la enfermedad y acortar el tiempo de vida. En Eutanasia se dan los tres casos. Por ejemplo: es voluntaria, porque el paciente solicita la eutanasia por decisión propia; pasiva, porque el paciente no cumple con los protocolos de cuidado médico y opta por fumar, a pesar de que agravaría su condición médica; e indirecta, porque el paciente le ordena al médico la entrega del analgésico que apaciguaría sus dolores y precipitaría su muerte, es decir, pide fumar un cigarrillo.  

IV 

La abstinencia de un fumador de cigarrillos ocasiona estrés, nerviosismo, malestar general y un mayor deseo de fumar. En dicha situación, fumar es, para el fumador, el mayor de los éxtasis. De ahí que el personaje de Córdova pida un cigarrillo en estado de abstinencia (se colige por los signos de exclamación de las tres palabras del contenido), pero con la diferencia de que lo hace en el momento en que tiene una enfermedad incurable y terminal (se colige por el título).  

Existen obras en las que —semejante a Eutanasia— el cigarrillo está tan presente, que incluso se convierte en un personaje de carne y hueso, como en La conciencia de Zeno, de Svevo, una novela en la que Zeno Cosini parece darle más importancia al hábito de fumar cigarrillos que a su propia vida; o como en Solo para fumadores, de Ribeyro, un libro de cuentos autobiográficos, en el cual los personajes preferirían la muerte a dejar de fumar cigarrillos; o como en la obra de Onetti, cuyos personajes fuman una y otra vez y parecen dar más importancia a los cigarrillos que a los alimentos. 

La lectura de Eutanasia me recuerda los pesares de estos tres autores. Verbigracia, el propio Svevo era un fumador tan empedernido que, ya agonizando, a causa de un terrible cáncer, su última palabra fue pedir un cigarrillo, el cual, se dice, le fue negado. Ribeyro, por su parte, padeció un cáncer de estómago que obligó a los médicos prohibirle el consumo de cigarrillo, pero siguió fumando hasta su muerte. Y a Onetti le fue diagnosticado un inicio de cáncer pulmonar, producto, acaso, del excesivo consumo de cigarrillo, pero al menos dejó de fumar cinco años antes de morir. También, me recuerda a la muerte Freud. 

V 

Un único texto puede a veces consagrar a un autor, o puede pasar a la posteridad y ensombrecer el resto de sus obras. Ahí están, por ejemplo: El dinosaurio, de Monterroso; Frankenstein, de Shelley; El hombre que parecía un caballo, de Arévalo Martínez; o Yelidá, de Hernández Franco. De igual modo, creo firmemente que Eutanasia tiene este tipo de características; por supuesto, no afirmo que en algún momento sucederá algo así con dicha pieza, pues nada sabemos sobre el futuro, mas si ocurriera, y yo lo presencio, no me sorprendería. Sin embargo, Córdova ha escrito otros trabajos válidos, como No le temas a la noche, que me parece un cuento bueno, y el microrrelato Lista negra, que es una pieza de antología y el segundo mejor trabajo de los incluidos en Esmol. 

Casi siempre vemos en Córdova a un escritor de prosa poética y de corte humorístico, lo cual le otorga cierta distinción en la región. Y sin embargo, no creo errar cuando afirmo que Eutanasia es su opus magnum. Sí, lo es, y no pienso cambiar de criterio, al menos no con facilidad, puesto que escribo con fidelidad a lo que pienso y con indiferencia ante la risa de los superficiales y el espanto de los pusilánimes, los cuales —extremadamente enfocados en el qué dirán— suponen que externar ideas no estereotipadas es hacer el ridículo. No tengo dudas de que Eutanasia es un texto único en la literatura dominicana, que, por su extremada concisión y su atipicidad, posee los méritos para ser El dinosaurio de las letras dominicanas y ha de sobrevivir por encima de ignorancias, despropósitos y desdenes.        

José Agustín Grullón

Abogado y escritor

José Agustín Grullón Nació en La Vega, República Dominicana, pero reside en Santiago de los Caballeros desde hace más de una década. Es licenciado en Derecho por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) y agrimensor por la Universidad Abierta para Adultos (UAPA). Cursa además un postgrado en Legislación de Tierras. Ha cursado algunos diplomados sobre Derecho Inmobiliario, Bienes Raíces, Topografía y Derecho Sucesoral. Como escritor ha publicado el libro de cuentos Las ironías del destino (2010).

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