Muchas personas que a veces plantean ideas muy radicales no suelen comprender que la solución de ciertos problemas no está solo en atreverse enfrentarlos sino también en saber cómo hacerlo. Me atrevería a afirmar, con el perdón de los historiadores, que el empuje en parecida dirección por parte de legisladores socialistas y comunistas, en la Asamblea Francesa en los decenios postguerra, y de socialdemócratas en toda Europa, permitieron obtener logros más impactantes para los pobres que la propia Revolución Francesa, con todo y su guillotina y de todas las cabezas que fueron extirpadas.

Sencillamente, esos partidos ocuparon su empeño en construir buenas sociedades en vez de utopías económicas y sociales, de modo que canalizaron su lucha por el camino más adecuado: establecer sistemas de impuestos altos y progresivos para dedicar los recursos a seguridad social, buenas escuelas, hospitales, universidades, agua y vivienda.

Lo anterior viene a propósito del movimiento que propugna por NO +ARS, NO +AFP. Los problemas de la seguridad social dominicana no vienen de la existencia de estas empresas; a lo sumo, de lo mucho que ganan sus dueños frente a las exiguas pensiones que prometen a sus afiliados.

Normalmente los sistemas de seguridad social protegen al trabajador y sectores más vulnerables de la sociedad contra los riesgos derivados de la pobreza, la vejez, la invalidez, los accidentes laborales y las enfermedades. Sobre los aspectos relacionados con la salud hay varios colegas, obviamente mejor preparados que yo, haciendo sus aportes periódicos. Prefiero concentrar la atención en los temas de pensiones.

Que las AFP ganen miles de millones de pesos en medio de tanta pobreza es escandaloso; que los ganen con tan poco esfuerzo, es doblemente escandaloso. Pero ojo: si por algún medio se lograra bajar a la mitad sus ganancias en favor de los afiliados, todavía esto no haría una diferencia notoria en cuanto a la pensión a recibir. La razón es sencilla: dos o tres mil millones de pesos repartidos entre pocas manos, luce una ganancia exagerada, pero repartidos entre dos o tres millones de personas tocarían apenas unos mil pesos, y estos, a su vez repartidos entre doce meses, representarían apenas menos de cien pesos adicionales de pensión, que los trabajadores ni lo notarían en su calidad de vida.

Los economistas suelen estar muy ocupados por los problemas de la coyuntura, por lo que a veces les resulta difícil enfocarse en asuntos que no se han generado en el corto plazo, ni tienen una salida inmediata; pero hay que brindarles atención, porque influyen en el destino de la gente, como el cambio climático; y en el aspecto de la seguridad social, hay varias condiciones y tendencias que condicionarán el éxito de cualquier opción que sea considerada para reformas.

Un sistema de SS parte del entendimiento de que la sociedad debe garantizar a toda persona un nivel de vida razonable, una vez se hayan agotado las energías físicas y mentales, y eso debe ocurrir independientemente de su capacidad de contribución y de su condición laboral o social. La intención es evitar que descienda abruptamente en la condición social tras el retiro, y que el individuo tenga que sobrevivir en condiciones de miseria.

Pero en el diseño del sistema hay que ser muy cuidadosos, pues se corre el riesgo de que la propia seguridad social se convierta en un mecanismo más de privilegios, agudizando las injusticias de un sistema económico que por su propia dinámica tiende a ser cada vez más injusto.

Por tanto, un buen sistema de SS deja de cumplir su misión fundacional si no se garantiza que cumpla los siguientes principios básicos: universalidad, obligatoriedad, integralidad y solidaridad. No es opcional; si alguno de ellos no se cumple, deja de ser seguridad social. Y todos tienen que ser “uno e indivisible”, pues sin uno de los principios se arriesga el otro.

Lo primero es la universalidad, sin lo cual no es posible la solidaridad. Para que sea universal y equitativo el sistema de SS debe tener al menos dos componentes: uno contributivo y otro asistencial, porque siempre habrá una parte de la población que se quedaría desprotegida si no es por la mano del Estado.

Ambos hay que pagarlos, y los sistemas de SS son costosos. De hecho, hay países que destinan a seguridad social, entre pensiones contributivas, beneficios de desempleo y pensiones asistenciales a hogares pobres, en torno al 20% de su PIB, más que todo el gasto público de la República Dominicana, aunque es posible que en lo adelante eso baje, lo que sería el más doloroso costo de la nueva carrera armamentista.

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