Hadeel sostiene a su hijo, quien se acerca a su hermana. La imagen tiene un tratamiento gráfico que la hace parecer escombros, con el edificio Skeik al fondo.

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Hadeel Daban vive en el cuarto piso con su esposo y sus tres hijos pequeños.

El edificio Skeik, en un tranquilo pasaje junto a la calle Omar al Mukhtar, en el oeste de Ciudad de Gaza, era una imagen familiar para los habitantes de la Franja.

La calle arbolada que discurría junto a él fue antaño el lugar predilecto de las parejas de novios, deseosas de evitar la mirada socialmente conservadora de los gazatíes.

Pero la vía, apodada "Calle de los Enamorados", y el edificio de seis plantas que la domina, están ahora rodeados de escombros.

Quedan pocos residentes que recuerden los viejos tiempos. Quienes se esconden aquí ahora no huyeron de la desaprobación de Gaza, sino de los tanques israelíes, ahora replegados con la entrada en vigor del alto el fuego acordado entre Israel y Hamás.

La guerra ha dejado en ruinas este otrora ostentoso barrio.

Las elegantes tiendas y restaurantes que se extienden hasta la playa ahora están plagados de metralla y agujeros de bala, y el parque, con sus árboles de poda francesa, está sepultado bajo escombros grises.

A la izquierda de la imagen se muestra un gráfico del edificio Skeik con una etiqueta que indica el apartamento de Shawkat al-Ansari en el primer piso, el de Hadeel Daban en el cuarto y el de Muna Shabet en el quinto. A la derecha de la imagen se muestra una fotografía del edificio, con los pisos primero, cuarto y quinto resaltados en rojo.

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El edificio era imponente.

El edificio Skeik sigue en pie, pero sus paredes están salpicadas de metralla y un gran agujero provocado por artillería perforó un piso superior.

Los rostros de quienes vivían aquí antes han sido reemplazados por el constante cambio de personas desplazadas.

Dos años después del inicio de la guerra de Gaza, este edificio ofrece una instantánea de cómo el conflicto ha erosionado los vínculos con el hogar y la comunidad entre los gazatíes, y el impacto que esto ha tenido.

Los antiguos inquilinos del edificio Skeik se fueron hace tiempo. Sobre los almacenes tapiados de la planta baja, ocho de los diez apartamentos del edificio se han convertido en hogares temporales para familias desplazadas por la guerra.

Hadeel Daban – cuarto piso

Hadeel Daban, de 26 años, vive en el cuarto piso con su esposo y sus tres hijos pequeños: Judi, de 9 años; Murad, de 6, y Mohammad, de 2.

La familia llegó aquí hace dos meses, pagando 1.000 shekels (US$305) al mes para acampar en las habitaciones vacías.

"La gente que vivía aquí antes que nosotros se fue porque era peligroso", dice Hadeel. "La metralla golpea las paredes, pero aun así es mejor que una tienda de campaña".

Las pocas pertenencias de la familia están cuidadosamente guardadas en pilas de bolsas a lo largo de las paredes.

Sábanas rotas cubren los agujeros donde solían estar las ventanas. Es el duodécimo lugar al que se muda la familia.

"Cuando cargo nuestras pertenencias en un carrito, pongo a mis hijos encima y les digo que jueguen con los artículos, como los utensilios de cocina", me cuenta Hadeel.

"Les digo que vamos a vivir una vida diferente, un poco alejada de la que teníamos".

Hadeel y sus dos hijos pequeños miran una tablet. Una imagen gráfica del edificio se inserta en la esquina superior izquierda, destacando el cuarto piso, donde Hadeel vive con su familia.

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La familia se siente más protegida que en una tienda de campaña.

La casa familiar se encuentra a menos de un kilómetro y medio, en el barrio de al Tuffah de Ciudad de Gaza. Huyeron durante la primera semana de la guerra, después de que el apartamento de un familiar, situado encima del suyo, fuera atacado.

Regresaron unos meses después. Pero el 15 de marzo de 2024, un ataque contra el edificio contiguo mató a la suegra de Hadeel, hirió a sus tres hijos y enterró vivo a su marido.

"Pasamos horas buscándolo y lo encontramos bajo los escombros", expone.

Su marido, Izz el Din, estaba inconsciente. Lo llevaron al hospital al Shifa, donde, según Hadeel, le informaron de que su marido tenía una fractura de cráneo y estaba en coma.

Tres días después, aún estaba recibiendo tratamiento cuando Israel cerró el hospital e inició allí una operación militar de dos semanas para erradicar los puestos de mando de Hamás, según informó.

Solo cuando las fuerzas israelíes finalmente se retiraron, Hadeel se reunió con su esposo, frágil pero vivo.

Hadeel nos dice que aún necesita revisiones médicas regulares. "Solía ​​llevarlo a un neurólogo [en Ciudad de Gaza], pero hace seis semanas todos los médicos se mudaron al sur", señala.

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Un hogar no es solo un refugio o pertenencias. Y las tres familias con las que hablamos en el edificio Skeik se han mudado varias veces.

"Ninguno de mis vecinos es mi vecino, porque cada mes llega gente nueva", explica Hadeel. "Ni siquiera sé dónde están mis vecinos originales; algunos se fueron al sur, otros murieron o resultaron heridos. Ya no hay vecinos".

El día que conocimos a Hadeel, Ciudad de Gaza se estaba vaciando de nuevo, mientras cientos de miles de personas se dirigían a zonas más seguras más al sur.

El ejército israelí, avanzando por la ciudad, había dado una "última advertencia" para que se marcharan. Pero las familias con las que hablamos planeaban quedarse.

Mientras Hadeel conversaba con nuestro camarógrafo, una serie de explosiones resonaron en el apartamento.

A través de las ventanas, enormes nubes grises se alzaban a media distancia.

Ninguno de sus hijos pequeños se inmutó.

Un mapa señala el edificio Skeik en Ciudad de Gaza.

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El edificio Skeik se construyó en 2008, tras el auge de la construcción que vivió Ciudad de Gaza a mediados de la década de los 90.

Su ubicación privilegiada, junto a la Escuela Internacional Americana y a una manzana del Parlamento palestino, ambos ahora en ruinas, lo situó en el camino de los tanques israelíes durante los primeros meses de la guerra.

El hospital al Shifa se encuentra dos manzanas al norte. A las pocas semanas de la invasión, el ejército israelí intervino para capturar el complejo hospitalario, alegando que estaba siendo utilizado como base de Hamás.

Las tropas se acercaron desde varias direcciones, incluyendo las calles que rodean la calle Omar al Mukhtar.

Cerca de la parte trasera del edificio Skeik, se ha abierto un gran agujero rectangular en la pared.

En el interior, un grafiti dice en hebreo "El último samurái", una referencia a una película de Hollywood sobre un guerrero japonés del siglo XIX superado por las armas modernas.

Muna Shabet – quinto piso

Preguntamos al ejército israelí si sus fuerzas habían utilizado alguna vez el edificio o combatido allí. No recibimos respuesta.

Pero el propietario del edificio, Shaker Skeik, nos informó que el bloque fue utilizado como puesto de observación por las tropas israelíes durante las operaciones.

Israel afirmó haber atacado varios recintos utilizados por francotiradores palestinos en la zona en marzo.

Las fuerzas terrestres permanecieron en Ciudad de Gaza durante los primeros meses de la guerra, lanzando un segundo asalto al hospital al Shifa en marzo de 2024, mientras el esposo de Hadeel recibía tratamiento en su interior.

Con una rotación de residentes tan rápida, nadie en el edificio recuerda ahora lo que sucedió en esos primeros meses de la guerra.

Muna mira por la ventana. Una imagen gráfica del edificio Skeik se inserta en la esquina superior izquierda, resaltando el quinto piso del edificio donde vive Muna.

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Tras dos años de guerra, la familia de Muna está desperdigada por Gaza.

En el apartamento encima del de Hadeel, Muna Amin Shabet, de 59 años, juega con sus nietos bajo grandes agujeros de bala en la pared.

"Hace dos días, las balas impactaron aquí, dentro del edificio", explica. "Agarré a los niños y corrí con ellos hacia allá, donde es más seguro. Nos sentamos allí rezando a Dios para que todo saliera bien. Los niños estaban aterrorizados".

Muna también es del barrio de al Tuffah. Vive aquí desde agosto con su esposo, tres de sus hijos y sus nietos. No pagan alquiler.

La familia lo perdió todo, dice Muna, cuando su casa fue destruida semanas después de la guerra.

"Arrasaron toda la zona de al Tuffah; no quedó ni una sola casa", dice.

"Estamos volviendo a empezar nuestra vida, recolectando cuchara a cuchara, plato a plato. Cuando llegó la hambruna, molíamos pienso para palomas y vivíamos de verduras silvestres", nos cuenta.

"Después de dos años de guerra, digo que no estoy viva, soy uno de los muertos".

Arrasada por completo

Otro residente, de la ciudad norteña de Beit Lahia, nos cuenta que su zona es ahora un "páramo" después de que el ejército israelí la arrasara por completo.

"No quedan casas, ni siquiera señales que indiquen que alguna vez hubo un barrio aquí", dice

La ONU afirma que el 90% de los edificios residenciales de Gaza han sido dañados o destruidos. Barrios enteros, con su historia compartida, lazos familiares y apoyo social, fueron demolidos.

Pero la idea de hogar es más difícil de destruir que los ladrillos y el cemento.

Cuando nuestro camarógrafo visita el apartamento de Muna, dos de sus nietas están dibujando una imagen idílica de una casa, como de cuento de hadas: pequeña y pulcra, con un tejado inclinado de tejas rojas.

El sol se asoma en el horizonte, el cielo es rosa y azul, hay árboles y plantas.

Shawkat y su hijo pequeño. Una imagen gráfica del edificio Skeik se inserta en la esquina superior izquierda de la imagen, destacando el primer piso del edificio donde vive Shawkat.

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Shawkat vive con su esposa y sus siete hijos en el primer piso del edificio Skeik.

No se parece en nada al lugar donde viven.

Y la destrucción generalizada de viviendas y comunidades a menudo obligó a las familias a separarse para sobrevivir.

De los cinco hijos de Muna, dos se han mudado al sur, otro se ha ido a vivir con sus suegros. Los demás, dice, han ido y venido.

Incluso ella y su esposo pasaron meses separados antes de mudarse al edificio Skeik, mientras Muna se refugiaba con familiares.

La familia extensa que una vez la rodeó y constituyó su mundo se está desintegrando.

"Estamos dispersos. La separación es lo más duro", señala. "Nos han arrebatado la vida. He perdido la salud. Nuestro hogar se ha ido, y las personas más queridas de nuestro corazón se han ido; no nos queda nada".

Shawkat al Ansari – primer piso

Es una sensación que Shawkat al Ansari conoce bien.

Originario de Beit Lahia, ahora arrasada, nos cuenta que su madre y su hermana duermen en la calle en el sur de Gaza, mientras que Shawkat vive con su esposa y sus siete hijos en el primer piso del edificio Skeik.

Hace cuatro meses, su hermano desapareció.

"Fue a buscar harina a la casa de uno de nuestros suegros en Shejaiya [en el extremo norte de Ciudad de Gaza]. Todavía no sabemos qué le pasó. Lo buscamos por todas partes, pero no pudimos encontrarlo".

El constante movimiento de personas que se desplazan en busca de comida, seguridad o refugio ha dificultado mantener unidas a las familias.

"Antes vivíamos bien", evoca Shawkat. "Ahora mi hermano ha desaparecido y todos estamos varados en diferentes lugares".

Una a una, las anclas que mantenían a la gente en su lugar —hogar, comunidad, familia— se han ido aflojando por el constante desarraigo de la población de Gaza y la destrucción de sus barrios y calles.

Ahora, sentado en las vacías habitaciones de hormigón del edificio Skeik, Shawkat también ve cómo se le escapa el futuro.

Sus hijos iban bien en la escuela antes de la guerra, dice, pero ahora se están olvidando de leer y contar.

El movimiento constante está congelando sus vidas.

Un anciano con bastón camina entre las ruinas de la ciudad de Gaza.

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La ONU afirma que el 90% de los edificios residenciales de Gaza han sido dañados o destruidos.

Días después, recibimos una llamada de Hadeel. Ella y varias familias más en el edificio Skeik están de nuevo en movimiento.

Nos cuenta que las fuerzas israelíes lanzaron bombas de humo por toda la zona para indicar que estaban a punto de entrar.

"No vimos los tanques anoche", dice, "pero si no nos vamos ahora, los encontraremos mañana".

Hadeel estaba recogiendo sus cosas cuando hablamos; planeaba reunirse cerca con su hermano antes de intentar dirigirse juntos al sur.

"Nos quedaremos en la calle y viviremos en una tienda de campaña", dice. "Hagamos lo que hagamos, nada reconstruirá lo que llevamos dentro. Mis hijos ya no son mis hijos. Ahora hay más sufrimiento que inocencia en sus ojos".

Por toda Gaza, los edificios que quedan en pie se han convertido en centros de tránsito para familias, reunidas y luego separadas por la guerra.

Si el alto el fuego perdura y las negociaciones avanzan para afianzar el fin de la guerra, la paz podría darles un respiro de tanto traslado y la reconstrucción podría brindarles un futuro diferente.

Pero sus antiguas vidas han quedado atrás. Esta guerra ha borrado el camino al pasado.

*Con información adicional de Aamir Peerzada y sus colegas de Gaza. Diseño del equipo de Periodismo Visual de la BBC.

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