La corrupción dominicana dejó hace tiempo de ser una suma de casos aislados. Hoy es un sistema. Un ecosistema completo donde la impunidad sirve de suelo fértil, la cobardía de abono y la hipocresía de sombra protectora.
Y su radiografía puede comenzar, sin rodeos, por los hechos más recientes:
1. ALGUACILES Y FISCALES QUE REALIZAN DESALOJOS ILEGALES
(Editorial del Diario El Día, jueves 11 de diciembre de 2025)
Cuando el propio aparato que debe proteger a los ciudadanos —alguaciles, fiscales, inspectores judiciales— se presta a desalojos ilegales, se confirma que el Estado ha cedido sus funciones esenciales a un mercado de favores.
El que paga, manda.
El que no paga, pierde su casa, su negocio o su tierra.
Esto no es corrupción menor: es la destrucción del Estado de Derecho desde su primer escalón operativo. El ciudadano honesto queda a merced del que tiene dinero, fuerza o conexiones.
2. CONGRESISTAS NARCOS Y RIFEROS
El Congreso, que debería ser la casa de las leyes, convive con legisladores señalados durante años por vínculos con el narcotráfico, el lavado, el underworld de las bancas ilegales y redes de financiamiento opaco.
En un país serio, un legislador con esas sombras renuncia.
En el nuestro, busca una reelección.
Cuando la ley es redactada por quienes viven de violarla, la corrupción deja de ser anomalía y se convierte en método.
3. DROGAS NARCÓTICAS LAVADAS PARA FINANCIAR CAMPAÑAS ELECTORALES
Este es el corazón del problema.
El dinero del narcotráfico no solo corrompe instituciones, sino que decide elecciones, fija lealtades políticas y compra silencios mediáticos.
Se disfraza de aportes de campaña, de donaciones “anónimas”, de contratos inflados o consultorías ficticias.
Así se llega al escenario fatal:
Los narcos no solo financian candidatos; fabrican gobiernos.
4. “MORALISTAS” CÓMPLICES CAMUFLADOS EN LA RETÓRICA DEL CAMBIO
El fenómeno más peligroso no es el delincuente declarado, sino el que se presenta como moralista, adalid de la transparencia, pero participa, facilita o encubre el verdadero esquema de poder.
Los hay en la prensa, en la política, en la sociedad civil y en los púlpitos laicos de las ONG.
Hablan de institucionalidad mientras negocian cargos.
Hablan de ética mientras firman pactos secretos.
Hablan de cambio mientras se sientan a la mesa de la corrupción.
La doble moral es hoy uno de los motores secretos del deterioro nacional.
5. EMPRESARIOS QUE CAMBIAN Y CALLAN POR FALTA DE COJONES
Nunca la clase empresarial dominicana había mostrado tanta docilidad, tanto miedo y tanta conveniencia silenciosa.
Los empresarios —con honrosas excepciones— se han convertido en espectadores pasivos de un país que se desliza hacia el caos ético.
Cambian de posición según sople el viento político.
Callan para no perder contratos.
Aplauden al que manda porque temen represalias.
El problema no es que negocien, sino que no tengan el coraje de defender principios.
Un país cuya élite económica renuncia a su responsabilidad moral está condenado a perder su rumbo.
6. USO DE DINERO DEL PUEBLO EN SENASA PARA CORRUPCIÓN ELECTORAL Y ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO
Aquí está la piedra angular:
Los recursos destinados a la salud del pueblo se transformaron en maquinaria electoral.
Cuando un sistema de seguridad social se convierte en caja chica de campañas, la corrupción deja de ser un robo: se vuelve un crimen social.
Miles de millones que deberían servir para medicinas, atenciones y tratamientos terminaron lubricando estructuras partidarias, comprando adhesiones, financiando viajes, publicidad y favores.
Es el punto más bajo al que puede llegar una sociedad:
Robarle al enfermo para beneficiar al político.
CONCLUSIÓN: ¿QUÉ NOMBRE TIENE UN PAÍS ASÍ?
Cuando hay:
– alguaciles y fiscales violando la ley,
– congresistas protegidos por narcos,
– campañas financiadas con dinero del crimen,
– moralistas falsos que encubren,
– empresarios sin carácter que prefieren callar,
—y fondos públicos de salud convertidos en botín electoral…
…no estamos ante casos aislados.
Estamos ante un país corrompido de arriba abajo y de abajo arriba, atrapado en un círculo donde la impunidad domina, el miedo manda y el silencio se premia.
Y sin embargo, toda nación —incluso las más deterioradas moralmente— tiene una oportunidad de corregir su rumbo cuando alguien se atreve a decir la verdad sin miedo.
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