Los fantasmas son invisibles, pero la poesía nos permite verlos. Poesía rima doblemente con epifanía: es sonido, es sentido. De manera que gracias a la poesía dibujamos los fantasmas -buenos y malos- que habitan dentro de cada uno.

¿Cuáles son los mejores dibujos de Albergue de fantasmas, de Ibeth Guzmán? Esta pregunta siempre tendrá una respuesta -por suerte- muy personal. Cada lector tendrá la libertad de realizar su escogencia, o simplemente de no hacerla. El arte no quiere saber de tiranías.

El acto de escoger o de no escoger-artísticamente hablando- no es ajeno al antojo, al capricho. Tiene una veta casi siempre inexplicable que suele rayar un poco en lo irracional o en una razón diferente.

Nos buscamos mientras leemos (leer tiene cierta dosis de egoísmo). ¿Acaso no encontramos un fantasma de nuestra niñez cuando decimos: el mar enojado por el cielo robarle el azul?

Cada página contiene la posibilidad o la imposibilidad de un encuentro, de una revelación, que se manifiesta en un verso o en un texto completo.

¿Cuántos fantasmas se nos dibujan cuando leemos Cementerio?

Alambrada de huesos sin dolientes.

Ruta hacia la ceniza.

Portal hacia lo que nunca fue.

Es verano y este suelo arde de olvido.

El polvo sube en un remolino de epitafios.

El dios de los muertos se asfixia

en el espanto de una soledad honda y robusta.

Hasta los fantasmas perecieron de abandono.

Y aquí yazgo, desterrada de la memoria de los vivos

en este desierto de ausencias, de olvido.                                       .

La poesía no tiene sexo, ni edad, ni religión, ni geografía, ni puerta, ni …Pero tiene ritmo, magia, multivocidad, peso humano.

¿Cuántos fantasmas se nos dibujan cuando leemos Niña del pasado?

La adulta ya no camina

sobre sus pasos de niña.

Las huellas de sus deseos

se desdibujaron

en la cabalgata de un unicornio

borracho que vomitaba arcoíris.

Soles sin lluvia buscan

pintarles color a las mejillas.

Su cuerpo ahora es gris,

y son los potros del diablo

los que la persiguen ahora.

Dibujar un árbol, dibujar la lluvia, un recuerdo, un terror, por ejemplo, con los mismos colores (con las palabras de siempre), pero con luces nuevas (con imágenes auténticas) es uno de los regalos que nos obsequia Ibeth Guzmán en su debut como poeta.

Ramón Peralta

Docente y escritor

Ramón Anselmo Peralta Domínguez. Santiago, 1965. Docente, escritor y editor. Licenciado en Educación mención Filosofía y Letras y Magíster en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua. Ha ejercido como docente en diversos centros de educación secundaria y superior. Actualmente trabaja como profesor en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Es autor de tres libros de poesía: Eternidades (1992), Dibujando lo fugaz (2012) y 21 ojos (2023). Ha publicado dos novelas: Olores del aula (2012) y Solamente saltar (2018). ramonperaltadominguez@gmail.com

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