Hace poco, el ministro de Cultura, Roberto Ángel Salcedo, lanzó no una campaña, sino algo mayor: una cruzada y con un enfoque que urge alcanzar: el retorno a las buenas maneras, a las interacciones constructivas, al cultivo de la comunicación poderosa: al poder de las buenas palabras.
Es tiempo de asumir esa impostergable tarea.
Las palabras tienen poder. Parecen leves, ingrávidas, simple burbuja sonora, pompas de jabón verbales, pero no: pueden ser puentes o muros, látigo o bálsamo, luz de esperanza o abismo. Y no solo importan en relación con los otros. El poder de las buenas palabras empieza no con lo que decimos a los demás, sino en cómo nos tratamos y nos hablamos a nosotros mismos, en el poder del diálogo interior, en nuestra actitud hacia nosotros que en muchos aspectos predice nuestra actitud hacia los demás.
El espectro de alcance de esta iniciativa incluye los medios de comunicación, las letras de las canciones, los posts y reels, todas las formas en que nos expresamos y comunicamos. En palabras del ministro Roberto Ángel Salcedo:
“El objetivo es fortalecer la calidad del lenguaje tanto en los medios de comunicación y redes sociales como en cualquier espacio público donde interactuamos, además de fomentar el respeto mutuo y convertir las palabras en una herramienta clave para el desarrollo cultural, social y económico”.
Los ejes de la cruzada
Hay cuatro ejes sobre los que se articula esta crucial iniciativa para restablecer la concordia desde la expresión y la intención constructiva y cordial:
Promover
Que incluye la práctica, el modelado, el ejemplo y la sana recomendación del lenguaje positivo, respetuoso e inspirador.
Significa convertirnos de manera deliberada y entusiasta en practicantes y promotores de las maneras afables, constructivas, decentes y estimulantes de la comunicación interpersonal y social que crea vínculos, genera entendimiento y concita la cooperación y la armonía.
No es un discurso hueco, sino algo que hacemos y modelamos en todas nuestras interacciones (y que comienza en ser afables, constructivos e inspiradores con el propio diálogo interno, en ser amables con nosotros mismos, porque ello crea el clima interior adecuado para interacciones externas positivas).
Desafiar
A los modelos agresivos, desconsiderados y descalificantes de interacción que intentan imponerse y desnaturalizar el objetivo de toda comunicación, que es crear puentes de entendimiento y creación de consensos, construyendo sobre lo que nos acerca y respetando en lo que discrepamos.
Las maneras groseras, agresivas, la violencia verbal y el empleo de la palabra como garrote o puñalada artera representan una amenaza a a la sana convivencia.
Reforzar
Al fortalecer las maneras constructivas y positivas de expresión y relación, la cruzada por el poder de las buenas palabras refuerza nuestra natural manera de ser como dominicanos. Si algo destacan quienes nos visitan es nuestra alegría, nuestra actitud de servicio y nuestra bondad intrínseca. Esos valores están siendo atacados y minados por las maneras agresivas, descalificantes y abiertamente insanas de expresión e interacción. Al recuperar las maneras positivas y constructivas de expresión e interacción, reforzamos nuestra identidad como comunidad y nación cordiales, amistosas y alegres, uno de nuestros capitales comportamentales más valiosos.
Establecer
¿Qué estableceremos? Una cultura de paz, de convivencia, de respeto y de armonizar intereses y propósitos. Una cultura de tolerancia.
El enfoque está orientado a ese propósito: establecer una cultura de consenso, respeto y aceptación. Tras esa meta va la iniciativa sobre el poder de las buenas palabras. Es motivador. Entusiasma. Y nos llena de ánimo.
El poder de la intención
Y las buenas palabras nos llevan a su predecesor: el poder de la intención.
La actuación impulsiva, irreflexiva y emocional puede llevarnos a expresiones destempladas, hirientes o innecesariamente desconsideradas. Ese tipo de conducta (o inconducta) refleja falta de dominio emocional, de madurez y cordura. Simplemente dejamos que el fuego de la emoción queme nuestro buen juicio y convertimos nuestra boca en una ametralladora que tirotea los afectos y aniquila relaciones. Y son heridas irrestañables en muchas ocasiones.
Hablar desde la intención
¿Qué queremos lograr cuando decimos lo que decimos? Esa pregunta, que es clave en comunicación estratégica, la reacción que queremos alcanzar, el resultado que buscamos obtener es fundamental para modular la expresión. Si sé qué quiero lograr como reacción y comportamiento derivado, entonces puedo escoger el repertorio verbal y paraverbal, los términos, los tonos, las maneras que puedan acercarme a esa reacción y a ese resultado.
En toda comunicación hay siempre una intencionalidad, latente o expresa, consciente o inconsciente. Y esa intención tiene un propósito.
Al promover la vuelta hacia las maneras amables de hablar y tratar a los demás (empezando siempre por ese “demás” que somos nosotros mismos, a quien en muchas ocasiones descalificamos, maltratamos y golpeamos sin misericordia), promovemos que se desactiven las maneras, los términos, las mechas incendiarias que inducen y detonan conflictos y tragedias.
El mismo ministro expresa: “No hay que generar una distorsión en el lenguaje: usted no tiene que levantar una calumnia o tergiversar las cosas, descomponer el lenguaje convirtiéndolo en soez, abusivo, agresivo y violento, por el simple hecho de ganar algunos seguidores, o usted monetizar un video y darle un carácter viral. Entonces, yo creo que debemos aterrizar esa discusión, y tiene que ser con el concurso de todos los sectores, porque la sociedad dominicana la componemos todos,”
Es mucho más que lo que normalmente se denomina “comunicación no violenta”. La contiene y la trasciende. Ese es el poder de esta cruzada.
De buenas palabras a buenas acciones
¿A qué nos lleva incorporar la práctica de emplear las buenas palabras en nuestra conducta diaria? A entornos respirables, a reducir la toxicidad en las relaciones y en los ambientes laborales, familiares y sociales, a cultivar la empatía y la buena voluntad, a ser tolerantes y flexibles y a, sin dudas, propiciar una mayor salud mental.
Porque las palabras nacen y florecen en las mentes.
Y están preñadas no solo de sentido, también de emoción.
El componente emocional de las palabras es alto. Y ese componente, que en términos del lenguaje se puede llamar “resonancia” o “connotación”, nunca es neutro, siempre es de signo negativo o positivo. Lo que difiere aquí es el grado en que lo es, que varía de hablante a hablante.
Todos tenemos algo que aportar y esto se construye entre todos
Una cruzada es eso: una acción continua, involucrante, en oleadas, perseverante, en que vamos reuniendo voluntades, acopiando conciencias, articulando respuestas, sumando ciudadanos e instituciones, al proceso de producir el cambio que buscamos.
A todos nos conviene.
Y todos podemos aportar.
El cambio comienza con uno. Es el Poder de Uno, la decisión personal de incorporar las buenas prácticas de comunicación: el respeto, la decencia, la empatía, la cordialidad y el mensaje constructivo y armonizante.
Hago hincapié en que, si queremos que ese cambio se dé hacia afuera, conviene que empecemos por hacer un cambio en el tono y las maneras en que nos tratamos a nosotros mismos, en nuestro diálogo interno.
Muchas veces somos extremadamente duros con nosotros. Y eso luego crea un clima irritado que se transmite hacia afuera.
Por igual, en cada interacción, aprender a aplicar una pausa de cinco segundos antes de responder y, luego, hacerlo desde el interés de encontrar una vía de construcción de consenso y de acuerdo, insistiendo en lo que nos une y no en lo que nos divide. Siempre en un tono y con palabras y expresiones que transmitan el reconocimiento, el respeto, la buena voluntad y el interés de construir y encontrar juntos soluciones mutuamente beneficiosas.
El llamamiento hacia la incorporación a esta iniciativa fue abierto tanto a los ciudadanos como a las instituciones, empresas, líderes de opinión, artistas, medios y todos los que entiendan que un cambio en el tono, las maneras y las palabras adecentaría más y haría más satisfactoria la mutua convivencia.
Todos somos necesarios.
Todos podemos aportar y contribuir.
Tiempo de hacer el cambio hacia las buenas palabras
El giro hacia comportamientos más empáticos, hacia la cordialidad, el trato comprensivo, la expresión cálida y amigable, el tono afable y amistoso, es algo que todos podemos hacer. Y con lo que haremos una contribución al cambio en el ambiente social.
Hay un poder terapéutico en el uso que hacemos del lenguaje constructivo y positivo. El propio ministro, en una entrevista, destacó que “con buenas palabras podemos sanar, construir, lograr cercanía, empatía, se pueden desarrollar acciones conjuntas; es decir, las buenas palabras tienen un poder muy significativo, y de ahí surge la iniciativa del Ministerio de Cultura,”
Desde nuestros ámbitos, con pequeñas acciones, pequeñas interacciones, donde impere el decir cortés, afable y grato, orientado a construir puentes de entendimiento y mutua aceptación, iremos, porque podemos, creando un terreno propicio al cambio, a la convivencia y a la paz.
Los humanos podemos enfrentarnos y pelear o unirnos y construir. Tenemos opciones. Hemos sido y somos testigos de lo que ambas opciones producen. Vemos a diario noticias de la conflagración y el antagonismo, y también de la colaboración y la suma de esfuerzos. Sin dudas, este llamado que, desde el ministerio de Cultura y en palabras del propio ministro se hace, nos convoca en el camino más fructífero y precioso: el de la armonía, la cooperación y la paz. Es tiempo de asumirlo.
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